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La Octava Plaga (Volumen 2)

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Blurb

La humanidad intenta sobrevivir al peligroso virus alienígena que convierte a las personas en sanguinarios zombis, y los nefilim trabajan a contrarreloj para encontrar una cura, pero las cosas se complicarán aún más cuando aquel virus llegue al mundo mágico.

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Capítulo 1
Merlín estaba en uno de los patios de la cárcel, junto a otros presos que al igual que él estaban allí injustamente. Médicos, periodistas y uno que otro muchacho Youtuber que quiso dar a conocer que había un peligroso virus expandiéndose en las Américas y que se manifestaría en Europa en cuestión de semanas.  Uno de esos muchachos incluso es menor de edad, solo 16 años, se suponía que no debía estar en una cárcel de máxima seguridad para adultos. A Merlín le quedó claro que todo el puñetero sistema estaba mal. Al Reino Unido en esos momentos solo le importaba la economía, y sus gobernantes estaban dispuestos a pasar por encima de los derechos de sus ciudadanos.  Y por supuesto, todos aquellos hombres, a sabiendas de que muy posiblemente el virus ya estaba en Londres por cuenta de los cientos de turistas que llegaban diariamente, ya estaban tomando medidas. Con telas cortadas de sus respectivos uniformes de presos, improvisaron unos tapabocas, y se lavaban las manos continuamente.  —La próxima semana habrá un motín —dijo Dave, el youtuber adolescente —, escuché hablando a un grupo de hombres sobre eso en el desayuno.  —Sí, yo también lo escuché —dijo Jonathan, un periodista —. Pues bien, podemos aprovechar y escaparnos.  —Les recuerdo que estamos en la Guantánamo británica —habló esta vez uno de los médicos —, los guardias no dudarán en disparar, y será a nosotros —se señala a él y a sus colegas médicos —a los que nos toque quedarnos a tratar a los heridos, nuestro juramento de doctores así lo manda.  —¿En serio se quedarían aquí tratando a los heridos, perdiéndose la oportunidad de escapar? —preguntó Dave, y los galenos asintieron, Merlín entre esos —Vaya...  —Y apenas ese virus empiece a hacer de las suyas en esta ciudad, y si podemos salir de este lugar, volveremos a nuestros puestos de trabajo y trataremos a los infectados —habló otro doctor —, porque ese es nuestro trabajo.  —Pues yo lo único que quiero es regresar a casa con mi esposa y mis hijos —dijo otro periodista, con voz triste —, mis niños son tan pequeños, ojalá ese virus no los toque.  Todos, a excepción del youtuber adolescente y Merlín, empezaron a hablar de sus esposas e hijos. El mago entonces se dio cuenta de que él era el único hombre en ese lugar que no tenía familia, porque incluso Dave habló de sus padres. Todos ahí tenían una razón por la cual querían salir de la cárcel, pero él...  No. Merlín si tiene a alguien. Tiene a Ethan, su bello novio, el cual lo está esperando en casa.  Merlín sabía que podía escaparse de la cárcel incluso si no hubiera un motín. Podría usar sus poderes para hacerse invisible y salir del lugar con mucha facilidad, pero sabía que lo buscarían apenas se dieran cuenta de que no estaba. Irían a su casa y muy posiblemente intentarían matarlo, y caería Ethan en vez de él. No podía exponerlo de tal manera. O la otra opción era escaparse, e irse con Ethan de inmediato a otro país. Pero Merlín no quería obligar al joven a huir con él y esconderse por quién sabe cuánto tiempo. Es por eso que el mago entonces prefería esperar, y que Jelena utilizara a cierta influencia poderosa para sacarlo de ahí. Y al parecer, lo había hecho.  —¡Ambrosius! —lo llamó el guardia encargado de anunciar las visitas.   Merlín siguió al uniformado hasta la oficina del alcaide, un hombre entrado en años pero con gesto severo, que no dudó en tratar de intimidar a Merlín con sus fríos ojos. Pero a estas alturas de la vida, nada intimidaba a Merlín.  —Tiene amigos muy poderosos, señor Ambrosius —dijo el alcaide, sirviéndose un vaso de whisky —. Recibimos la petición del mismísimo presidente de Rusia para que lo liberemos —se acomoda en su gran silla de cuero n***o, haciendo tintinear los hielos del vaso —, si bien este es un Estado soberano y muy bien podríamos decir que no lo liberaremos, la verdad es que Ivanov hizo un buen negocio con nuestra reina a cambio de su libertad —da una larga bebida al liquido embriagante—¿Por qué el presidente de una de las potencias del mundo se molestaría en hacer un trato para la liberación de un simple médico?  “Porque Alexei sabe que soy un ser celestial, y además de eso soy el padrino de su nieto” pensó Merlín, pero guardó silencio. El alcaide decidió no seguir perdiendo su tiempo y firmó los papeles de la salida de Merlín.  —Sobra decirle que lo mejor será que no hable por ningún medio sobre su detención arbitraria, ni mucho menos sobre la razón por la que decidieron encerrarlo —dijo el alcaide, mirándolo amenazadoramente —, sabemos que tiene pareja, no querrá que a ese niño le pase algo ¿O sí? Es tan joven, tiene toda una vida por delante.  A Merlín se le tensó la mandíbula. Aceptaba que lo amenazaran a él, pero que siquiera pensaran en meterse con su chico lo llenó de una ira que hace mucho tiempo no sentía. Y fue así que mientras los guardias lo sacaban de la oficina del alcaide, este al dar un sorbo de nuevo a su bebida se quemó la garganta. El whisky estaba hirviendo, y sus cuerdas vocales se quemaron para nunca más volver a funcionar.   Le devolvieron sus pertenencias a la salida. Celular, billetera y llaves de la camioneta. Si bien le tenía contraseña a su celular, se alegró de tener la costumbre de borrar los packs que le envía Ethan cuando le da la calentura. Puede que el joven no tuviera unas tetas que mostrar, pero si unas nalgas muy apetitosas que...  Merlín se dio un golpe mental a sí mismo. En estos momentos en que la humanidad está en peligro de nuevo y él saliendo de la cárcel, en lo que menos debería pensar es en el culo de Ethan. ¿Pero cómo no iba a pensar en eso? Si duró varios días encerrado sin tener nada de actividad s****l, cuando ya se había acostumbrado a hacerlo al menos cuatro veces por semana.   Al salir de la Guantánamo británica, Merlín vio que alguien lo esperaba en su propia camioneta. A pesar de que tenía vidrios polarizados, el mago supo quién era por esa inconfundible aura. Se montó en el asiento del copiloto y constató que era Jelena, con una peluca rubia y labios pintados de un rojo muy llamativo.  —Si lo que quieres es no llamar la atención en el mundo del que se supone fuiste exiliada, no lo estás logrando —dijo el galeno, abrochándose el cinturón.  —Yo esperaba un “gracias, Jelena, por sacarme de la cárcel” —dijo ella, arrancando el vehículo, que a falta de llaves lo había encendido con la mente.  —Lo siento, que grosero soy —dijo, dándole una caricia mental, y ella la recibió con gusto —. Gracias. Muchas, muchas gracias. Te debo una.  —Tu fuiste el que ideó mi rescate del Área 51, así que supongo que estamos a mano —señala los asientos traseros, en donde hay varias bolsas —. Fui a mercar, hice caso a tu consejo de aprovisionarnos para algunas semanas.  —¿Aprovisionarnos? ¿Es que acaso piensas quedarte? —preguntó él, y ella asintió. Merlín negó con la cabeza y continuó —. De ninguna forma. Tal vez sea entendible que Raquiel y tu hermano quieran quedarse a tratar de ayudar en algo, no tienen a nadie esperándolos en casa, pero Sariel y tú, sí.  —No puedo regresar a Karis cuando sé que aquí necesitarán toda la ayuda posible.  —En una pandemia, los que nos encargamos de esto somos los médicos, tu no lo eres —replicó él, y ella bufó.  —Regreso a la tierra y no tardamos en discutir como marido y mujer —sonríe torcidamente, y Merlín no evitó sentir un corrientazo por todo el cuerpo al notar que es exactamente la forma en que Lucifer suele sonreír, aunque claro, agregándole su mirada malévola —. Ya se me estaba olvidando cómo era la vida de casada con el mítico mago Merlín.  —¿Ethan está bien? —preguntó él, para cambiar de tema y que ella no siguiera repitiéndole lo mal esposo que fue.  —Preocupado por ti al igual que todos, pero bien. Se encerró en la biblioteca a leer libros de medicina, supongo que intentando encontrar algo que explique por qué las personas se están convirtiendo en zombis al mejor estilo de The Walking Dead —responde ella, y vio cómo el mago pareció relajar su cara tensionada —. Precisamente una de las razones por las que no he regresado a Karis, es porque no podía dejar a tu chico solo, y definitivamente no lo iba a dejar con Raquiel, está muy inestable en estos momentos.  —Gracias. En verdad lo aprecio —dijo él, ya ansiando en volver a ver a su principito —. Espera...hablas como si no hubiera nadie más en casa ¿Sariel y Vlad se fueron?  —Se fueron a Estados Unidos. Mi hermano a tomar una muestra del virus para dársela a Rafael y que la analice, y Sariel para ver si su ex novio neoyorkino está bien.  —¿Dylan? —preguntó el mago, por supuesto que acordándose del único mejor amigo que tuvieron los gemelos Wood desde la infancia.  —Sí —corrobora, haciendo una mueca al entrar en la avenida principal que los llevaría hacia donde vive Merlín, y notar que había un tráfico monumental —. Detesto Londres.  —Yo detestaba Moscú y nunca te lo dije.  Jelena rodó los ojos, sonriendo al recordar lo difícil que fue para su en ese entonces esposo adaptarse a la cultura rusa. También sonrió al notar que él aún tenía unas zapatillas de ballet en miniatura colgadas en el espejo retrovisor.   —Yo...creí haberte dicho apenas nos casamos que estaba dispuesta a irme a Estados Unidos —recordó ella, y Merlín sintió un dolor en pecho. Dolor al recordar lo feliz que estaban cuando recién se casaron. Ambos pensaban que lo de ellos en serio sería un “hasta que la muerte nos separe”.  —Ya tenías una vida en Rusia, y el Bolshói es la compañía de ballet más prestigiosa del mundo, no podía privarte de eso, y mucho menos alejarte de Raziel.  Ahora la que sentía un dolor en el corazón era Jelena, al recordar lo rota que estaba su relación con Raziel.  —Él...hace rato que no responde mis cartas. Cinco años, para ser exactos —reveló ella, y Merlín no se sorprendió. Los ángeles de por sí son fríos, al único que veía siempre sonriente y destilando amor era a Rafael —. Y tú tampoco respondes desde hace meses.  Merlín detestó que hubiera tanto tráfico. A Jelena le encantaba hablar, máxime cuando está aburrida, y ese embotellamiento tenía pinta de que los tendría ahí por al menos dos horas. Y teniendo en cuenta que era la primera vez que estaban solos tras mucho tiempo, ella por supuesto que le sacaría los trapitos al sol.  —No sabía que yo tenía la obligación de responder tus cartas —se limitó a decir él.  No, no quería confesarle que la verdadera razón por la cual él había dejado de escribirle es porque supo por medio de Asmodeo que tenía una vida muy...libertina en Karis. No quería herirla diciéndole que ya no la consideraba la mujer honorable digna de ser una princesa de la Casa Real de Jehová, y que ya no la amaba porque ya no la veía como la mujer de la que se había enamorado hace años.  Merlín no quería reconocer que él sigue teniendo el pensamiento de un hombre del siglo cuarto y no es capaz de aceptar que en esta época las mujeres pueden disfrutar de su sexualidad como se les dé la gana.  —Solo...me sigo preocupando por ti, te sigo queriendo, y mucho —dijo ella, posando su mano sobre el hombro del mago, y lo miró a los ojos, aprovechando que los autos no se movían ni un milímetro —. No se me olvida la promesa que nos hicimos antes de tomar caminos distintos.   Volver a estar juntos. Eso habían acordado antes de separarse para que Jelena tuviera la libertad que tanto quería y que había sacrificado al casarse a la temprana edad de 18 años.   Merlín anhelaba tener una familia con Jelena, claro que sí, pero ahora que ya no veía a la princesa celestial con los ojos amorosos de antes, veía difícil que se pudiera volver a enamorar de ella. Pero, aun así, no se arrepiente de los cinco años de matrimonio que tuvieron. Fueron los mejores cinco años de su vida, y ahora que estaba con Ethan, sentía que estaba recobrando esa felicidad que sintió extinta durante los años que duró solo cuando Jelena se fue y formó su familia feliz junto a Alec.  —Yo...también te quiero —dijo él, siendo eso cierto. Tal vez ya no la amara como antes, pero le seguía teniendo afecto.  Dos horas después al fin llegaron a casa, y Merlín prácticamente corrió hacia la puerta, emocionado. Quería ver a Ethan. Quería abrazarlo, besuquearlo, mimarlo...pero por supuesto que antes siguió los protocolos de bioseguridad que le habían recomendado sus colegas médicos en la cárcel. Tal vez Merlín no pudiera contraer ningún virus, pero con una partícula que tuviera de este en su ropa o en su piel, y si Ethan llegara a tener contacto...  Mientras las bolsas del mercado entraban por la puerta hasta la cocina con la telequinesis de Jelena, ella también siguió los mismos protocolos de Merlín. Se quitó los zapatos, se aplicó alcohol en las manos y fue directo a darse una ducha. Si iban a convivir con un mortal, pues tenían que tomar todas las precauciones para no contagiarlo.  Merlín, ya duchado y afeitado —porque en la cárcel no habían tenido ni siquiera el detalle de darle una máquina de afeitar—, ingresó con sumo cuidado a la biblioteca, queriendo darle la sorpresa a Ethan.  El muchacho estaba en el escritorio de la moderna biblioteca de la mansión, leyendo un gordo libro de virología, cuando escuchó unos pasos cerca de él. Creyó que era Jelena trayéndole la merienda, pero al notar el olor a loción para después de afeitado, y sabiendo a quién podría pertenecer, se volteó de inmediato y lanzó un gritito de felicidad al ver a su amado.  Mientras la pareja se fundía en un pasional beso de reencuentro, Jelena acomodaba las cosas en la cocina. Más tarde tendría que volver a salir. Merlín le dijo que aquel mercado no sería suficiente para varios meses. Porque varios meses es lo que tendrían que estarse encerrados si no encontraba una cura rápido a esa peste. Aunque las cosas no cupieran en las alacenas, Merlín le había dicho que las guardarían entonces en una de las tantas habitaciones de la mansión que estaban inhabitadas.   Ya sacadas y organizadas todas las cosas de comida, ahora faltaban los implementos de aseo. Shampoos, jabones y desodorantes de diferentes marcas para todos. Todos tenían pieles, cabellos y olores corporales distintos.  Por supuesto que ella había pensado en Raquiel a la hora de comprar máquinas y cremas de afeitar, e incluso ropa interior. Sabía cuáles marcas le gustaban de cada cosa y su talla.   Aun no lo perdonaba por lo que él había dicho de ella y su “vida libertina”, pero tal era el afecto que le tenía, que no era capaz de simplemente dejarlo a su suerte, mucho menos cuando él está en duelo por su esposa fallecida.  Cuando terminó de organizar todo, decidió hacerle una llamada a su esposo. Lo ha estado evitando desde hace días, pero sabe que no puede seguir haciéndolo. A ella tampoco le gustaría que Alec no responda sus llamadas.  Sacó el avanzado aparato tecnológico con el que podía comunicarse desde cualquier parte del universo y marcó el número de Alec. Uno, dos, tres pitidos, y Alec contestó, dejándose ver en el holograma 3D. Jelena también se dejó ver, ya sin su peluca y sin el labial, completamente al natural.  —Hola, amor —saludó ella con algo de timidez, al ver la cara de pocos amigos de su esposo.  —Hola, perdida —dijo él, con clara voz de no estar muy contento —. He tenido que saber de ti por cuenta de mi padre ¿Qué es lo que te pasa, Jel? ¿Quieres que me muera de la preocupación?  —Lo siento, es que han pasado tantas cosas...  —Sí, tantas cosas que se te olvida que tienes una familia —dijo el ruso, y ella apenas se encogió de hombros —. Entiendo tu preocupación por nuestro mundo, yo también la tengo, también soy terrícola y toda mi familia sigue viviendo allí, pero tenemos que enfocarnos en nuestro hijo —suspira con melancolía ante el miedo de que a su padre le pase algo si se contagia con ese extraño virus —. Por favor, vuelve, Myrddion y yo te extrañamos.  —Si, yo...solo me estaba quedando por estos días mientras Merlín era liberado, no podía dejar solo a su novio.  —¿Queeeeeeé? —preguntó Alec, por supuesto que no teniendo ni idea sobre la nueva pareja del mago.  —Sí, bueno...llegué y me enteré que Merlín ahora patea con ambas piernas —dijo ella, y Alec suelta una leve risa.  —Estoy empezando a creer que todos los nefilim tienen esa...orientación —sonríe lobunamente —¿A ti de casualidad no te gustan las chicas?  Jelena se lo pensó. Cuando veía pornografía, se enfocaba más en las mujeres que en los hombres. Era capaz de ver con ojos sexuales a las mujeres, pero definitivamente no tendría en realidad sexo con alguna ni mucho menos una relación. Era solo una...fantasía. Aunque tal vez le hubiera echado el ojo a una que otra ninfa en el mundo mágico.  —Sí, bueno, tal vez los nefilim tengamos ciertas...inclinaciones —reconoció ella, y Alec quería seguir con aquella conversación caliente, pero sabía que no era el momento.  —Bien. Termina lo que tengas que terminar, y por favor regresa a casa —pidió él, y ella asintió.  —Me pasaré a saludar a tu padre, y regresaré a casa —dijo, no estando muy segura de eso último. 

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