No podía dejar de sonreír y todo era debido a un nuevo recuerdo que atesoraré para siempre.
«Sonreír es tu mejor accesorio, y luces mucho más bonita».
Quien diría que las palabras de mi profesor francés de Anatomía Humana me harían eco en la cabeza desde el momento en que las dijo, y no se cómo lo hizo, pero logró cambiar mi estado preocupado a uno más calmado y sonriente.
Sonreír es medicina, o al menos eso me lo decía mucho mamá cuando vivía con ella. En aquel entonces dudaba si aquella frase fuera cierta, pero la verdad es que cuando se hace espontáneamente te logra dar una especie de alivio, quita la ansiedad y desaparecen los sobrepensamientos. Y hoy, gracias a él, a ese lindo profesor que apareció de la nada, me ayudó a sentirme mejor para así poder animar y también ayudar a mi mejor amiga, mi prima Joselyn.
—¿Estabas en la universidad o jugando carnaval? —preguntó al verme sentada en el sofá con todos mis cabellos llenos de pintura, no en excepto, pero si era bastante evidente.
Había llegado tan exausta que me quedé semi acostada por diez minutos hasta que ella salió de su habitación y me miró con una mueca burlona.
—Bueno... Estaba realizando servicio comunitario, y me divertí un poco. —Finalmente me levanté de un brinco— ¿Todo bien?
—Ajá. De hecho, estoy por preparar algo de espagueti para Walter.
—¿Cómo? —me detuve a esperar el contexto de su respuesta.
—Ya decidimos olvidar todos los problemas. Así que, le llevaré su comida favorita al trabajo.
—¿Puedo ir contigo? —desconfíaba y no me gusta la idea de dejarla sola con el.
Me dio una mirada llena de ironía. —No, iré yo sola. Será incómodo, además es una sorpresa para él.
—Pero si quieres yo te espero desde lejos. Déjame ir contigo, anda, anda, ¿sí? —traté de poner mi mirada de piedad y jalé su brazo intentando convencerla.
—¡Ay, está bien! Ve a bañarte, y arréglate. Te ves espantosa.
—No es cierto. Tengo esto —señalé mi sonrisa— mi mejor accesorio.
Ella me miró sin expresión por unos segundos hasta soltar unas carcajadas.
—Oh sí, claro, claro.
Me fui a bañar. Llegaban esas escenas a mi cabeza, el momento en el que casi caigo pegando mi trasero al suelo, casi, porque Guilles me sostuvo, una vez más, a tiempo.
Cuando nos quedamos perdidos en el contacto visual, se cortó con el sonido de una llamada entrante que nos sorprendió. Era una llamada para Guilles, el profesor, quien me pidió unos minutos y atendió.
Comenzó a hablar en francés, no tenía idea de qué podía estar diciendo, pero con sólo escucharlo mis oídos agradecían su acto de presencia.
—Era mi hermana... —me dijo, limpiando un poco de pintura que tenía debajo de sus cejas.
—¿La misma que confundiste conmigo debajo del Ginkgo? —solté unas risitas y él me siguió igual.
—La misma y única. Un día de estos la conocerás... Es muy risueña y amigable.
Adelantamos bastante trabajo mientras conversabamos sobre nuestros familiares, hablamos con mucha confianza y tranquilidad, esa manera de fluir me gustó mucho. De repente, terminamos por poner las brochas en el carrito, quedando frente a frente.
—¿Aceptas ser mi invitada? —mis ojos subieron y se fijaron en los de él. Quedé helada— Me encantaría disfrutar de tu compañía en una cena. Ya sabes... Después de mucho trabajo es necesario alimentarse bien, como futura nutricionista lo sabes.
—Ah, sí, tienes razón... —soltaba cada palabra con torpeza, no estaba preparada para recibir esa invitación.
Alzó las cejas y sonrió esperando mi respuesta.
—Ah, claro. Podemos ir a cenar.
Ni siquiera se porque acepté de inmediato, ni tampoco porqué repetí dos veces "Ah". Es decir, si quería ir, pero a la vez no.
¿Que pasaría si alguien de la universidad me llegase a ver con el profesor de Anatomía? Me podría meter en problemas, no sólo con los externos sino con el mismo Guilles. ¿Por qué querría él salir a comer conmigo? Es tan amable que me asusta.
Me asusta, pero... ¿Me gusta? ¿Le gusto?
—Genial, entonces paso a buscarte a tu piso ¿vale? Mmm a las 7.
Él se da la vuelta para buscar su mochila. Dejo salir un poco de aire de mi boca y la aprieto. Desvío la mirada y procedo a tomar el carrito.
«¿Qué acaba de pasar?»
¿Que me pasa?
Termino de ducharme y salgo a vestirme de manera rápida. Mientras me pongo los zapatos escucho un grito por parte de Jos.
—¡APÚRATE, O ME IRÉ SOLA!
—¡YA VOY, YA ESTOY LISTA!
Salgo casi que corriendo y tomo por ambos hombros a Joselyn mientras voy detrás de ella como si fuésemos un trencito hacia la puerta.
Vamos en el taxi en dirección al trabajo de Walter, miles de pensamientos se hacen presentes, y solo espero que no pase nada raro, que lo que me dijo Francisco no sea verdad.
Nos bajamos y ella entró para ir al área donde trabaja Walter, es como una fábrica de productos deportivos. Yo me quedé sentada en la sala principal, aunque no podía seguir un segundo más allí, así que me levanté e intentando husmear lo que sucedía con esos dos, me acerque más.
La vi desde la esquina, no se exactamente que estaba haciendo Jos que aún no tocaba o abría la puerta... ¿Estaba hablando sola? ¿Qué... Está practicando?
Me reí un poco, hasta que de golpe la puerta se abrió, salió el.
—¿Joselyn? ¿Qué haces aquí?
La mirada de Walter era de completo desconcierto y asombro, obviamente no se lo esperaba. Pero, quien se sorprendió también fui yo, porque no vi ningún gestó de amor o alegría en él.
—Quería sorprenderte, te traje tu comida favorita. —Ella le entregó la lonchera.
—Ah, gracias... Aunque, ya comí.
«Imbécil, al menos dale un beso en la frente, acaricia su cabello o ¡abrázala! Ella se esmeró con mucho cariño»
—Bien...
—Si...
—¿No me darás ni un beso?
No puede ser... ¿Tuvo que pedirlo? Joselyn... ¿Ese es Walter? He vivido engañada todo este tiempo.
—Lo siento, es que aún estoy muy sorprendido. —Finalmente le dio un beso en la mejilla— Gracias, querida.
De ahí se dijeron unas cosas y se despidieron. Me sorprendió lo insípido que fue, y me dejó estresada ver eso.
Volví a mi asiento, Jos se acercó con una sonrisa pequeña pero, aproveché para ir al baño. Voy, termino, salgo y lavo mis manos, en eso escucho a dos chicas quienes entran cuchicheando.
—¿Viste la cara de Walter? Que risa, el pobre es moreno y ha quedado más blanco que la porcelana.
—Es que nadie se esperaba eso, vamos, que nunca había venido su noviesilla. Que si hubiese llegado antes... El lío de la hostia que se forma.
Ellas se ríen mientras chismorretean y yo solo quiero saber el porqué dijeron eso. ¿Qué hubiese pasado?
—¿Quien crees que hubiese ganado la pelea? —se carcajea— yo digo que la pelirroja.
Me quedo impactada.
—La pelirroja se ve muy alborotada, pero como dicen que perro que ladra no muerde... Le voy a esta, a la noviesilla.
Como si leyeran mi mente siguieron hablando, respondiendo a mis sospechas, pero no quería asegurar por completo lo que acababa de oír. Puede ser una amiga y de seguro lo malinterpretan, no creo que cinco años no signifiquen nada para Walter, quiero tener un poco de confianza en él, por Joselyn y lo tan enamorada que está.