Eva no paraba de hacerme preguntas sobre el profesor.
"¿Son muy amigos?" "¿Se conocen de antes?" "¿O por qué es tan atento contigo?" "Eso podría malinterpretarse, eh" "El profesor es muy popular con las chicas, así que no querrás ganarte ese batallón de fieras como tus enemigas"
Todas mis respuestas parecían ser ignoradas por ella, ya que seguía hablando sin detenerse, se volvió totalmente diferente a como suele ser, se volvió más intensa.
Tomé mi bandeja y me retiré a la mesa, dejándola atrás deseando que hiciera silencio, aunque no esperaba encontrarme con Maro en la mesa.
—Hola Tamy ¿ahora es que vas a almorzar? No te puedo creer...
Hizo una expresión de asombro y se levantó rápido para sacar una silla y me invitó a sentarme con él.
Estaba pensando si sentarme o no, cuando Eva fue quien tomó el asiento sin más, así que me senté a su lado.
—Ah, vale. ¿Son amigas? Si es así, entonces me presento. Soy Maro, amigo y compañero de Tamara.
Lo quedo viendo sorprendida ¿amigo? ¿En qué momento nos volvimos amigos? Porque realmente lo desconozco.
—Eva —le extiende la mano—. Trabajamos juntas en el mismo turno.
—¿Tambien eres de intercambio?
—Becada, vengo de Argentina.
Eva se veía muy seria a como ella suele ser, su semblante cambió de golpe inesperadamente. Me preguntaba a qué se debía.
—Lo sospeché por tu acento. —Maro volteó a verme, y a señalarle con el dedo— Aún sigo algo enfadado por su mal compañerismo, eh. Que me abandonaron y no obstante se volvieron equipo de debates. —Como no dije nada siguió hablando— Pero, no puedo enojarme con Tamy, la palmera. Así que...
—¿Qué? —pregunté de golpe.
—Ya hablé con los muchachos, y queremos que vengas con nosotros a la casa de Florencia, harán una fiesta, será divertido. Así vas conociendo a mis otros amigos... ¿Qué dices? —tomé un sorbo del jugó de naranja, mientras pensaba en qué responder— También Eva puede ir, que estás invitada.
—¿En serio? —miré a Eva y estaba más emocionada que yo, aunque sinceramente no me emocionaba ni un poco.
Mientras terminaba de comer, me mantuve lo más callada que podía, daba un bocado y los miraba hablar, pero si pudiesen ver a través de mi cabeza, notarían que estaba pensando en otra cosa, específicamente en el extraño comportamiento del profesor.
Me pregunto por qué primero se molestó en clases, pero de pronto a la hora del almuerzo fue tan amable, eso me tomó desprevenida y me dejó sin saber qué pensar.
—¿Tamy?
—¿Si? —otra vez Maro interrumpiendo mis pensamientos.
—¿Nos vamos?
Asentí, y a mitad de camino recordé que iba con un farsante. Me sentía muy incómoda cada que lo recordaba, y no sirvo para fingir, no soy buena para eso. Así que, aceleré el paso y marqué a Antonio por teléfono. No tardamos en encontrarnos, él estaba con Marco y una chica que no había visto antes, de rasgos asiáticos.
Antonio me agrada muchisimo, y Marco también, se volvieron mis amigos desde que inicié las clases aquí.
***
Al llegar la noche, llamé a Antonio para asegurarme si él realmente iba a ir, porque de no ser así, no iría a la fiesta esa.
No sé hasta cuando ignoraré el asunto con Maro; sin embargo, no debería entrometerme en eso, pero no dejó de creer que también yo podría ser tratada con hipocresía.
—¡Jos! —exclamé desde la habitación— no sé qué ponerme, ayúdame.
La puerta se abrió y ella entró mirándome sin expresión en su rostro.
—Es solo una fiesta de jóvenes. Un vestido casual o jean con botas estará bien.
—Tengo tiempo sin usar vestido... Me pondré este tuyo.
Joselyn ni siquiera me prestó atención con respecto al vestido, si siempre comienza a chillar cuando apenas menciono que usaré algo de ella.
—¿Todo bien con Walter?
—Si ¿por? Ya hemos arreglado las cosas. —Me dio una sonrisa rápida, pero no me lograba convencer.
—Como sea...
Me convenía que no interfiriera con el vestido, ya que al probarmelo me veía muy guapa. El azul eléctrico resaltaba en mi piel, y las tenis blancas le daban ese toque casual pero con mucho estilo y comodidad.
Algunas ondas en las puntas de mi cabello, labial y listo. No pienso verme despampanante, entre más sencilla me vea, mejor.
No quiero llamar la atención en la dicha fiesta, y me causaba curiosidad saber cómo sería.
Afuera el sonido de la bocina de un auto me avisó, Antonio había llegado por mi.
Salí rápido, despidiendome de la pared ya que Joselyn me ignoró por completo.
—¡Antonio! Gracias por pasar por mí, te lo agradezco un montón.
Me subí al auto.
—Tamara...
—¿Si?
Su sonrisa se hizo presente. —Ah, solo... que te ves más linda de lo normal.
—¿Lo dices en serio? No me arreglé tanto, ni siquiera me puse tacones.
—Estás perfecta, créeme.
—Okay, te creo.
Ambos nos reímos y chocamos los nudillos en forma de puñitos.
Y el viaje hacia una fiesta desconocida comenzó.
Pasamos a la parte trasera de la casa, y todos estaban allí esparcidos. Había música a volumen alto, era como hip-hop, nadie estaba bailando, sino que se tomaban fotos.
Nadie estaba comiendo, pero si bebían cócteles.
—Las fiestas de hoy en día son raras ¿o soy yo la aburrida? —murmuré al oído de Antonio.
—Son ellos los aburridos. —Me alegró escuchar eso.
Maro al vernos se acercó de inmediato y puso su brazo alrededor de mis hombros.
—¡Una selfie, Tamy!
—¿Pero y Antonio?
Salí con la boca abierta, mal comienzo.
—Jah, esta foto la guardaré de por vida.
—Ash, sigue así, eh. —Dije con tono sarcástico.
Alguien tocó mi hombro, voltee pero no había nadie. Nuevamente volvieron a tocar mi hombro, pero esta vez el otro.
—Quien demo... ¡Marco!
Lo saludé alegre y el hizo lo mismo con los chicos, aunque Maro me jaló del brazo apartandome del resto.
—¿¡A dónde me llevas!? —tuve que alzar la voz por la música de fondo.
—Quiero presentarte a mis amigos.
—¿Acaso no lo son Marco y Antonio?
Aquí vamos a indagar, Maro. ¿Qué es lo que te traes?
—Claro, pero ellos no son los únicos, Tamy.
Nos detuvimos en un grupito conformado por mayormente chicas y solo dos chicos. Dentro de las chicas habían caras que había visto antes, como una de las rubias que con él estaba el día que lo escuché hablando tan feo de sus amigos.
Se llama Hortensia, la rubia; las demás, Saray, Liliana y Roberta. Los dos chicos no recuerdo quien es quien, pero se que uno era Joaquín y el otro Simón, aunque no recuerdo cual es cual.
No tardé en sentirme incómoda, me barrieron con la mirada todos, de arriba abajo y abajo arriba.
—Tu amiga está guapa, Maro. —Dijo uno de los chicos dándome una mirada intensa y riéndose de manera maliciosa, eso me causó escalofríos. Y no podía dejar de mirar ese estúpido cigarrillo que llevaba.
—Ajá, tigre, quieto. —Maro repicó reposando su brazo al rededor de mis hombros.
Empezaron a hablar de otras personas que desconozco, con el teléfono en sus manos y mostrándose entre ellos los i********: de quienes hablaban. Me sentí como un ventilador en medio de ellos, solo viendo al rededor y tomando un poco de refresco.
En un momento, aproveché que las chicas entretuvieron a Maro y era ahora o nunca, salí de inmediato de aquel grupo de personas caprichosas y chismosas. Me incómoda no creo poder estar, así que busqué a los chicos con la mirada recorriendo el sitio hasta que di con Antonio quien estaba solo con Marco, ambos hablaban mientras se reían. Al verlos me sentí más aliviada y llegué hasta ellos.
—Chicos, ayuda —me paro entre los dos y ellos me miran preocupados— me aburro en gran manera.
—Pensé que era alguna emergencia, que me has asustado, loquilla. —Antonio dejó caer sus hombros y sonrió.
—La verdad yo siempre me aburro en estos sitios donde Maro nos invita... Nunca me he sentido cómodo con sus otros amigos, pero por el venimos. —Agregó Marco cruzándose de brazos.
—Oh... —eso me recordó todo lo que dijo Maro a sus espaldas— ¿y aquí nadie baila?
Miramos todo al rededor, y apenas movían los pies o balanceaban la cabeza con el ritmo de la música, mientras bebían o fumaban, así que me dirigí al chico que se encargaba de la música, quien estaba con una laptop. Le dije que cambiara la canción, iba a convertir este lugar tan aburrido en algo más animado, aunque sea solo yo quien tenga que bailar, no vine a estar parada o a comer, también quiero mover mi cuerpo al ritmo de la buena música y dejarme llevar sin importar las miradas.
—¡Chicos vengan!
Les hice seña a Antonio y a Maro, mientras estaba de pie en todo el medio, y comencé a bailar.
Los nervios quisieron jugar contra mi, pero no les di cabida y continúe bailando.
Era la música y yo, el resto no importaba, quería divertirme por lo que creé mi propio ambiente, solo esperaba animar a algunos.
De pronto veo a Marco empujar a Antonio y este se niega, se ve tan tímido y no puedo aguantar la risa mientras me dirijo a él y lo tomo de los brazos.
—Tú solo déjate llevar, e ignora al resto.
Su mirada cambió cuando le dije aquello, y se animó a bailar, sin ninguna coreografía específica, solo moviendo nuestros cuerpos al ritmo que nos parecía mejor y disfrutando de nuestro propio ambiente.
Me di cuenta que las miradas se intensificaron, y las reacciones eran como "¿y estos de donde salieron o qué?", algunos sí sonreían, pero otros solo nos veían extrañados. La reacción de Maro fue la que me pareció un poco extraña, es que no me lo esperaba pero, ¿estaba sonriendo tan genuinamente? Se veía como una sonrisa natural y sincera, una llena de mucha admiración y sorpresa a la vez.
Raro me pareció, aunque preferí seguir en lo mío.
—Creo que nos están grabando. —Susurró Antonio en mi oído.
—Somos el centro de atención, obvio. —Respondí sonriente.
Nos reíamos de nosotros mismos, al tiempo que disfrutabamos sin pensar en los demás, eso se sintió muy bien.
Luego que nos agotamos nos alejamos del centro hacia una de las mesas, aunque otra vez el aburrimiento se apoderó del lugar.
Marco se había ido con Maro quien seguía con su grupito de amigos, y viéndolo desde mi lugar me preguntaba cómo estarían tratando a Marco.
—¿Y si nos vamos de aquí?
Antonio me preguntó de repente haciendo volver mi atención.
—¿A dónde?
Él se levanta disimuladamente, con las manos en sus bolsillos camina al rededor de la mesa, se fija que los muchachos no lo están viendo y me indica que me levante.
Me cercioro que nadie de ellos nos vea y Antonio me señala con la mano la salida, así que me voy por la derecha y el por la izquierda, hasta juntarnos en la entrada y allí salimos.
Apenas salimos del lugar comenzamos a correr hasta el auto que Antonio conducía y subimos.
—Se volverán como locos cuando no nos vean, sobretodo Maro. —Antonio suelta unas carcajadas y yo le sigo.
—Ay, menos mal se te ocurrió huir porque ya me estaba durmiendo en la mesa —me acomodo en el asiento— ¿a dónde vamos?
Antonio llevó sus manos a la nuca mientras pensaba. No teníamos ni idea de adónde ir, pero prefería andar rodando en el auto que estar en ese sitio tan fastidioso.
—¿Quieres conocer mi lugar seguro?
—¿Tu lugar seguro? —repetí confundida y curiosa a la vez.
—Si, porque algo dentro de mí me dice que también te gustará.
—Ahora quiero conocerlo.
Condujo hasta llegar a un lugar apartado del parque que estaba antes de llegar, detrás de los arbustos y pilares, había allí un gran árbol bastante frondoso. El pasto estaba perfecto para sentarse, así que el se adelantó y me invitó a pasar frente al árbol.
Podía verde las casitas desde la altura donde estabamos, la vista era tranquila y relajante. El se sentó y me haló de la mano para que me sentara a su lado.
—Aquí no viene nadie, lo descubrí una vez que jugaba fútbol en el parque. Un día estaba molesto y me senté aquí hasta que se me pasó. He dormido, he gritado y llorado, también he venido a estudiar o a simplemente meditar. Es simplemente... Mi lugar más seguro. —Se giró a verme, sus ojos de veían muy alegres— ¿Qué te parece?
—Me gusta ¿podríamos compartir este lugar?
—No —su mirada se enseria y yo me quedo en silencio—, no puedo creer que te la hayas creído.
Estalla en risas y de ahí yo le doy una palmada en la pierna.
—Payaso.
—Claro que si, Tamara. Aquí puedes venir cuando quieras, pero sólo tú, eh. No le digas a nadie más. ¿Te comprometes?
Lo miro asombrada. —Pero claro. Que territorial, Dios...
Comenzamos a hablar de las cosas de la vida, como un tipo de meditación y fue algo muy agradable, definitivamente el lugar seguro de Antonio ahora sería el mío.