6 - Acercamiento

2493 Words
La tensión que cargaba era tan grande que no podía decir ni una sola palabra. Con una mano en mi pierna y la otra sosteniendo mi teléfono el cual encendía a cada rato para ver si llegaba algún mensaje de vida de la irresponsable de mi prima; se sentía como si los segundos fueran horas que transcurrían lo más lento que podían. Por el comportamiento tan liberal e irracional de Joselyn, siempre sin pensar, es que nos peleamos muchas veces, y la mayoría del tiempo soy yo la enojada ya que a ella le da igual, haciéndome quedar como la amargada y exagerada. Mientras el profesor Guilles iba conduciendo, una canción en francés cantada por una voz femenina a volúmen bajo era lo único que se escuchaba en el auto. Era relajante, y traté de enfocarme en aquel ritmo para quitar un poco la incómodidad y la gran molestia que llevaba encima. Hasta que de manera inesperada él empezó a reírse y voltee a verlo, confundida. —¿Perdón? Realmente eso me pareció raro y la curiosidad invadía mi ser. Acaso... ¿Se reía de mi? —Estaba recordando cuando te sorprendí en el Ginkgo... —¿En el qué? Él me dio una mirada rápida levantando una ceja, para seguir mirando al frente. —El Ginkgo Biloba, el árbol del jardín donde te sorprendí confundiendote con mi hermana, es que justo en ese momento quedamos en encontrarnos ahí. Ella también es estudiante, pero de Ingeniería Mecánica. Con que así se llama aquel árbol... Ni siquiera lo sabía. —A juzgar por tu mirada no sabías que así se llamaba. Pero tranquila, cada día se aprende algo nuevo —soltó unas risitas ligeras—. ¿Sabías que ese Ginkgo tiene más de ciento cuarenta años? es uno de los más veteranos de España. Es realmente increíble... Una especie muy fuerte. —Vaya... Sinceramente no lo sabía, pero ahora que lo sé me siento maravillada. —Si, es que no es para menos. Es una especie bastante fuerte, tanto así que incluso resistió las bombas atómicas sobre Hiroshima, en j***n. —¿De verdad? Eso no lo sabía, desearía ser como ese árbol... —comenté sintiéndome ya más relajada y al mismo tiempo reflexionando en lo que me decía. —Es una de mis especies favoritas, y estamos justo en su etapa frondosa —en eso se detuvo al hablar por un breve momento—. Lo siento, seguro ya te estoy aburriendo con estos temas... El sonrió apenado, y verlo así me transmitió mucha ternura. «Definitivamente tiene alma de profesor, aunque no lo parezca» pensé. —Oh no, no. No tienes que disculparte, perdón, —corregí inmediatamente— no tiene que disculparse, más bien debería ser yo por hablarle informalmente. Me reí para disimular un poco por mi atrevimiento en hablarle informalmente, pero es que se me hace algo difícil cuando luce tan joven como yo, además de todo el bochorno que pasamos en el jardín, en la enfermería y luego en el salón, y ahora, irónicamente. —Puedes hablarme como te sientas más cómoda, mis alumnos suelen tutearme como si fuera su mejor amigo, no tengo problema con eso. Su acento y tono me distraen un poco, llaman mi atención. —Ah, bueno, en ese caso, lo que iba a decir es que no tienes que disculparte, me gusta aprender cosas nuevas, buenas e interesantes... Como tu mismo dijiste, y acabo de aprender algo nuevo. —Terminé de decir, y luego repetí lentamente el nombre del arbol— Ginkgo Biloba... Sentí su mirada que sonreía mientras me veía pronunciar el nombre, y no me incomodó. La verdad me dejó muy curiosa por saber más acerca de la especie. Cuando finalmente llegamos a mi pequeño departamento, me bajé, recorrí el auto hasta quedar frente a la ventana de su lado y le agradecí. —Gracias por haberme traído, y nuevamente me disculpo por todo el rollo que pasamos... Y si llegas a ver a mi querida prima, por favor avisame. Me despedí con la mano, el asentía con una sonrisa genuina. Me voltee para seguir, pero me detuve cuando habló. —¿Por dónde se supone que deba avisarte? —el se reía levantando una de sus cejas. —Si es cierto, que tonta... Bueno... —lo pensé por un momento, y al final estuve de acuerdo, al final es mi profesor y seguro necesitaré aclarar dudas más adelante por las clases. Me acerqué nuevamente a su ventana y le dicte mi número de teléfono. —Ahora sí, perfecto, señorita Tamara. —Terminó de agendarme, y le dio en llamar, luego colgó— Ahora tú puedes guardar mi número, así podrás avisarme si sabes algo de mi amigo, o incluso si tu prima te dice algo. —Ah, pero cómo se escribe... —dejé mi mano en el aire sosteniendo mi teléfono, con algo de timidez. Él entendiendo lo tomó y escribió su nombre. Prof. Guilles Lamari. Se sentía un poco extraño intercambiar números de teléfono con tu profesor, quien luce tan absurdamente joven, y con quien cenaste sin tan siquiera conocerlo. Locuras de la vida que solo me pasan a mí, y mucho más cuando ando con mi prima, la auspiciadora de estas situaciones. Él se fue cuando ya acabamos de despedirnos y entré al departamento aferrándome a la pizca de fe que tenía en que Joselyn estuviese ya aquí. Sin embargo, no fue así. La muy loca no había llegado... Resoplé, miré por una vez más la pantalla de mi teléfono y me dejé caer en el sofá individual rojo que estaba en la salita. —Dios... ¿¡Dónde rayos te metiste, Joselyn Liz!? Alcé la voz mientras restregaba mi rostro con mis palmas. Definitivamente ella me iba a escuchar cuando se digne a aparecer. Y espero que no haya hecho alguna estupidez, que es lo que no puedo evitar pensar... Walter no se merece una traición, Joselyn es muy loca, y tiene mucho tiempo con el, ambos se han apoyado mucho así que, realmente si le hace esto a Walter me enojare con ella, quien se convertirá en un ser ingrato para mi. *** Afortunadamente ajusté mi alarma para que sonara todos los días de clases según el horario, que obviamente era en la mañana. En las tarde me tocaba trabajar en la cafetería de la Universidad. La alarma sonó y agradecí el hecho de que me despertara a tiempo para alistarme e ir a clases. Me preparé en el baño, arreglé rápidamente la cama y salí para prepararme algo de comer. Abrí el refrigerador en busca de jamón para prepararme un sándwich improvisado, pero no había, solo quedaba queso y algo de tomate. Solté un suspiro algo frustrante. —¡Jos, te dije que compra... —y me callé al recordar que, anoche ella no llegó a dormir. Estaba tan absorta en mi rutina de las mañanas, que había olvidado la desaparición de mi prima. Me devolví a la habitación para asegurarme si estaba o no, y claro que no estaba. Ni en el baño, ni debajo de la cama, menos en la minúscula salita que es también la cocina al mismo tiempo. Ella nunca llegó anoche. Preocupa, esta vez ya más de lo normal, fui de prisa y tomé mi teléfono que estaba sobre la mesita de noche. Revisé con la esperanza de encontrar algún mensaje o llamada perdida, sin embargo, nada de señales de vida de ella. Cuando estaba a punto de lanzar el teléfono a la cama e irme a comer, llegó una notificación. —¡Que te mato, Joselyn! No era de ella aquel mensaje. "Buenos días, señorita Tamara. Espero que hayas descansado, y disculpa la molestia, sin embargo sigo sin obtener señales de mi amigo. ¿Has sabido algo de tu prima? Por favor, avísame cuanto antes sepas." Era el profesor Guilles. Me llevé la mano a la cabeza, metiendo mis dedos entre mis cabellos, inflando de aire mis cachetes y soltandolo. Pensé y pensé. La verdad esto se había salido de la raya, y no quería pensar que era algo malo, sino más bien una irresponsabilidad de parte de ambos desaparecidos. "Buenos días, profe Guilles. La verdad también estoy igual, no he recibido ningún mensaje o llamada. ¿Qué deberíamos hacer? Además, ya tengo que irme a clases... Pero, me preocupa." Rápidamente fui a comer, y luego a cambiarme. Tomé mi teléfono y me dispuse a salir. Veía a todos lados esperando dar con ella, pero nada. Al final tuve que subirme al autobús e irme a la USC (Universidad de Santiago de Compostela). «¿Que se habrá hecho esa loca? Dios... Ojalá este bien, que no sea nada malo». Mi mente estaba inquieta sobrepensando de todo, pero a la vez trataba de no caer en el fatalismo. En eso, cuando voy camino a la entrada de la universidad, me llega una llamada, una que no quería atender porque no sabía qué rayos iba a decir. —¡Tamy! Al fin alguien atiende el teléfono ¿cómo estás? ¿Todo bien? Era Walter, el novio y prometido de Joselyn. Carraspeo. —Je, je. ¡Hola, Waltersito! Todo bien, voy camino a mi clase... ¿Tú? ¿Todo bien? —Me alegro. Oye, te llamo también para saber de Jos, no se ha comunicado conmigo, además que la he llamado pero su teléfono suena apagado. —Ah si, está apagado. Seguro olvidó conectarle el cargador... Ella quedó... ¡Ah, ya debo entrar! Walter, debo colgar, hablamos luego. Cuidate. ¡Zaz! Colgué de inmediato, antes de que entrará en pánico. ¿Cómo se supone que le diga que anoche salimos a comer con dos desconocidos, y que ella de repente desapareció con él y hasta ahora no sé nada de ellos? Mientras miraba la pantalla algo cabizbaja, sintiéndome culpable por culpa de esa mocosa irresponsable, mi cabeza choca con el pecho de quien al ver era Maro. —Hola, Tamy. Su sonrisa es amplia y muy bonita, sus lentes de verdad le quedan tan bien, y me hace sonreír hasta que recuerdo todo lo que escuché que dijo de sus amigos, e inmediatamente cambio mi expresión. —Hola. Y disculpa, estaba distraída, ya voy al salón... —Espera —él se apresura y se pone a mi lado para ir conmigo—, ¿todo bien? Te ves algo distante... —Sí, no es nada. Mientras él me hablaba de no se qué, ya que sólo iba pensando en Joselyn, nos encontramos con Antonio y Marco. Marco tan extrovertido me saludó con un abrazo fuerte a mí y a Maro. Luego Antonio más tranquilo, solo me sonrió y puso su mano haciendo un puñito el cual chocamos. Ya con ellos me sentí más cómoda y comenzamos a charlar. Esperando que pasaran los minutos que faltaban para la clase, lo vi. Mis ojos curiosos se fijaron en Guilles, el profesor, y todavía se me hacía increíble que lo sea. Lo más loco es que hayamos comido juntos, pero mejor sería que actúe como si eso no pasó. Lo vi pasar y saludar a varios estudiantes, una de las muchachas le entregó algo, pero no pude distinguir que era, solo que él agradeció y lo guardó en el bolsillo de su saco. Sin duda se viste muy bien... —¿Palmera? Marco me hizo volver mi atención a la conversación. —¿Si? Antonio me veía y se reía por lo distraída, o al menos quiero creer eso y no que me malinterprete viendo al profesor. —Tamy anda muy distraída esta mañana... —comenta Maro— ¿qué será? Me río negando aquello. Pero me detengo en nuestra caminata cuando tocan mi hombro desde atrás, a lo que volteo y darme cuenta que fue él quien me buscó me llena de mucha vergüenza, y más estando con mis compañeros. —¿Profe Guilles? —Suelto desconcertada. Esperando que no mencione nada delante de ellos. Los chicos lo saludan. —Hola, muchachos, buenos días. Disculpa, Tamara ¿tienes tres minutos? Lo acompaño mientras nos apartamos de la gente. —Se trata de nuestros amigos. Te iba a decir que esperemos un poco más, si al salir de la Universidad ellos aún no se reportan, saldremos a buscarlos ¿de acuerdo? —asentí— porque sería absurdo ir con la policía, ya que ellos nos dirán que esperemos más horas para que pueda ser visto como desaparición y así actuar. Solo me dijo eso y de ahí se fue, tenía que dar clases. Y yo me fui a la mía, con algo de pena ya que todos habían entrado y los muchachos que me vieron irme con el profesor. Solo espero y no piensen nada raro. Antonio y Maro levantaron la mano al mismo tiempo cuando entre al salón, haciéndome señas para que me sentara junto a ellos. Me preguntaba si Maro también sería falso en su trato conmigo... Es increíble como una persona puede fingir aprecio por otra, cuando es totalmente falso, y ese tipo de hechos me causan irritación. *** Las horas pasaron, seguía sin recibir reporte alguno de Joselyn. Me quede hablando en el patio con los chicos mientras esperaba al profesor salir. Aunque Maro insistía en que fuera con ellos a almorzar, me negué porque obviamente el profesor Guilles quedó en ir conmigo a buscar a los desaparecidos irresponsables. De pronto Marco y Maro comenzaron a decir tonterías que me hicieron reír a carcajadas, entonces llegaron un grupo de muchachas que se llevaron a Maro, y quedamos Antonio, Marco y yo aún riendonos. —Tenía tiempo que no me reía así. —Agregué entre risas. —Marco no está bien de la cabeza —dice Antonio—. Por cierto, Tamara, tienes una sonrisa bastante agradable. —Oh, gracias... —no esperaba oír eso. Veo entonces pasar al profesor Guilles a nuestro lado, no se si me ignoraba o realmente no se dio cuenta que estaba allí. Pero, me despedí enseguida y fui detrás de él. —¡Profe Guilles! —lo llamé para que me esperara. El volteo lentamente. —Tamara. —¿Iremos a buscar a los muchachos? Él arqueó las cejas. —Estaba tan despreocupada riéndose con sus amigos que pensé que ya no vendría a buscar a su prima. Ese comentario me pareció innecesario. —¿Cómo no? Lo estaba esperando mientras tanto, claro que quiero saber dónde están ellos. En eso el asintió de un modo no tan convencido y notándose serio. Eso me extrañó. A lo que preferí ignorar y seguirlo hasta su auto. Cuando el llega, me espera con un rostro bastante inexpresivo, cosa que me hacía pensar. Escucho una bocina tan cerca y cuando me volteo a ver un jalón desde mi brazo me llena de nervios, puesto que de no haber sido por eso, el auto que pasó me hubiese golpeado. Nuevamente el francés me salvó. —¿Estás bien? Me asustaste...
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