Siempre desee salir de mi país y viajar por muchos otros; conocer y explorar, respirar los diferentes vientos y sentir los diferentes climas, los paisajes y admirar las culturas de cada uno.
Apenas llegué a España sentí que di un pequeño pero gran paso a eso que tanto he querido hacer. Mi espíritu es muy aventurero en este sentido. Por eso, no he querido quedarme mucho en casa, es decir, cuando acabo mis horas de trabajo, me doy una ducha rápida y salgo a explorar todo lo que pueda.
Sin embargo, esta vez llegando de la universidad no me apetecía salir.
Cuando ya me había cambiado de ropa a una más ligera, me lancé acomodando mi pequeño trasero en el sofá individual de nuestro pequeño departamento, o piso. Digo 'nuestro' porque lo comparto con la loca de mi prima Joselyn, ella se había venido mucho antes que yo, su novio la ayudó a establecerse y conseguir trabajo, ella tiene veinticinco años, pero por como vive y como suele pensar... Obviamente soy mayor que ella, al menos mentalmente.
Suele decirme que parezco una doña aburrida o una vieja prematura. Aunque no es así todo el tiempo, sí me divierto, pero sanamente, solo que su sentido de la diversión está algo desviada.
Igual me da igual.
—¿Piensas quedarte tiesa en el sofá masticando pepitos sin decir nada?
Joselyn pasó de largo frente a mí, mirándome con cierto asquito.
Los pepitos son frituras, y amo comer frituras, sobretodo si son picantes, pero a ella, extrañamente no les gusta. Dice que sólo dejan suciedad, grasa y aliento de queso apestoso.
—Ajá. —Fue lo único que de mi boca salió por instinto.
No podía dejar de pensar en todo lo que me había pasado. Mis ojos estaban fijos en la nada, mientras que en mi mente estaba metida de lleno, rebobinando lo sucedido y preguntándome ¿qué carajos viví?
Hasta que sus manos veloces me arrebataron mi bolsa de pepitos, obteniendo mi atención y haciéndome aterrizar al presente, además de hacerme molestar.
—¡Oyee! ¡Dame mis pepitos! —demandé en voz alta. Parándome del sillón.
Ella se reía y lo sostenía con la punta de sus dedos. Le daba mucho asco.
—Ew, no entiendo cómo puedes comer estas porquerías —agregó haciendo una mueca que lo decía todo tan expresivamente—. ¡Pero! No te lo daré hasta que me cuentes cómo te fue, que por ese comportamiento tan raro tuyo algo debió suceder.
Hacía esos ojos ansiosos por saber, que se agrandaban, haciéndome pensar ¿acaso lo de ser curiosa es de genética?
—Mmm, pues si, me pasó de todo. Es que... Aún estoy en shock.
Le conté todo, con detalles y hasta dramatización incluida para que pueda imaginar y hacerse bien la idea de lo que le estaba diciendo.
Cuando estaba en la última clase con él, al culminar ni siquiera pude acercarme a disculparme. Un montón de alumnas lo rodearon para hacerles preguntas ridículamente absurdas como excusas para solo acercarseles... Es bastante popular con las féminas, que fácil debe ser para él.
—¿¡Qué!? —gritó exaltada cuando le terminé de contar. Haciéndome brincar desde mi asiento—. Entonces me estas diciendo que el tipo guapo que está loco, al que empujaste cuando ibas al baño que luego te hizo derramar el café, se cayeron uno encima del otro como el típico cliché de los dramas románticos y te llevó a la enfermería, y que no te has disculpado —enfatizó— ¿¡ES TÚ PROFESOR!?
Asentí lentamente —Ajá.
—Y de Anatomía Humana... Uy, uy ¿Casualidad? No lo creo. ¿Conspiración del destino para juntarlos? Tal vez. ¿Salimos a comer porque tengo hambre? Por supuesto.
—Por supue... —Asentí algo confundida hasta que me detuve con la pregunta final, recordando que no quiero salir hoy, solo reflexionar, hacer mis investigaciones, repasar las clases y organizar el pequeño espacio de mi clóset que comparto con Joselyn.— No, ve tu, no iré, no quiero.
Cero ganas de salir y cero motivación, sino con ganas de tener mis auriculares mientras canto y hago mis deberes en nuestra habitación.
—¡Me voy a duchar y a cambiar! —me avisó yéndose.
—No te preocupes, ya te dije que no iré. No quiero.
Ella y su mala maña de ignorar cuando le dicen algo que no quiere escuchar. Lo peor es que no se cómo es que lo hace, pero siempre termina saliéndose con la suya. La muy pegajosa terminó arrastrándome con ella a la calle, claro que ya era más tarde, el sol estaba a punto de irse.
—No entiendo porqué me trajiste pudiendo ir con Walter.
Walter es su novio, un moreno alto con barba. Parece un basquetbolista americano, además tiene mucho estilo. Podría decir que es un buen tipo, hasta ahora no ha dado ninguna señal de advertencia o peligro.
—Aish... —refunfuña—, Walter está trabajando y yo quiero salir contigo, no con él. Él y yo saldremos después.
Le volteo mis ojos, mientras vamos caminando por las frías pero agradables calles de Santiago de Compostela. Nuevamente aparece mi espíritu aventurero a medida que avanzamos y vemos los puestos de ventas, el estilo arquitectónico de cada lugar que me deja fascinada, incluso las mismas personas que son parte de aquí, su manera de hablar, sus gestos corporales y expresiones son la cruda muestra cultural de esta hermosa ciudad.
Joselyn va hablandome, aunque no tengo ni idea de lo que dice, mi concentración ya se la robaron todas estas calles por donde vamos.
Mientras iba a paso más lento que ella, choqué con su espalda y bajé mi teléfono con el que iba grabando.
—¿Qué sucede? —pregunto ante su detenimiento.
En tanto hago mi pregunta, un auto pequeño se detiene frente a nosotras.
—¿Un taxi? ¿A donde vamos? Pensé que iríamos por aquí mismo... —comento confundida, otra vez Joselyn se sale con la suya.
Ni modo, explorar es mi destino, definitivamente esto si es para mí, así que lo de la Universidad es lo de menos, ya tendré tiempo para eso. Pero... ¿Aventurar? Eso si que no puede posponerse, y lo estoy comprobando.
—Un compañero de trabajo me recomendó un sitio donde venden comida rápida donde querrás chuparte hasta los dedos —me dice al terminar de pagarle al taxista y seguir el camino—. Hoy me pagaron, así que yo invitaré hoy.
La alegría de pronto se volvió un espíritu y me poseyó en ese momento, al escuchar aquellas palabras de mi prima.
—¡Entonces vamos, vamos! Ya me dio hambre ¿como se llama el lugar? ¿Estará lleno? ¡No importa, ya quiero ir!
Ella me miraba con esa sonrisa de "qué voy hacer contigo".
Mi teléfono iba preparado para tomar fotografías de todo, cada detalle, cada lugar que me parecía bonito, la gente al pasar, videos cortos, incluyendonos a Joselyn y a mí.
—Ay Dios, Tamy. Aquí hay muchos chicos guapos, recuerdame quien es Walter por favor.
—Tu novio de hace cinco años con el que estás comprometida. Así que pórtate bien... —dije con tono de advertencia.
—Lo se, pero mirar no tiene nada de malo. Ji, ji, ji.
Su risa llena de picardía me hacía sentir más anciana a su lado.
—Deja de ser amargada, tu deberías de ver más a tu alrededor que yo. Si andas con esa cara de obstinación nadie querrá acercarse a tí.
—Eso hago siempre, miro a mi alrededor.
—Si, pero me refiero a específicamente a los hombres. Al menos una sonrisa natural o genuina no te quitará nada.
Ella seguía parloteando sin parar, pero no entiende que no me interesan los hombres, es decir, no es que sea lesbiana, pero por ahora no me emociona pensar en tener una relación, quizás después o que se yo, por ahora sólo anhelo disfrutar de lo que la vida tiene para mostrarme. Antes no tenía la posibilidad de hacerlo, estaba muy frustrada, sin embargo, ahora no quiero detenerme, y debo dar lo mejor de mí para seguir avanzando más y más, el amor vendrá después, y solo, no quiero ser yo quien vaya tras él.
—¡Ajaa! Ya llegamos. Es aquí.
Había un montón de gente, y nosotras dos estábamos ya muy, muy hambrientas.
Arrugué mi expresión ante la idea de esperar.
—Vamos, seguro avanza rápido. —Ella estaba sin ánimos de rendirse a comer aquí.
«Cuanta gente... Y sí, efectivamente Joselyn tiene razón, hay mucha gente guapa y agraciadas» mi vista se detuvo a detallar el físico de todos, y se sentía bien el hecho de poder admirar la belleza de las personas.
Entre la selfies que nos sacamos, los temas de conversaciones aleatorias y los chismes que me contaba Joselyn de su trabajo, avanzamos más rápido de lo que pensamos.
Tocó nuestro turno, y ordenamos muy rápido, ya teníamos en mente lo que queríamos, además que atrás había más gente en la fila esperando ansiosas y hambrientas.
—¡Si, ya vamos a probar estas delicias tan famosas! —agrega ella tan entusiasta mirando a todos lados con una hiperactividad sorprendente.
—Si, vamos a ver que tan cierto es eso. —Repico sintiendo mi teléfono vibrar en mi bolsillo.
Desbloqueo la pantalla y observo que mensajes de Maro me han llegado. Sonrío al pensar que es muy amable conmigo, pero inmediatamente se borra de mi rostro esa sonrisa al recordar lo que escuché decir de él mismo, cuando solo hablaba mal de sus amigos...
—No, pero es que esto parece el cielo ¿en qué momento bajaron los ángeles? ¿O los dioses decidieron humanizarse para dar un paseo por estas tierras? —Joselyn suspira a mi lado, y no deja de darme palmaditas en la cadera para que voltee a ver— Pero mira eso, Tamy, están de muerte...
—Sí, ya se que hay muchos hombres guapos... —le decía, viendo que Maro había cumplido su palabra al mandarme los apuntes que me había perdido en lo minutos que estuve ausente.
—No, pero mira a estos, en serio es tan... Oh por Dios —ella se sobresalta y cambia el tono de voz— ¿vienen para acá? ¡Si, vienen para acá!
En eso mi curiosidad ya prende sus alarmas y subo la mirada para ver eso que dice, aunque para mí sorpresa no era cualquier guapo...
—¿¡Ah!? —dejó escapar de mi boca.
Me pongo de espaldas inmediatamente y trato de esconderme usando a Joselyn de escudo, solo que con su corta estatura no me ayuda mucho.
—¿Que demonios te pasa? —me pregunta con el ceño fruncido— ¿acaso los conoces o qué?
Me lleno de nervios e incomodidad añorando solo estar en mi pequeño y cómodo hogar. Sabía que no era buena idea salir hoy ¿pero por qué justo hoy y aquí? De tantos lugares... ¿Por qué carajos decidió aparecerse en este?
Aprieto mis ojos, me pellizco y vuelvo a abrirlos, salgo de mi escondite, sosteniendo a Joselyn del brazo, y ya no veo a nadie más... «¿Qué se habrá hecho?».
Ya no había nadie a la distancia en la que lo había visto, así que me relajo y suelto un suspiro de alivio, el cual se cortó enseguida dejándome helada, resulta que los tenía detrás del que estaba detrás de nosotras.
Mis ojos se disparan del asombro, me giro velozmente y me agacho para quedar delante de Joselyn y no ser vista.
—¡Qué haces! Me tienes estresada, ya vamos a comer y deja de actuar raro.
—Joselyn, es él. —Digo en voz muy baja.
—¿Es él qué? ¿Quien?
Arrugo mi expresión frustrada.
—¡Que es él mi profesor!