Wilson salió del hospital con pasos rápidos y el ceño fruncido, su rostro mostraba evidentes signos de molestia. —Thomoe necesita que lo visites urgentemente —expresó Wilson con tono apremiante, clavando su mirada en Priscila, quien parecía absorta en sus propios pensamientos. —Thomoe —murmuró Priscila, en un susurro. —Seguro que Tete irá a buscarlo —respondió Wilson, ajustando la chaqueta con gesto determinado. —Está bien, me voy —contestó Priscila resignadamente, volteando hacia la salida. Wilson se limpió la sangre que brotaba de su nariz con un pañuelo. —¿Qué hacemos con el señor? —consultaron los hombres de Wilson entre sí, intercambiando miradas inquietas. —No pude matarlo, así que manténganlo encerrado, alimentándolo solo con pan y agua. No permitan que escape, me será útil m