15 - Pinturazos

2428 Words
Lentamente me levanto de la silla, dejando caer el lápiz que tenía en la orilla de la mesa, ante aquello, me agacho para recogerlo, cosa que también hizo el profesor, solo que fue mucho más rápido que yo. Sus ojos, curiosamente se veían más intensos y profundos ¿por qué sus iris brillaban tanto? Me distraen... Ese verdor no podía seguir mirándolo, podría ser una trampa y no estoy para caer. Me subo inmediatamente y él me entrega aquel lápiz que coloco entre mi cuaderno. —Ya vuelvo —aviso en tono bajo, desviando la mirada. Mirando su reflejo en el vidrio de la cocina, él también me estaba viendo de espalda. Francisco estaba en la cocina esperando por mi. La intriga me carcomía por saber lo que iba a decirme. —No creo en las casualidades, y que estés aquí es necesario. —Francisco me dice con sus manos juntas detrás de sí mismo. —¿Estás bien? —le señalo su rostro con mi mano— en serio, me disculpo por todo eso. —No te preocupes por eso, por quien debes de preocuparte es por tu prima. Arrugo mi expresión y dejo caer levemente mi cabeza a un lado. —¿Por qué lo dices? —Vale, te seré sincero. Desde el primer momento en que la vi llamó mi atención, y aunque intenté acercarme a ella, me rechazó desde el inicio. Ella está muy enamorada de ese hombre... —Walter —digo en seco. Centré mi mirada en él y me crucé de brazos. —Si, ajá, él. Pero ¿realmente sabes cómo es la relación entre ellos dos? —Tienen cinco años, obviamente todo ha marchado con tranquilidad. El negó abruptamente con la cabeza y apretó los ojos. —Tamara, escucha, no es como crees. Ese tipo tiene que alejarse de Joselyn, el la manipula, además que la maltrata. Mira —el comenzó a caminar ansioso de lado a lado— no dije nada en la estación por ella, ya que me suplicó que no dijera nada para no crearle problemas a su futuro esposo. Escucharla decir eso no sólo me causaba coraje, sino irritación. ¿Llamas futuro esposo a alguien que te hace daño? —¿Qué? —solté confundida. —Hubo un día en el que ella salió y llegó a casa muy tarde, tú ya estabas dormida. Ese día me llamó llorando, me pidió que la acompañara a por unos tragos, resulta que el hombre le había gritado y tirado del pelo. Habían discutido porque ella encontró en su teléfono una conversación extraña con una "amiga" —hizo comillas con sus dedos—, le reclamó diciendo que era una dramática y la dejó sola. Yo fui a buscarla. Después... —Espera, espera... ¿Estás hablando de Walter y Joselyn? Eso no puede ser. Walter no es así... No haría eso. —Agregué con cierta burla. —Tamara, escúchame. Que me he dado cuenta de todo, Joselyn no te dice nada porque ella está enamorada de su agresor. Es sólo una víctima que se doblega ante ese tipo. Suele culparse por todo cuando es él, el causante. —Hubo un momento de pausa— Joselyn... —lo miré cuando se detuvo al hablar, sus ojos se cristalizaron— ella se maquilla, los moretones que le causa ese desgraciado. —No... Francisco. Seguro lo dices porque estás celoso ya que a ti te gusta ella. —No, no, no. Por Dios, con algo tan grave jamás mentiría, Tamara. Te lo digo porque le tengo aprecio y quiero que ella deje de sufrir. Verás... Ayer, ella llevaba dos horas y media esperando a su novio, el cual había olvidado la cita que habían planeado. Yo pasé por allí porque estaba comprando unas cosas y cuando la vi sola me alegré, pero luego la noté triste, el gilipollas la había dejado plantada. Le compré un latte y es todo, que allí apareció él como todo un salvaje a darme puñetazos... Y ya te sabes el resto. Quedé sin habla, mi cerebro no podía comprender todo lo que me estaba diciendo Francisco, me era demasiada información. Todos estos cincos años ¿entonces Walter solo fingió todo este tiempo? Y Joselyn... —Joselyn... Mi querida y loca prima siempre fue sincera con respecto a sus sentimientos. Tanto que... ¿Ha sido capaz de ocultar golpes y maltratos? Francisco me veía en silencio, se notaba igual de preocupado y si era cierto lo que decía... Puedo entender el porqué estaba algo extraña estos últimos días en los que muy poco la veía o me hablaba. —Esta bien, sólo... No le digas nada —pasó su mano suavemente por mi brazo—. Ponle más atención, fíjate de lo que habla con ese tal Walter, si es posible... Discretamente cuando estén solos, observalos. Sabrás que no te estoy mintiendo. Ella realmente me preocupa, y es una chica muy encantadora, no merece eso. Salí de la cocina en total silencio, en uno donde me sumergía en algo parecido a un estado de shock. Mi mente divagaba en esos días en los que ella no estaba en casa, y todo me resultaba más lógico, la razón de su comportamiento... Y yo nunca le presté atención, seguramente ha de sentirse muy sola, deseando recibir amor de alguien que... Solo la ha estado lastimando. Apreté mi mandíbula cuando me senté nuevamente con los chicos; Antonio me buscaba la mirada mientras me hablaba de una de las fórmulas que le había explicado el profesor, pero vacilé en mi mirada pues las ganas de llorar me las estaba aguantando. Me sentía culpable, una mala amiga y una mala prima. —Bien, por ahora me retiraré. Nos vemos en la próxima clase, gracias por todo, profesor. Hasta luego. Tomé mis cosas y me dirigí a la puerta. —Ah... Aún nos quedan veinte minutos. Supongo que —el profesor se detuvo en mis ojos— tienes cosas que hacer, si quieres puedo darte un aventón... —No —manifesté de prisa—, gracias, pero me iré por mi cuenta. Abrió la puerta y vi por el rabillo de mis ojos que Antonio se levantó con su mochila, creo que venía para irse conmigo; sin embargo, al parecer el profesor lo detuvo. *** En casa había un silencio fúnebre, entré a la habitación y vi a Joselyn enrollada con el edredón aunque algo me decía que no estaba durmiendo. Dejé mi mochila en el suelo, me quité los zapatos y me acosté a su lado, la abracé. Al rededor de unos segundos ella se bajó el edredón. —¿Y eso? Tenía los auriculares puestos, me miró extrañada ante mi repentino abrazo. —Nada, es solo que quiero que sepas que te adoro, no importa nada más. Eres la mejor amiga y prima que Dios me ha regalado. Y te mereces lo mejor del mundo. —¿Estas enferma? ¿Te vas a morir o qué? Me hizo sonreír. —No, —la abracé más— pero quiero recordartelo, porque te adoro. Cuentas conmigo para lo que sea, siempre me tendrás. —Entonces solo abrázame más fuerte. Se terminó de voltear en cucharita, y volvió a subirse el edredón hasta la cabeza, allí la abracé por un rato largo, tanto que ni cuenta nos dimos que nos quedamos dormidas así. *** Llegó el lunes. El sol se rehusaba a darnos su resplandor, todos estos días había estado muy nublado y el frío era un poco más intenso. Joselyn no me había mencionado nada más de Walter, incluso cuando le preguntaba por él solo me decía que estaba bien, luego me cambiaba él tema de conversación. La preocupación por ella no me hacía estar nada tranquila. Apenas la veía agarrar el teléfono y como podía me las arreglaba para tratar de ver lo que hacía, aunque no pude ver ninguna conversación con Walter. Deseaba con todo mi corazón que fuese mentira lo que me había dicho Francisco, solo así no sentiría miedo al saber que mi prima es un víctima. Debía esperar más, eso era lo que más me irritada, el no poder hacer nada y solo observar en silencio, encontrar algún hecho en el que pueda intervenir o inspirarle confianza para que ella sola me diga lo que está sucediendo. Al finalizar la clase, debía ir a realizar mi servicio comunitario social, actividades para aportar nuestra ayuda en beneficio y mejora de la Universidad, cosa que debía cumplir sí o sí. No sabía si alguien más estaría conmigo, pues al momento de firmar no vi a nadie más. Uno de los conserjes me dejó el carrito con las latas de pintura, brochas, guantes y todos los implementos que iba a usar para pintar el salón. Tomé la braga drill y me la puse encima de la ropa que llevaba puesta, era de color azul oscuro. En total silencio, y sin nadie más procedí a pintar la primera pared. De esos momentos en que estás concentrado haciendo algo, y comienzas a reflexionar, así me estaba pasando. Y Jos era la idea principal del tema en mi cabeza. —Dos son mejor que uno ¿no crees? Aquel acento francés mezclado con el español me hizo expandir mis ojos y voltee para confirmar que no estaba alucinando. —Terminaremos todo esto rápido. —Él terminó de subir el cierre de su braga drill la cual era del mismo color que la mía. Me mostró una sonrisa genuina, una que me causó un recorrido de escalofríos en el cuerpo. «¿Qué demonios...?» —¿Y cómo es que...? ¿No debería de estar dando clases? —lo veía desconcertada. Él se paró a mi lado y destapó otra lata. —Los profesores también podemos realizar actividades comunitarias. Me voltee para ver si aparecía alguien más, aunque nadie llegó, sólo estábamos nosotros dos. Me parecía todo muy extraño, pero no dije nada más. —Bueno, así terminaremos más rápido. —Repetí haciendo una sonrisa forzada. Ahora estaba incómoda con él a mi lado. No entendía cómo es que llegó al mismo lugar que yo, ante eso preferí dejar de sobrepensar, justo en ese momento, él habló. —¿Estás bien? —¿Ah? —Desde que te fuiste de las tutorías, incluso ahora sigues luciendo así, —señaló mi rostro— muy marchita, triste. Solté un suspiro largo. —¿Tan evidente es? —Puedo notarlo. ¿Qué tal si te desahogas conmigo? No estamos en clases, así que puedes verme como un amigo más. —Su tono amable me brindó confianza. Estaba siendo amable, su semblante era muy noble a diferencia de cuando estaba en su casa con Antonio. —Estoy preocupada por mi prima, creo que su novio no es lo que pensaba, y yo solo quiero verla feliz, aunque aún ella se está encerrando en sí misma. —Ten paciencia, sólo se atenta y ábrete más con ella, así podrá sentirse más segura para decirte lo que le pasa realmente. —Supongo que tienes razón... —volví a suspirar, para morder mis labios— debo ser paciente. —Por otro lado, tu deberías dejar de suspirar y... Me sobresalto cuando siento que pasa la brocha llena de pintura fría por mi cachete. —¡Oye! —exclamé. Por impulso y molestia le hice lo mismo en la cara, pasandole por un lado de su mandíbula y cuello. Él quedó boquiabierto, y yo igual, ambos nos miramos por un momento, a la expectativa y con el suspenso de lo que acababa de pasar hasta que, él sonrió. —Que vengativa... —murmuró asombrado. —Disculpe profesor, fue un impulso... Y ¡Zas! Otro brochazo, en el cuello. —No estamos en clases, llámame Guilles. —Dijo como si nada, estaba aguantando las ganas de reírse. Abrí la boca indignada, y verlo actuar así me contagió la risa. —¿Ves? Sonreír es tu mejor accesorio, y luces mucho más bonita. Mantuve mi sonrisa al escucharlo. ¿Y cómo no hacerlo? Tuve que rezar internamente para no sonrojarme y que él no lo notara. Me voltee y rápidamente le di un brochazo en su cuello y me alejé a un metro de él. —¡Estamos a mano! —expresé excusandome. Arqueó sus cejas y subió una de la comisura de sus labios. —Sigamos. Le estaba sonriendo a la pared con mi boca cerrada, ya parecía una tonta, pero me estaba gustando estar aquí. El carrito con las latas de pintura estaba en el centro, me acerqué a mojar la brocha justo cuando él hizo lo mismo. Lo miré examinándolo de que no fuese a hacer algún acto de guerra, pero levantó su mano como inocente y me dejó mojar la brocha. Supongo que ya acabó el juego. Me di la vuelta para seguir, y un brochazo frío por mi nuca me hizo soltar un "¡Dios santo!". Él saltó en carcajadas y me voltee seria, esto no se iba a quedar así. Me declaró la guerra, y yo no me doy por vencida tan fácil. En ese momento dejé de pensar en la preocupación que tenía con mi prima, mi espíritu afligido se fue para dejarme divertir con este francés tan demente que estaba dándome brochazos de pintura como yo a él, donde las risas y carcajadas no dejaron de cesar, ambos lucíamos como dos locos, dos locos llenos de pintura de pies a cabezas. —Que mala eres, no te quedas con nada, eh. —¡Tú empezaste! Jah. —Dije con ironía y asombró dramático. Estábamos frente al carrito, ya ambos pedimos tregua cuando nos cansamos y vimos que ya estábamos más que empapados de pintura. —Que loco... —susurré entre risas. —¿Cómo me llamaste? —Él se inclinó a mi rostro invadiendo mi espacio personal, otra vez sentí el calor subirme. Sus ojos tan cerca de los míos, no eran buenos para mí, mí corazón no quería controlarse, no me hacía caso. Di un paso hacia atrás de golpe para romper aquella tensión, pero la suerte por tropezar estaba echada para mí, pues mi pie se resbaló con el periódico que estaba en el suelo para evitar mancharlo. Otra caída que pasaba ante él. Aunque... Como si fuese una película, una vez más me atrapó. —Estoy comenzando a sospechar que tu hobby es tropezarte. —Me dijo sonriendo mientras me sostenía, con aquella mirada perspicaz. Entreabrí mis labios, nerviosa y sorprendida, sin saber qué decir o qué hacer, más que solo perderme en sus ojos.
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