Capítulo 3

1767 Words
—Entonces... ¿Por qué no me haces algún truco de magia? —le preguntó Ethan a Merlín, acariciando su velludo pecho, sudado tras una buena sesión de sexo mañanero.  —¿No lo he hecho en la cama siempre? —inquirió el mago, sonriéndole lobunamente al muchacho, y este se sonrojó.   —Bueno, hablo de otros trucos de magia —le besa el cuello, y el mayor se estremece de placer.  La noche anterior, antes de que se dedicaran a demostrarse físicamente cuánto se amaban y se deseaban, Merlín le habló a Ethan sobre su pasado, su formación como médico y nefilim, el rey Arturo, los caballeros de la mesa redonda, su estadía en el infierno...todo. No le omitió ni una cosa al joven, incluso le confesó que fue él el que mató a Morgana.  —¿Cuál truco quisieras que hiciera? ¿Sacar a un conejo de un sombrero? —preguntó Merlín, y el muchacho soltó una risotada.  —No sabía que tuvieras sentido del humor, te creía un poco más...amargado —le da un piquito en los labios —. En internet leí que te puedes convertir en un animal ¿Es cierto? —Merlín vuelve a sonreír seductoramente, encontrándole el doble sentido a aquello, y el muchacho rodó los ojos —¿No se puede hablar seriamente contigo sin que le halles el doble sentido? Creía que éramos nosotros los jóvenes los que malpensamos todo.  —Oh ¿Me estás diciendo viejo? —le palmea una nalga a su joven novio, y este cambia su gesto a uno casi triste.  —Soy yo el que estará viejo en unos años, mientras que tu seguirás así tal cual como estás ahora —acaricia la cara de Merlín, libre de toda imperfección. Ni una arruga, ni una línea de expresión, ni las marcas de acné que la mayoría suele tener. La piel perfecta —. No sé qué será de nosotros. Me metí contigo no pensando en el mañana, solo en el presente, pero es inevitable no pensar en que envejeceré, o moriré de un coma diabético o un accidente de auto, y tu...nada.   —A mí también me puede matar un accidente de auto, no soy tan inmortal, tengo las mismas debilidades de un humano común y corriente —dice el galeno, mientras acaricia la desnuda espalda de Ethan con una mano, y con la otra le acaricia la lampiña cara, observándolo como si fuera lo más hermoso del universo —. Si me golpean, me duele. Si me apuñalan, sangro —hunde sus dedos en el suave cabello castaño del joven —. Si me rompen el corazón, me deprimo —le da un dulce beso —. Algunos creen que los nefilim por el solo hecho de tener sangre angelical somos perfectos, que no nos daña nada y que así mismo nosotros no dañamos a nadie, que somos unos santos y tenemos vidas perfectas, cuando no es así —abraza a Ethan, volviéndolo a acurrucar contra su ancho pecho —. Pecamos como cualquier humano. Sufrimos como cualquier humano —besa la frente de su amado —. Amamos como cualquier humano —sigue acariciando su espalda —. Sé que es inevitable para ti pensar en qué será de nosotros en el futuro, yo también lo he pensado, porque no te veo como algo del momento —se separa un poco del abrazo para mirarlo a los ojos —. Te amo, y quiero que estemos juntos hasta que...bueno, hasta que las circunstancias lo permitan.  —¿Estarías conmigo aun yo siendo un viejo que no pueda caminar?   —Sí —le besa la frente —. En la salud y en la enfermedad ¿No?  —Pero...esa es la promesa para los casados —dijo Ethan, y Merlín no cambió su cara seria.  —Pues no vamos a estar toda la vida de solo novios ¿O sí?  Oh. Ethan sintió una calidez en el pecho y ganas de llorar. Pero no por tristeza sino por todo lo contrario. Felicidad. Merlín prácticamente le estaba pidiendo matrimonio, o bueno...le estaba haciendo la propuesta de comprometerse en un futuro en matrimonio, no queriendo acelerar tanto las cosas, entendiendo que Ethan apenas tiene 20 años y debe terminar su carrera de medicina para después sí pensar en matrimonio.  —¿No te importa lo que puedan decir de ti si te casas con otro hombre? —preguntó Ethan, por supuesto que preocupándole la buena imagen que siempre ha tenido Merlín tanto en el cielo como en el mundo mágico.  —No, no me importa —le da un pico en los carnosos labios —. Que digan lo que quieran, yo ya soy lo suficientemente respetado y temido por todos, nadie se atreverá a decir nada.  —Entonces eres temido...—entrecierra los ojos, como queriendo que le contara más —¿Tan poderoso eres entonces?  —Más que los otros nefilim incluso, por ser medio serafín.  —Y los serafines en jerarquía están por encima de los arcángeles y querubines —dijo Ethan, recordando todo lo que le habían dicho los jóvenes nefilim sobre angelología.  —Así es —palpa con su dedo pulgar el labio inferior del joven, queriéndoselo comer a besos de nuevo —. Pocas veces he usado al máximo mi poder, ni siquiera mis amigos nefilim lo han visto, pero esas pocas veces han sido suficiente para que el cielo, el infierno y el mundo mágico me tema.  —¿Y de qué clase de poder estamos hablando? —siguió preguntando Ethan, intrigado.  —Ni siquiera Jelena lo sabe —le da un pico al joven, después otro, y después otro —. Hablemos de eso luego, quiero comerte —hace a Ethan rodar y quedar acostado boca arriba en el colchón, y él se ubica con delicadeza sobre él, con el sumo cuidado de no aplastarlo con su gran cuerpo.  —¿Qué no te reincorporas hoy al trabajo? Tienes turno en hora y media.  —Será un rapidin —insistió Merlín, bajando por el torso del joven, dejando un camino de húmedos besos.  —Ambrosius...  Ethan dejó de hablar cuando sintió la humedad de la boca del hombre mayor en su virilidad, chupando ya con experticia. No había nada más excitante para Ethan que ver a un hombre tan masculino, tan macho-pechopeludo chupándole la v***a.   Y mientras la pareja estaba disfrutando de las mieles del sexo por segunda vez en esa mañana, Jelena estaba en la cocina preparando el desayuno para todos. Ya estaba lista para irse a visitar a su suegro, y tal vez, solo tal vez, regresar a Karis. Pero no quería irse, no cuando Raquiel está tan mal. Sí, puede que él la haya tratado mal, pero Jelena nunca ha sido de las que responden con la misma moneda. Ama a Raquiel como a un hermano más, con todos sus defectos.  Dejó servidos los platos con panqueques para Ethan y Merlín, y llevó la bandeja del desayuno de Raquiel hasta su habitación. Tocó la puerta, y no hubo respuesta. Ella entonces se tomó el mismo atrevimiento de los días anteriores de abrir la puerta con su telequinesis. Encontró a Raquiel acostado en la cama, mirando hacia el techo.  —Aquí te dejo el desayuno —dijo la azabache, dejando la bandeja en una orilla de la cama.  Jelena iba a salir de la habitación sin decir nada más, pero Raquiel la detuvo con un campo de fuerza.  —Espera...—dijo el rubio, levantándose —. Tenemos que hablar.  —Habla rápido. Iré a visitar a mi suegro.  —Yo...lo siento, lo siento tanto —dijo Raquiel, en serio notándosele el arrepentimiento en la cara triste y cansada. Se le acerca y ella apenas le devuelve la mirada triste —. Eso que dije ayer de ti...fui un idiota. Merezco que me cortes la lengua —se acerca más y posa sus manos sobre los hombros de su mejor amiga —. Después de Sariel, eres la mujer de mi vida, y no está bien que me venga a desquitar contigo ante cada desgracia que tenga. Por supuesto que no pienso que seas una puta por estar disfrutando de tu sexualidad al máximo, eso no te quita lo honorable que eres —sonríe apenas siente la caricia mental de Jelena —. Eres una gran mujer, mamá, hermana y amiga, y en serio que soy una bestia si pretendo herirte diciéndote lo contrario, y tal y como lo decías, no es justo que yo quiera que los demás sientan mi dolor.  —No me imagino por lo que debes estar pasando, cariño —le dice Jelena, con esa voz tan dulce con la que siempre le habla y le acaricia una barbada mejilla —. Obviamente no me gustó cómo me trataste, pero sé que no lo volverás a hacer —se empina y le da un beso en la frente —, y aun si lo volvieras a hacer, te volvería a perdonar, porque te amo mucho, con todos tus defectos incluso.  Ambos nefilim se fundieron en un íntimo brazo y bajaron sus escudos mentales para hacerse caricias aún más profundas, casi hasta hacer una fusión mental, pero no la hicieron. Ambos sabían que su amistad tenía limites, y no querían arruinarla ni teniendo sexo ni fusiones mentales.  —Mientras desayunas, te prepararé un baño caliente, apestas —dijo ella apenas se separaron, y él rio levemente.  —Debimos habernos casado tú y yo ¿No crees? Ese brujo Merlín me ganó, porque créeme que yo estuve a punto de coquetearte—dijo, dándole una palmada en una nalga a Jelena.  —Sí, creo que las cosas hubieran sido más fáciles si nos casábamos los dos —comentó ella, entrando al cuarto de baño.  Unos minutos después, estando ya Raquiel desayunado y tomando un relajante baño en la tina, pensó en que tenía que hacer algo para ocupar su mente y no seguir pensando en la trágica muerte de Bea.  Bea...ella no debió morir así. Para Raquiel, su mujer era lo más parecido a una santa, desde que la conoció, no había cometido pecado alguno, y en parte fue por ella que la humanidad se pudo salvar hace unos años de una guerra contra alienígenas que muy seguramente habrían perdido.  Raquiel entonces se dijo a sí mismo que nunca más le volvería a dirigir una oración a Jehová, ni le seguiría sirviendo como medio ángel. Si Dios se había olvidado de él, pues Raquiel se olvidaría de Dios y del Tercer Cielo. 
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