—¿Algo de beber? —ofreció Dylan, señalando la pequeña nevera que tenía cerca de su escritorio.
—¿Tienes Coca-Cola? No hay bebidas de esas en el mundo mágico, y no sabes cuánto la extraño —respondió ella, y su amigo sonrió, mientras sacaba una lata del dañoso pero exquisito liquido gaseoso y se lo daba a la rubia.
—Mundo mágico...Wow. Primero debo procesar que hay vida extraterrestre, y ahora debo procesar que hay un mundo mágico —dijo el mortal, recostándose en su silla —¿Entonces las hadas sí existen?
—Sí, de hecho tengo tres hijos hadas —reveló ella, y Dylan abrió los ojos como platos.
—¿Ya tienes tres hijos?
—Cuatro, en realidad —responde con toda la naturalidad del mundo, y Dylan frunció el ceño —. Mis tres varoncitos hadas son adoptados, el mayor se llama Kailus, tiene 18 y ya es un respetado caballero de mi reino —sonrió al recordar a sus bellos hijos —, el que le sigue se llama Edgrev, tiene 16, y como cualquier adolescente es rebelde, le está causando alguno que otro problema a su tutora Titania, la reina de las hadas, pero es un buen chico, se está entrenando para ser un cazador —suspira, muerta de amor —. El menor de ellos, mi pequeñito Dorev, tiene 13, es un pan de Dios, y el más manso de los tres, le encanta leer, no será guerrero ni cazador, así que supongo que será un varón de ciencia —ensancha su sonrisa al recordar a su hijita —, y mi única hija biológica se llama Eirwen, tiene cinco años, es medio ninfa, medio humana y un poco ángel, es la luz de nuestras vidas.
—Vaya...—murmuró Dylan, solo pudiendo pensar en una cosa mientras ella le hablaba de su familia. Está casada —¿Quién es el afortunado hombre que logró conquistarte?
—Se llama Marco, es un semi ninfo —respondió ella, no queriendo hablar mucho de su perfecto esposo al ver que Dylan parecía dolido —. Es...un rey mago.
—Entonces tu eres una reina en aquel mundo —dijo el hombre, para después soltar un silbido de impresión —. Cuéntame más sobre aquel mundo, sabes que crecí viendo las películas de Disney, saber que todos esos mágicos seres son reales me da mucha felicidad, y en estos momentos tan difíciles necesito algo que me haga sonreír.
Sariel entonces le habló a su amigo sobre el mundo mágico, las hadas, los elfos, las sirenas, los magos, la exquisita naturaleza, la inmortalidad. Dylan cerró los ojos tratando de imaginarse todo aquello mientras su amiga le hablaba de ese fantástico lugar, que al parecer no era tan de fantasía, sino muy, muy real.
Dylan sintió celos de ese tal Marco. Ese mago no había conocido a Sariel desde niña, no había estado con ella en su difícil etapa de adolescente, ni la había visto contando monedas para sus pasajes del metro. Fue él quien la ayudó con lo poco que le daban sus padres de mesada semanalmente. Fue él quien estuvo con ella en las buenas y en las malas. Pero la veía tan feliz hablando de su muy hibrida, extraña pero hermosa familia, que él no evitó sentirse feliz por ella. Sí, consideraba que Sariel se casó y tuvo hijos muy joven y que estaba desperdiciando sus años dorados, pero si eso la hacía feliz ¿Quién era él para juzgar?
El relato de Sariel sobre la guerra mágica de hace una década quedó interrumpido cuando volvieron a contactar a Dylan por el walkie talkie.
—¿Está bien si te dejo sola por unos minutos? Llegará el nuevo cargamento y debo coordinar a mis hombres en los túneles.
—“Tus hombres” —comentó Sariel, mirándolo con orgullo —¿Eres ahora el gobernador de Nueva York?
—Algo así —se muerde el labio inferior, melancólico —. Mi jefa, la gobernadora, fue una de las primeras en infectarse. Gran parte de mi familia también.
—¿Tus padres...?
—También.
Sariel quiso abrazarlo, pero él se negó. Dylan sabía que si se dejaba abrazar de Sariel, se derrumbaría. No había tenido tiempo de hacerle duelo a su familia, debía ver por miles de neoyorkinos.
—Todos han perdido a alguien por esta pandemia —dijo ella, también con cara triste —. Raquiel perdió a su esposa, y ella...estaba embarazada.
—Jesucristo...—murmuró él, imaginándose el dolor de su amigo —¿En dónde está él en este momento? Me sería muy útil, es un ex soldado de esta patria y me hace falta un comandante.
—Está en Londres, todavía dándose golpes de pecho, le ha dado muy duro lo de su esposa.
—Entiendo su perdida, pero por experiencia propia puedo asegurar que ocupando el tiempo en algo es cómo uno logra sobrellevar aquello —le acaricia la cabeza rubia a su amiga —. Dile al comandante Wood que Estados Unidos requiere de nuevo de sus servicios.
—Bien. Esperaré a que Vlad venga.
—¿DJ Vlad? —preguntó con la emoción notándosele en los ojos —. Él también es un nefilim ¿No?
—Sí, pero bueno, ve a hacer lo que tienes que hacer, después te hablo sobre mis amigos Petrov.
**********
Vlad deseaba estar en Karis por otras razones distintas a las que le hicieron esta vez viajar a tan lejano planeta. Quería visitar a Myrddion, asegurarse de que estaba bien sin Jelena, pero no había tiempo. Había dejado sola a Sariel en Nueva York, y la sentía como su responsabilidad. Sabía que ella podía cuidarse sola, es consciente de lo poderosa que es, pero aun así él no deja de preocuparse por ella.
Se apareció en la mansión de Lucifer sin avisar, y asustó a Belial, que estaba besuqueándose en la sala con una pleyadiana. Vlad no tuvo qué decir nada, solo usar su mirada para intimidar a la mujer y que esta prácticamente saliera corriendo.
—Su excelencia —lo saludó Belial, levantándose del lujoso sofá y haciéndole una sobreactuada reverencia al nefilim —¿A qué se debe su inesperada pero muy honorable visita?
—Tengo que hablar con Lucifer, de inmediato —dijo el príncipe celestial con su voz de mando, y Belial no dudó en ir a buscar al susodicho. Así como le temía a su amo, también le temía a su clon medio humano.
Belial tuvo que pasar por el incomodo momento de entrar a la habitación de Lucifer e interrumpirlo cuando estaba en plena faena s****l con dos hermosas diablesas.
—Espero que la razón para interrumpirme sea buena, Belial, si no quieres que te envíe con Astaroth y que te haga sufrir los más inimaginables castigos en el infierno —dijo Lucifer mientras se cubría con su fina bata de seda negra.
—Es tu hijo, mi lord —informó Belial, y el demonio entonces cambió de inmediato su semblante a uno más relajado.
Lucifer quiere a Vlad tanto como quiere a Jelena, y espera algún día ganarse su confianza. Sabe que es difícil, pero no imposible. Si pudo ganarse el corazón de Jelena, tal vez algún día podría ablandar el frio corazón de su hijo. Después de todo, es la viva estampa de él, con ese mismo corazón de piedra que él tuvo durante eones, antes de que fuera Jelena la que se lo ablandara a él.
Lucifer despachó a sus amantes, y con un chasquido quedó nuevamente vestido con su traje elegante de saco, chaleco y corbata, y no tardó en aparecer frente a Vlad en la sala, logrando sobresaltarlo.
—Deja te aparecerte así —masculló Vlad, haciendo mala cara.
“Esa cara tan perfectamente parecida a la mía” pensó Lucifer. Si tan solo pudiera, tomaría la cara de su hijo y la besuquearía como no pudo hacerlo cuando Vlad estaba pequeño, pero sabía que Vlad solo resultaría dándole un puñetazo y puteandolo.
—Tú también te apareces así en mi casa, sin avisar —hace aparecer un vaso de ron en su mano —¿Algo de beber?
—Debo hablar contigo de algo importante —se acomoda la capa sobre sus rodillas y se sienta en uno de los sofás —. Algo grave está pasando en mi mundo, y creo que el culpable es un vengativo rey pleyadiano —relaja esa mirada de odio que siempre suele dedicarle al demonio y ahora demuestra la preocupación que siente por su gente — ¿De casualidad conoces a Waryon Welkster?
—¿Por qué insinúas que lo conozco? —pregunta sentándose en el otro sofá, cruzando las piernas de esa manera tan relajada de siempre.
—La mayoría de gobernantes te venden el alma ¿No? A cambio de éxitos en su reinado y mucha fortuna.
Lucifer sonríe ladinamente y se termina su ron, para volver a llenar el vaso con tan solo desearlo.
—En efecto, Waryon me vendió su alma hace siglos, pero todo viene con un precio —se mira las uñas perfectamente arregladas —. Le pedí la vida de su esposa.
Vlad le iba a decir algo como “eres un monstruo”, pero sabía que debía ser más cordial con su padre si quería que le diera algún consejo que valiera la pena.
Vlad entonces le contó todo lo que estaba sucediendo en el mundo mortal. Lucifer escuchó con atención mientras seguía bebiendo, en efecto recordando aquel sanguinario virus que afectó hace milenios a los reptilianos del planeta Ksur, intensificando sus sentidos depredadores. No fue la enfermedad en sí lo que los mató, si no el hecho de que se devoraron unos a otros. Los pocos sobrevivientes tuvieron que huir del planeta.
—Tal vez Waryon envió a su gente a aquel planeta a recolectar los rastros del virus —dijo Lucifer, haciendo tintinear los hielos de su vaso —. El experto en medicina es Rafael, pero creo que cualquier ser más o menos racional sabe que un virus puede conservarse por milenios bajo el hielo, y Ksur tiene zonas muy frías —lo mira con seriedad —. Si quieres la cura del virus, debes ir al lugar en donde lo revivieron, y quitársela al que ideó todo ese vengativo plan. Siempre que un virus es creado en un laboratorio, también hacen la cura.
—¿Y cómo rayos haré para que Waryon me dé la cura del virus? ¿O al menos ganarme su confianza para saber dónde está la cura y yo mismo robarla?
—La debilidad de Waryon son las mujeres...las que más se parezcan a las pleyadianas —sonríe lobunamente —. Rubias, hermosas y sexys, como la hija de Monder —hace aparecer otro vaso de ron y Vlad se lo acepta a regañadientes —. Una vez el reino de Waryon casi se cae por enamorarse de una plebeya ¿Por qué él no caería loco por una reina de otro mundo? Incluso si ella me sedujera a mí, yo caería, es toda una belleza...
Vlad sintió ganas de partirle la cara. Si bien Lucifer no sabía el cuento que Vlad había tenido con Sariel, aun así el demonio supone lo cercanos que son, porque no veía otra razón por la que Vlad se haya instalado en el mundo mágico.
—Quisiera estar aquí un rato más contigo bebiendo y hablando, pero el destino de la humanidad de nuevo vuelve a depender de nosotros los nefilim —dijo Vlad, dejando el vaso a un lado y levantándose tan elegantemente como también lo hace Lucifer.
Lucifer no evitó mirar con orgullo a su hijo. Todo un hombre. Todo un arcángel.
Vlad entonces recordó algo importante, y antes de tomar su espada para abrir el portal, le volvió a hablar a su progenitor:
—Saludos de Rafael.
La cara del ex rey del infierno se transformó completamente. Ya no era la cara de sorna ni atemorizante de siempre. Ahora era una cara más relajada, una cara que demostraba el amor que aun sentía por su hermano menor.
—Gracias —murmuró el demonio, con una leve sonrisa iluminando su bello rostro, porque ese era el efecto que causaba Rafael en él. Le hacía hermosear el rostro que quedó estropeado para siempre tras la guerra celestial.