Él iba conduciendo, luciendo tan fresco y seguro, mientras yo aún trataba de recuperarme del susto. Del auto que casi me lleva, y luego esa cercanía tan repentina que hizo al jalarme, mirarlo tan de cerca fue... Como detener el tiempo y los latidos de mi corazón igual.
Pude detallar cada detalle de su rostro, que tan perfectos me parecieron dejándome en el espacio astral.
Con razón la mayoría de las mujeres en la Universidad se vuelven locas cuando lo ven. No lo había observado con detenimiento y sin estar enojada, pero ahora que lo he hecho... Campanas sonaron en mí interior.
Dios... Que profesor tan atractivo tengo.
Sonrío levemente y volteo a mirar por la ventana.
—Iremos primero a los posibles sitios que creo que pueden estar, es en donde él más concurre.
—Perfecto. En cambio, Joselyn no tiene sitios fijos, ella es muy variante. Le encanta probar cosas nuevas, es muy...
Me quedé callada, pensando en que se había desaparecido con un total desconocido, dándome la razón en que le encanta probar cosas nuevas.
Él soltó unas pequeñas risitas.
—Tranquila, te entiendo muy bien. Mí amigo es igual de loco, aunque no tanto. Más que yo, creo que sí —movió un poco de lado su cabeza, pensativo.
Incluso su acento... Qué bien suena, ese tono, su graciosa pero tierna pronunciación. Me encanta.
Suelto una pequeña risa, y me tapo la boca por instinto, apenada porque no pude ocultar aquella risa.
—Sueno gracioso, lo sé. ¿Te molesta mi acento?
—Para nada —volteo a mirarlo—, me gusta.
Sonreí, y el volteó a verme, también sonrió. Pero rápido se enderezó pues iba conduciendo.
Volví a mi realidad y me gire a la ventana pensando en... ¿¡Qué demonios acabo de decir!? No quiero que piense que soy otra más del montón de su club de fans.
***
Pasamos por dos de los pubs a los que suele ir su amigo Francisco, luego (ambos avergonzados) decidimos pasar por un hotel que también suele recurrir, quedamos en que primero se bajaría y preguntaría él, y luego haría yo lo mismo. Sin embargo no estaban allí.
Por último acabamos yendo a un karaoke, tampoco encontramos nada.
—Ahora sí que no tengo idea... ¿Dónde crees que pudieron haber ido?
Me cruzo de brazos, pensativa y buscando posibles lugares, pero noto como cada mujer que pasa no disimulan sus miradas con el profesor.
Me molesta como no son de discretas, así que le digo para ir al auto.
Él accede y me acerco caminando a su lado. Volteo mi mirada hasta el hombro y giro mis ojos hacia ellas, volteandoselos.
Y riéndome, salimos.
Guilles saca el teléfono de su bolsillo ya que recibió una llamada.
Deprisa me paro al frente de él cuando lo escucho decir en voz alta "¡Francisco!", tanto él como yo nos llenamos en asombro, eso mezclado con la desesperación de saber qué pasaba, y dónde estaba la loca de Joselyn.
—Okay, ya vamos para allá. Esperen.
Finalmente cuelga y yo, luego de morder mis labios, le caigo encima con preguntas.
—¿Están bien? ¿Ella está con él? ¿Dónde están? ¿Que pasó con sus teléfonos que no atendían?
Me pone ambas manos en mis hombros y me mira directo a los ojos.
—Tranquila, ellos están bien. Ya vamos a buscarlos.
Nuevamente vamos a su auto, ya esto me parece una película de acción, tipo Búsqueda Implacable... Pero una versión más aburrida y con un simpático francés que está medio loco.
No se a dónde vamos, pero ambos vamos en total silencio. No paro de morder mis labios, y mover mí pierna.
Él parece darse cuenta, y enciende el reproductor con la misma música que antes había oído en francés.
—Calma, ya todo se ha solucionado, Tamara. —Dice poniendo su mano en hombro.
Cuando pronunció mi nombre, puedo afirmar que sentí algo de calma. Él me transmitió calma, más cuando sonrió.
Así que respiré despacio y logré controlar mi pierna, sin embargo, me era difícil controlar esa manía por morderme los labios.
—¿Cómo se llama esa canción?
—Si jamais j'oublie
Él habló en francés, lo hizo, y aunque sólo fue una corta frase, juro que mis oídos se harían adictos a solo escucharle.
—Si alguna vez olvido, sería en español.
Lo repetí en mi mente, quería recordarla para luego buscarla en internet más tarde, luego que busquemos a los desaparecidos y que le haya dado una buena lección a la irresponsable de mi prima.
Como para complementar, justo recibí una llamada y cuando vi qué era de Walter, no sabía qué hacer.
Miraba el teléfono, y nuevamente mi pierna subía y bajaba rápido.
—¿Pasa algo? ¿No atenderás? ¿Puedo ayudarte? —agregó el profesor Guilles, quien notó otra vez mis nervios.
—Es que... —me detuve a pensar.
Si le digo que es el novio de mi prima sería mucho más vergonzoso, ¿qué pensará que es? ¿Una loca que se va con cualquier hombre la primera noche a pesar de tener novio? ¿Una cualquiera? Además que podría pensar que yo también soy así... Bien dicen "dime con quien andas y te diré quien eres", aunque ella es mi prima... Somos familia, diferentes cien por ciento, pero lo más probable es que piense que somos iguales.
No, mejor no digo nada.
Debo cuidar la reputación de ambas.
—Nada, es solo un compañero de clases al que olvidé pasarle algunos apuntes.
Ajá, mentí, y aunque no soy tan buena para eso, espero que se haya creído lo que le dije.
—Bien...
No sonó muy convencido. Pero al menos no me indagó más.
Walter dejó de llamar. Suspiré de alivio cuando cesó.
Esta gente me va a matar de los nervios.
Una por irse a no se dónde, y el otro queriendo saber de la existencia de la otra. Ya no se que más decirle, si en el transcurso de todas mis clases me enviaba mensajes y no tenía más que mentirle o despistarlo.
Ojalá y Walter no piense nada malo.
—Aquí es —dijo el profesor cuando llegamos.
Me bajé lo más rápido que pude, pero me detuve en seco al ver el lugar en dónde habíamos llegado.
«¿Qué diablos es esto?»
Era como una cabaña, pero una bastante deteriorada, llena de desorden, basura y por alguna extraña razón... Agua en todos lados. Hasta los árboles al rededor... Tenían...
—¿Eso es papel higiénico? —preguntó para mi misma, tratando de ver bien, ya que mi vista ultimamente no hace más que empeorar a la distancia. Sin embargo, el profesor me respondió.
—Eso parece... —él suena tan asqueado como yo.
Luego de barrer el lugar con mi vista mediocre, me fijo en quien viene saliendo de la pocilga esa.
Joselyn.
—¡Tamara! ¡Mi amor! —me grita corriendo hacia mi con una gran emoción y sonrisa, la cual se la quitaré al llegar a casa.
Está despeinada, con la ropa sucia y con una cara de recién levantada.
Sus ojos se iluminaron al verme.
«¿Mi amor? Amor mi trasero, Joselyn»
Camino decida hasta ella y le doy un abrazo, uno con ganas de estrangularla pero, debo disimular ante el profesor, así que le doy el abrazo más apretado que puedo, con ese instinto de querer matarla por todo lo que me hizo pasar.
—Yo también te extrañé, primita... Pero, por favor... Me estás asfixiando —dice quejándose entre mis brazos.
—Ay, cariño, perdón por abrazarte tan fuerte —pongo mis manos entre su rostro y la apreto fuerte—, es que me tenías muy preocupada.
Arrugo mi expresión; ella sabe que estoy enojada.
El profesor se ríe al vernos.
—Ah, Francisco está dentro —le señala, entredientes Joselyn a él, quien está en el umbral de la puerta— no ha despertado aún.
Me confundo al escucharla.
—¿Pero no fue él quien llamó? —pregunto.
—No, fui yo. Agarré su teléfono...
No entiendo lo que dice porque tengo su rostro entre mis manos, apretando sus mejillas haciendo que se le dificulte hablar.
—¡Habla bien! No te entiendo.
—Si, me sueltas...
—Ah, cierto.
Así que la suelto.
—Tomé su teléfono ya que el mío se descargó. Y el de él no tenía señal. Por lo que tuve que caminar como una loca hasta conseguir señal cerca de un árbol, atrás.
Cuando veo al profesor Guilles traer en su espalda a su amigo, quien luce más muerto que vivo.
Arrugo mi entrecejo. —Uy, ¿qué le pasó? —pregunto al ver su aspecto tan diferente al de la noche anterior en la cena.
—Tamara, ayúdame abriendo la puerta de atrás, por favor. —Agrega el profesor, haciendo una expresión de esfuerzo. Al parecer su amigo pesa bastante...
Luego de ayudarlo, él acomoda a su amigo como mejor puede y lo escuchamos balbucear y decir cosas sin sentido.
—Pobre, está tan ebrio que ni sabe quien es. —Agrega Joselyn y yo me acerco a su lado.
—Tu y yo tenemos que hablar al llegar a casa. —Le susurro al oído.
—¡Aish! Me dio escalofríos. —Dijo ella alejándose, cual criminal fingiendo demencia.
El profesor cambia su expresión, se ve muy serio. Y es que lo entiendo, estamos en la misma posición al tener que cuidar a dos adultos irresponsables.
Él conduce hasta dejarnos en la entrada de nuestro departamento.
—Gracias por todo, profesor. Vayan con cuidado.
Me despido con la mano, y él solo me sonríe y asiente.
Se veía tenso.
Entramos a casa, y cierro de un portazo la puerta, con mis demonios internos a punto de estallar al exterior, con dirección a Joselyn, exactamente.
—¡Joselyn Lyz! ¿Qué diablos hacías en ese lugar con ese hombre en ese estado?
—Tamy, escucha, lo que pasa es que...
Ella va hablando y a medida que camino despacio hacia ella, va bajando el tono de voz. Hasta que le brinco encima y meto mis dedos entre sus cabellos, halándolos.
Ella grita pidiéndome que la deje explicar, pero necesito darle una lección para que aprenda a ser más responsable y me de ejemplo como mi prima mayor que es.
—¡No quise irme sin explicarte! ¡Lo juro! —ella exclama quejándose, implorando piedad.
—¡Debiste avisar antes de largarte con ese hombre que ni conoces!
—¡Puedo explicarlo, puedo!
—¡Ya el mal está hecho!
Y caemos al suelo, en horcajada me pongo encima de ella, mientras aún sostengo sus cabellos con fuerza.
Ella se queja, pero esto no va a terminar así tan fácil.