—Cariño, ¡despierta! Dan sacudió suavemente el hombro de Mónica, quien estaba profundamente dormida. La luz matutina se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, iluminando suavemente la habitación. —Aaah, ¡ya voy! — Mónica se estiró perezosamente, dejando escapar un bostezo resonante, mientras sus cabellos desordenados caían sobre su rostro sereno. —¿Dormiste bien? —preguntó Dan. Dan miró a Mónica con una sonrisa amorosa. —Sí, muy, pero muy bien. —Mónica se acomodó en la cama, envuelta en la calidez de las sábanas, con una expresión de completa serenidad en el rostro, como si el mundo entero estuviera en paz. Dan se inclinó hacia Mónica, su rostro radiante con ternura, y depositó un beso tierno en su mejilla, dejando una sensación cálida y reconfortante en su piel. —Mmm...