9 - Debates y bandejas

2606 Words
Con los auriculares en mis oídos, mientras escucho la lista varía de canciones que tengo descargadas, viendo todo el paisaje a través de la ventana del autobús. Todo me resulta tan bonito, y justo en este corto momento de camino a la Universidad, sin pensar, sin sobrepensar, solo mirando y admirando la belleza de todo lo que puedo apreciar, me hace sentir calma y tranquilidad. Respiro y sonrió satisfecha, dándome cuenta que soy afortunada a pesar de no tener riquezas. Estoy becada, y no me siento avergonzada en lo absoluto. ¿Sabes cuantas personas se postulan para obtener una beca en una prestigiosa Universidad en España, o en algún otro país y no quedan? Sin embargo yo he sido dichosa. Me siento agradecida con Dios por haberme enseñado a ser agradecida con cada pequeña cosa buena que me sucede. Antes sentía que todo lo malo de la vida me caía encima, creía que tenía las siete plagas de Egipto, pero decidí tener más fe, independientemente de las circunstancias, es mejor darlo todo a quedarse estancado sin intentar nada. Puedo trabajar algunos días en la cafetería de la Universidad, y aunque no es mucho lo que gano, es bueno. Estaba pensando en salir a buscar algún otro trabajo de turno; cualquier otra entrada económica es buena, ya que necesito ayudar a mi familia y acomodarme mejor mientras esté aquí. De pronto comienzo a escuchar aquella melodía suave y una voz femenina comienza a cantar en francés, sonrío al recordar al instante al profesor, se me hace inevitable no asociarlo con la canción. La he estado escuchando repetidas veces, y aunque me se el tono, no puedo pronunciarla y solo me queda tararearla. Joselyn se burla de mí y comienza a echarme broma diciendo que me gusta el profesor porque quiero involucrarme con su cultura francesa. ¡Pero, pero! No es verdad, en mi defensa me gustó mucho porque nunca había escuchado una canción en francés, no significa que me interese el profesor románticamente. Porque tampoco voy a negar que es atractivo, pero sólo hasta ahí, nada más de lo que ella cree. El autobús hizo la parada y me bajé yendo directo a la oficina principal, debía dejar unos informes. Apenas lo entregué me dirigí al jardín de Fonseca, sin duda aquel árbol, a pesar de haber pasado la vergüenza del año el primer día frente a él (el árbol y el profesor), me enamoré de la belleza del jardín, le hacía bien a mi vista. Me senté debajo de aquel gran Ginkgo, y empecé a manipular mi teléfono, cuando entonces tres sujetos se pararon frente a mí, lo supe al ver aquellos zapatos. Así que subí mi mirada para dar con los tres compañeros con los que me la paso. —¡Hola, chicos! —les sonrío sin levantarme, y ellos son quienes se inclinan para besarme la mejilla. —¿Cómo has estado, Tamy? ¿Preparada para hoy? —Antonio se sienta a mi lado, sus cabellos lucen más despeinados por alguna razón. —¡Hey, Palmera! Llegaste temprano. —Me dice Marco, quien pasa su mano sobre mi cabeza, despeinandome un poco. —Ya, pero ¿No me vas a saludar como se debe? —me pregunta Maro, quien está al frente de mi. Se me hace difícil tratarlo desde que lo escuché hablar tan mal de sus amigos de años, ¿qué quedará para mí? No quiero ni imaginar, pero ser hipócrita es algo que me cuesta demasiado, ya que suelo ser muy expresiva en mi rostro cuando algo me agrada o desagrada. Lo miro arqueando mis cejas y sonrío algo forzada. —Ya te saludé. Mira —levanto mi mano y la muevo para saludarlo. Antonio a mi lado se ríe. —Que odiosa, eh. Que es muy temprano para andar así, Tamara. —De repente me sorprende cuando se inclina hacia mí y besa mi mejilla. Maro parece encantador, pero las apariencias, sin duda alguna, es algo que engañaría a cualquiera fácilmente. Antonio me extiende su brazo y pone sobre mi mano una galleta de avena y miel. —¿Y esto? —Ah, es solo que ya me había comido algunas y quedé satisfecho. Me quedó esa, así que puedes quedartela. Le agradezco, e intentó abrir el envoltorio aunque es de un material más fuerte, se esforzaron en el diseño. Maro y Antonio intentan agarrar la galleta de mi mano, pero esta se cae al suelo. Así que en un intento por agarrarla, ridículamente, los tres chocamos las cabezas. —Ay, chicos. —Me quejo sobando mi cabeza. Finalmente fue Maro quien la tomó y procedió a destaparla. Marco se reía de nosotros mientras se lamentaba no haber grabado tal suceso. Ellos comenzaron a hablar y a reírse, pero mi atención los abandonó cuando me fijé en quien se acercaba, era el profesor Guilles con una profesora, posiblemente, ya que ambos tenían una especie de carnet guindando en su cuello. Venía muy concentrado hablando con ella, quien no dejaba de hablar y sonreír. En eso se acercan dos alumnas, y quedo sorprendida por como atrae tantas mujeres. Es increíble. Tomo la galleta y doy un mordisco mientras observo con curiosidad lo que hacen. Ellas parecen preguntarle algo a él, y la profesora a su lado se cruza de brazos, se nota un poco impaciente y estresada. Eso me causa gracia. —¿Tamy? ¿Palmera? Los muchachos nuevamente me llaman la atención, aplaudiendo frente a mi nariz. —¿Si? —¿Que tanto ves, mujer? —Marco se gira para encontrar la causa de mi distracción. Comienzo a reírme e invento rápidamente que... —Nada, solo me quedé pensando con la vista perdida en nada. Pensaba, es todo. Últimamente ando muy pensativa. Di otro mordisco y algunas migajas de galletas cayeron sobre mis piernas. Voltee a ver Antonio, y me dio una sonrisa genuina, aunque algo me decía que me había pillado mirando al profesor. —¿Intercambiamos libretas para ver nuestros análisis? —me pregunta Antonio. Como aún faltaban minutos para entrar así lo hicimos, yo le di mi cuaderno a Antonio y él a mi. Me sorprendió tanto ver su caligrafía, que quedé fascinada. —Dios, que hermosa caligrafía. Yo escribo como un niño de preescolar. Y tu letra... Wow. Él se ríe suave. —Suelen decirlo, pero podría enseñarte, si quieres. Y tranquila, que no te cobraré caro, —y me susurra— solo que me des chocolate caliente extra. Maro iba a intervenir cuando el grupo de chicas de la última vez lo halaron desde su mochila y se lo llevaron. —¡Chicos si entran primero al salón me guardan un asiento! Gail, específicamente a tu lado. —Exclama, pero sólo puedo sonreír sin decir nada más. «¿A mi lado? ¡Jah! Que va, que se quede con sus amiguitas, mejor. Bueno, ahora que lo pienso eso que dije sonó como si estuviese celosa, pero en realidad es molestia por su doble cara». Marco se cansa de estar de pie, y se sienta a mi otro lado de la banca. Y mientras mete su cabeza en el cuaderno de Antonio que sostengo mientras veo, empezamos a platicar de las diferentes ideas que se nos ocurrió. —¿Este término? No lo había visto... —pregunto al leer un párrafo. Antonio se acerca y toma mi mano para quitarla y señalar. —Ah, vale, lo leí en el libro que nos recomendó la profe, y quiere decir... Estaba explicando, hasta que se calló de golpe. —¿Por qué nos observa el profesor Guilles? Me incomoda. —¿O será que solo se quedó perdido viendo la nada, así como Támara hace rato? —repica Marco en burla. —Quizás... —respondo. Y como siento que me está mirando, le sonrío esperando no verme rara, y no ser ignorada. Antonio a mi lado levanta la mano, y lo saluda. Yo volteo a verlo, sorprendida de que lo haya hecho. El profesor devuelve el saludo, y sonríe levemente; aun sigue con la misma profesora quien no para de hablarle. Ante su mirada que sigue sobre nosotros, decido ignorarlo y vuelvo a ver a Antonio para que continúe con su explicación. *** Las dos primeras materias que vimos se basaron en la entrega de una investigación y una socialización que hicimos. Aunque ahora nos tocaría un pequeño debate en Anatomía Humana, obviamente con el profesor Guilles. Los muchachos y yo al entrar nos sentamos juntos, solo que olvidamos apartar el asiento de Maro, el cual llegó minutos después y nos dio una mirada llena de asombro e indignació, para finalmente mirarnos cual águila furiosa. Pero, ni me importaba. El profesor Guilles no tardó en aparecer, parecía que el camino por donde pasaba era su pasarela. Traté de disimular mis ojos curiosos por verle, pero cuando se puso frente al pizarrón y comenzó a hacer anotaciones... Fue cuando finalmente logré detallar con atención y claridad. La forma tan pulcra en la que se viste, con mucha sofisticación y seriedad al mismo tiempo. Sus cabellos estaban peinados hacia atrás, haciendo que sus ojos resaltaran más. «Ahora comprendo a todas esas mujeres que lo ven y les cuesta disimular. Es indudable lo simpático y atractivo que es». Él termina de escribir y se voltea a vernos. Yo quito mi mirada y comienzo a escribir en mi cuaderno. —Vale, chicos. Demos inicio de una vez a lo que sería el debate que tendremos del tema asignado. Su modo tan serio y profesional como profesor me deja fascinada. Y me río cuando recuerdo la manera en que nos conocimos la primera vez bajo el Ginkgo. «Y pensar que caímos los dos al suelo...» Decido dejar esos pensamientos y prestó atención a la respuesta que dió Maro a la primera pregunta que hizo el profesor. En eso Antonio interviene para complementar los conceptos desde lo que habíamos investigado referente a los aparatos y sistemas que intervienen en la anatomía humana y seguidamente yo le agrego otros puntos que son importantes. El profesor asiente ante mi respuesta, y realiza otra pregunta. Pero esta vez tanto Antonio como yo comenzamos a hablar al unísono, ambos nos miramos y nos reímos por la emoción que claramente tenemos al participar. —Okay, las damas primero. —Me dice en tono amable, quien está a mi lado. Intervengo correctamente y al terminar le sigue Antonio. Este al culminar su explicación, me mira y chocamos las palmas. El profesor Guilles nos da una mirada, con sus manos en los bolsillos, su rostro luce inexpresivo. —Bien, muchachos. Ahora denle chance a los demás de que intervengan. —Si, oye, que no son solo ustedes dos existiendo. —Repica desde atrás, Maro. Suena molesto, y seguro que más por lo del asiento. El resto de los alumnos se ríen al escuchar el comentario. Pienso que es muy infantil de su parte, la verdad. —Bueno, a ver. Continuemos. Antonio y yo nos miramos, no nos quedó de otra que guardar silencio y solo escuchar. Al menos ser regañados por exceso de participación es mejor a no participar en clases. Me sentía un poco incómoda por el cambio de aura del profesor. Se puso muy serio e incluso nos colocó un examen para la próxima clase. Todos quedamos desconcertados, sin embargo no podíamos contradecirle. Ya que todo el tema es bastante extenso, y no dijo que todo estaría en el examen. No me preocupa, solo me estresa. Porque se que serán más horas de puro estudio. Al acabar la clase salí de prisa porque era mi turno en la cafetería, además de ser la hora del almuerzo por lo que tendría mucho ajetreo. —¡Hola, Eva! —saludo a mi compañera de cafetería, quien también es becada. Nos llevamos muy bien, el único problema es que sólo nos vemos en el trabajo de la cafetería, porque del resto tanto ella como yo nos ocupamos en estudiar y ocupaciones extras. —¡Hola, hola! llegaste justo a tiempo. —Me sonrió entregándome el delantal y el gorrito. Ella es una chica muy simpática, es de Argentina. —Bien, empecemos. —Le susurro mientras me acerco al mostrador, la fila comienza a formarse. Las bandejas van pasando y sin ver el rostro de los que pasan, solo sirvo y trató de hacerlo lo más rápido. Aunque siguen apareciendo más y más personas. «Deberían de traer más personal a trabajar» me quejo mentalmente, hasta que... —¡Esto no es lo que te dije! —se quejó una rubia quien sostenía la bandeja. Puse mis ojos en blanco y respire para ser amable, sin embargo no me dejaron accionar, puesto que el anterior a ella se devolvió. —Ten esta. El profesor Guilles le entregó su bandeja a la rubia. —Oh, me disculpo. —Le digo a ambos. Ella me ignora y le sonríe tontamente como hechizada a él. Quien toma la bandeja que ella dejó. Debo ser cuidadosa, y desperdiciar alimentos es algo que está prohibido aquí. Así que suspiro aliviada de que el profesor me haya ayudado, porque si llegaste a desperdiciar una bandeja entonces yo estaría en problemas. Le vuelvo a agradecer a él, pero sólo sonríe minusculamente y se va a la mesa de profesores. —¿Todo bien? ¿Estas estresada? —Bueno un poco, este trabajo me causa un poco de ansiedad, pero tengo que lidiar con eso ¿no? —Te entiendo. Menos mal el profesor decidió cambiar su bandeja, aunque a él no le gusta nada de lo que tiene, incluso escuché que es alérgico al brócoli. Volteo a mirarla con cara de estupefacción. —¿Qué? —Si, seguro comerá algunas cosas y las otras no. Que amable es ¿verdad? Solo para evitarnos problemas. Me quedé en silencio y apenada. Cuando acabamos de servir, empecé a recoger las bandejas de los que ya habían terminado, y limpiar las mesas. Algunos derramaban jugo al piso, debía trapear. Un trabajo lleno de mucho trabajo. Poco a poco se iban yendo, y estaba feliz de al fin irme porque me tocaba almorzar y finalmente descansar. Mientras todos se iban me detuve en una mesa a tirar de mi vista cómo nadie era capaz de dejar la bandeja en el mostrador, a penas unos pocos. Del resto ha de suponer que somos las sirvientas. Continúo con Eva recogiendo las bandejas, y ella me deja para lavar el trapeador. Me giro con varias bandejas en mis manos, me detengo en seco cuando veo al profesor Guilles frente a mi. —Déjame ayudarte. —Ah, no se preocupe, es mi trabajo... —no lo dejo tomarlas. —Si, pero no significa que tengas que ser explotada. Además que los estudiantes están siendo abusadores con ustedes. Sin resistir más me quita las bandejas y las lleva al mostrador. De allí se devuelve subiendo sus mangas y comienza a recoger las que faltan. Estoy tan impresionada, tanto que sin darme cuenta estaba mordiendome los labios. —¿Profe? ¿Qué haces? Eso lo haremos nosostras. —Dice Eva al llegar. —Solo colaboro. Estas bandejas son pesadas y podrían lastimarse. Al terminar de recogerla le insistimos en que es suficiente, y le agradecemos. Justo se va, pero antes que se fuese corrí hasta él. —Olvidé disculparme, por haber servido mal la comida. No volverá a pasar. Y gracias por ayudarme con la chica... —junté mis manos detrás de mi. —No es nada, Tamara —la comisura de sus labios subieron— Ahora ya ve a almorzar, nos vemos. Y que linda sonrisa pude contemplar.
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