14 - Tutorías

1951 Words
No entendía lo que estaba sucediendo con esos dos (Joselyn y Walter), pero al salir de la estación le dije que nos iríamos a parte y que él se fuese a su casa, mejor sería hablar después, para que las aguas turbulentas se calmen primero. Camino a casa, el teléfono de Jos no dejaba de sonar. Notificaciones de mensajes llegaban uno tras otro. —¿Quien es? ¿Walter? «No digas lo que estás pensando, Tamara, no lo digas...» —¿O Francisco? —no pude contenerlo. Ella me dio una mirada seria para luego voltearme los ojos. —Es Walter. Mira, ya lo dije en la estación —se cruzó de brazos—, esperé por dos horas y media a Walter, apareció casualmente Francisco y me estaba saludando, pero supongo que hice mal... Seguramente si hubiese sido al revés también me hubiese enojado y malentendido todo. Ella guarda silencio y su teléfono nuevamente vuelve a sonar otra vez como si fuesen balas, una notificación tras otra. —Walter tiene razón y lo entiendo, yo hice mal, otra vez. Así que no te enojes con él. —Independientemente, no debió actuar así... ¿Viste como dejó a Francisco? Pobre hombre... —murmuro mirando por la ventana. —Francisco... Él sabe que tengo novio ¿por qué se quedaría a conversar conmigo? Él se lo buscó, no le pedí que se quedara. La miré de reojo y apreté mis labios. Todo se había vuelto un caos, donde se suponía que iban a tener un día juntos, y nada de eso pasó. En casa Joselyn no me dirigió la palabra ni siquiera para cenar, solo tomó su plató y se fue a la habitación ignorandome por completo. No quería hablar, le pedí que me explicara a detalles; sin embargo, se limitó a decir que Walter tenía razón y ella otra vez arruinó todo. El comportamiento de Jos me daba mucho que pensar ¿por qué se comporta así? ¿Se victimiza o evade él tema? Resoplo y me recogo él cabello en una coleta. Mientras como, mi teléfono recibe una llamada de Maro, al no atenderle me manda un mensaje. "¿Está todo bien? Me quedé preocupado, no dudes en llamarme si necesitas algo. Por favor." Le respondo: "No te preocupes, solo estoy ocupada. Nos vemos en la uni, que tengas buenas noches." Mandó otros mensajes, que no quise ni ver más, estaba muy estresada. *** Al día siguiente me reuní con Antonio porque habíamos quedado en ir juntos adonde el profesor Guilles nos había citado para darnos las tutorías. —Desde temprano te he visto algo marchita ¿pasa algo? Puedes usarme como tu diario —dijo en tono divertido— ¿O prefieres que pasemos a nuestro Refugio Verde? Su actitud tan amable y optimista me hizo sentir cómoda, haciendo que le diera una sonrisa. —Ayer tuve un día largo y estresante... Mi prima otra vez se metió en problemas con su novio, y está en ese modo el que no dice ni una palabra. —Uff, peleas de pareja —resopló y cambió de lado de la acera para quedar él en la orilla—. Seguramente después se arreglan ¿tienen tiempo juntos? —Cinco años —él soltó un sonido lleno de asombro—, y piensan casarse, aunque todavía no tienen nada en concreto. —Esos seguramente se arreglaran, tantos años no creo que sean en vano. —Tienes razón... Bueno —miré en ambas direcciones frente a nosotros, habían dos calles separadas— ¿izquierda o derecha? Antonio revisó en su teléfono. —Derecha. En el departamento que está en la esquina, ya casi llegamos. Él iba contandome anécdotas chistosos que le habían pasado junto con Marco y Maro, aunque la mayoría de las historias eran más con Marco ya que Maro tiene su otro grupo, cosa que me hace recordar la doble vida que tiene con todos... Que triste, porque sinceramente son dos chicos muy agradables y amables, Antonio me habla muy bien de su amigo Marco, pero cuando se trata de Maro... Suele ser más corto en palabras, y no lo culpo, seguramente él puede presentir que algo no está bien. —¡Aquí es! —Antonio confirma que es la dirección exacta y procede a tocar el timbre. —Hemos llegado... Que lindo departamento. —Comento mirando a detalles toda la fachada. Justo cuando iba a tocar la segunda vez el timbre, la puerta principal se abrió. Salió a nuestro encuentro el profesor Guilles con una sonrisa pequeña. Lucía como recién duchado, cuando Antonio me hizo un gesto para que pasara primero, fue que me acerqué y lo vi mejor. Cabellos mojados, piel fresca, y un aroma agradable y sutil que acarició mi olfato. —Hola, chicos. No hubo ningún inconveniente en el camino ¿verdad? —Hola, profe. No, la dirección que nos proporcionó fue precisa, y ambos llegamos sin ningún problema. La verdad es que, Tamara es buena compañera —Antonio volteó a mirarme— ¿deberíamos hacer un club de turistas? Mis ojos se iluminaron, porque no amaría algo más que poder recorrer el mundo, viajando y conociendo todo lo que pueda, y eso Antonio lo sabe, y si mal no recuerdo el profesor también, no recuerdo bien, suelo decirle a todos que amaría viajar hasta recorrer el mundo; así que si le dije no creo que lo recuerde. —¡Por supuesto que me encan... —estaba a punto de responderle a Antonio cuando el profesor me interrumpió. —Vale, pueden pasar adelante. Les mostraré donde estaremos trabajando... Que no es tan grande, pero vivo cómodamente aquí. Si hay algún desorden me disculpan, no he tenido el tiempo suficiente para hacer una limpieza a fondo y bueno... Hice un puchero al ser interrumpida tan abruptamente, pero al entrar y ver todo por dentro quedé tan sorprendida como Antonio, ambos nos miramos llenos de sorpresa. Todo pulcro... ¿Desorden? ¿Tiempo sin limpiar? Pero si todo luce como recién fabricado. Me quedé tan impresionada por su dedicación a tener el hogar tan limpio y ordenado, cada cuadro y cada decoración estaba perfectamente en orden creciente, y por más que buscara algo mal puesto o algún rastro de polvo o mancha, no encontré nada. «Vaya... Esto no ayuda, ahora se suma algo más a su lista de virtudes. Puedo entender más el porqué las mujeres enloquecen por él». Dejo de pensar en eso cuando Antonio se me acerca y me susurra: —Creo que nuestro profe perfecto tiene TOC. Lo susurra con cierto tono burlón, ya que todos lo ven como alguien intachable y perfecto. Así que me río por lo bajo con él. —Y no tengo TOC, si eso creen. —Nos alerta su voz detrás que viene con su maletín, había escuchado, y apenada decido dar un paso adelante— Solo me gusta el orden, me causa armonía. Antonio me da una mirada llena de complicidad y se vuelve a juntar conmigo. —¿Ustedes son muy amigos, no? Los noto que suelen andar juntos... Él nos indica que lo sigamos y nos dirigimos por un pequeño pasillo que nos lleva a un pequeño espacio abierto tipo patio, bastante agradable y verdoso. —Tamara ha sido lo mejor que he conocido en la Universidad, así que agradezco mucho más que tú —me dice con ojos saltones— el hecho de que hayas ganado esa beca. —Que exagerado, Antonio... —digo con una sonrisa. —De acuerdo, entonces espero que sepan mantener la discreción, —de pronto su tono vuelve a ser serio y hostil— no me gustan las distracciones y el desorden ¿vale? ¿lo han entendido? Asiento y Antonio a mi lado afirma. El profesor Guilles se detiene a observarnos, examinandonos de manera directa, mientras saco mis cuadernos y materiales de estudio lentamente, lo miro desconcertada. —Vale... ¿Antonio es tu nombre, cierto? —pregunta sujetando su mentón. —Sí, Antonio Valladares. —Valladares, mejor será que te sientes a este lado. —Señaló en donde está él sentado— Así evitaremos distracciones. Antonio siguió su orden sin decir nada más y el profesor se sentó en el extremo de la mesa rectangular. Antonio quedó en frente de mí. "¿Soy yo o está más serio que en la uni?" Le mandé aquel mensaje a Antonio por teléfono y le di una mirada llena de curiosidad. Él inmediatamente me respondió. "Definitivamente lo está". —Y evitaremos el uso de los móviles. —Extendió su mano en señal de entregarles nuestros teléfonos. —¿Es en serio? —pregunté ante su afán de ser tan obstinante. —Si quiero que sean los mejores en química aplicada, sí, es en serio. —Respondió con su mirada fría en mí. Esta mirada no era la que me había dedicado en el momento que estábamos en la piscina, pero ni un poco. ¿Por qué está siendo tan frío? Sin más opciones le entregué mí teléfono y procedió a explicar desde el principio. En el momento de la explicación volvió a su faceta de profesor atento y comprensivo, respondiendo la más mínima de las dudas, incluso hizo algunas bromas y luego de los primeros treinta minutos hicimos una pausa para comer algunos macarons, los cuales estaban riquísimos. Tanto que no pude evitar contener un inspirador "Mmm" Cuando mordisqueaba. El profesor me veía y sonreía ante mi reacción. —Tengo más en el refrigerador, así que si deseas más... —No quiero parecer abusadora ni nada profesor, pero esto está acariciando mi paladar. Obvio quiero más... Y disculpe la molestia de esta chica sinvergüenza. Antonio soltó unas carcajadas y agregó. —Es mucho dulce para tu organismo, señorita futura nutricionista. —Shss, ¿no sabes que es de mala educación desperdiciar la comida? El profesor se levantó y al rato volvió con más macarons, mis ojos se iluminaron al ver esos coloridos bocadillos llenos de suavidad y dulzura. El timbre de pronto sonó, a lo que el profesor salió a ver de quien se trataba. —El profesor Guilles es muy inteligente, es una completa bendición que nos esté ayudando. Dicen que tiene un coeficiente intelectual muy alto a comparación del resto... Ahora entiendo porque tan joven es profesor. Fui bajando la velocidad al masticar mientras escuchaba lo que me decía Antonio. —Sabe muchos idiomas y es bueno en matemáticas; no obstante es súper ordenado y meticuloso, además de lo tan popular que es. —Wow... Que cerebro tan bendito ¿no? —comenté cuando de pronto lo veo entrar con alguien más. Ese alguien más me mira y trago grueso cuando reconozco a Francisco. Tomé un poco de agua para evitar ahogarme, cosa que estaba a punto de hacer. —¿Tamara? —me dice a medida que se acerca. —Francisco... Antonio me mira desconcertado. —Están recibiendo tutoría. —Corrobora él profesor— Vale, Antonio él es Francisco, mi amigo. Ya Tamara te conoce. Luego de presentarse con Antonio, ambos se van un momento a la cocina. Aún tiene parte de su rostro enrojecido y unas pequeñas curitas. Me lleno de vergüenza y hasta se me quitaron las ganas de seguir comiendo. Antonio estaba a punto de interrogarme cuando aparecieron ambos, el profesor se sentó en su lugar y Francisco se acercó a la mesa. —¿Podemos hablar un momento? —me pregunta Francisco, y miro al profesor esperando su respuesta, pero me sorprende que acepte y me deje ir— Debo decirte algo. Esas palabras nunca me han gustado, me causan un estrés muy grande, tanto que no me deja quieta. Inmediatamente comienzo a morder mis labios.
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