CAPÍTULO 15

1266 Words
—¿Tu oficina es en realidad un casino?—preguntó Evelina con los ojos muy abiertos. Había un bar en el otro extremo del lugar, donde las parejas parecían sentarse y hablar de naderías sin sentido. El casino se presentaba como el mejor lugar para fingir. —Uno de ellos—, le susurró Adrián al oído. Sus cejas se juntaron antes de darse la vuelta para mirarlo. Incluso con las gafas de sol aún en los ojos, Evelina pudo vislumbrar sus orbes del color de las nubes de lluvia. —¿Cuántos de estos casinos tienes?—preguntó ella. Adrián le puso la mano en la cintura y la señaló hacia las escaleras. Evelina le hizo una seña y bajó con él por el cristal transparente de la escalera. —Soy dueño de dos casinos que poseen muchos más, Evelina—. Ella no podía creer que todo fuera suyo. Incluso cuando una camarera pasó con una copa de vino, se leía claramente el nombre “Dimitrov” —Eres un multimillonario de casinos. Dime, Adrián, ¿cómo lo has hecho posible?—, preguntó ella. Adrián parecía tan joven, y ella sabía de su autismo, sin embargo, él había logrado poseer tantos lugares que destilaban elegancia. —Todo es cuestión de estrategia. Empecé de la nada y solo utilicé mi mente para crearlo todo—, respondió Adrián. Sonrió al ver cómo los clientes gastaban su dinero sin recibir nada a cambio. La cantidad de esperanza en sus ojos le hizo detenerse solo para observar. —Me parece inspirador cómo, con autismo, has sido capaz de lograr todo esto—, dijo Evelina, desconcertada. Se preguntaba si todos los casinos serían como ese. Era la primera vez que estaba en uno y le gustó. Una cosa que nunca se hubiera imaginado era que tendría que ocuparse del ruso propietario. Cuando se volvió para mirar a Adrián, notó su mandíbula apretada mientras apartaba la mirada de ella. Sintió que sus hombros caían mientras sus labios se entreabrían con asombro. Parecía disgustado, pero ella no estaba segura de por qué. —Es un bonito cumplido—, comentó él. Evelina volvió a pensar en sus palabras y en cómo podían interpretarse como un cumplido, pero en realidad no era su intención ofenderle. —Para empezar, siento mucho haberte ofendido. No asumo el autismo como un insulto, y tú tampoco deberías hacerlo. Sin embargo, tienes razón, debería haber dicho simplemente que eres inspirador sin todo lo demás—, suspiró Evelina, —Debes pensar que soy muy cruel. Lo siento mucho. Lo que quise decir es que eres una inspiración... —Te perdono, ¿ahora podrías dejar de disculparte?—, pidió Adrián. Evelina suspiró una vez más, pero asintió con la cabeza. Adrián le puso la mano en la espalda y siguió caminando con ella por el casino. Cuando llegaron al bar, el camarero miró a Adrián antes de dirigir su mirada a la impresionante brasileña que estaba a su lado. Evelina lo observó atentamente mientras el camarero movía rápidamente las manos para preparar una bebida. Había pánico en los ojos del hombre, lo que hizo que Evelina entrecerrara los ojos con curiosidad. —Ya viene su pedido habitual, señor Dimitrov, señor—, tragó saliva el camarero mientras terminaba la bebida y se apresuraba a entregársela a Adrián. —No quiero una copa—, susurró Adrián a Evelina. Evelina carraspeó y se acercó al camarero. —El señor Dimitrov no tomará una copa en este momento. Solo me está enseñando su casino. Gracias por su colaboración—, dijo Evelina con seguridad. El camarero asintió lentamente con la cabeza mientras su cuerpo parecía relajarse por completo. Cuando Evelina se dirigió hacia Adrián, no pudo ocultar la sonrisa de orgullo en su rostro. Era la primera vez que hablaba en nombre de Adrián y sentía que había hecho un buen trabajo. —Lo has hecho bien. La próxima vez, no des explicaciones. Sé breve y ve directa al grano—, susurró Adrián. Como respuesta, ella asintió con la cabeza en señal de comprensión. Su mano no tardó en volver a la espalda de Evelina mientras la acompañaba por el casino. Sus ojos se fijaban en todo: las camareras, los hombres trajeados que reían con un puro en la boca, la gente que seguía perdiendo, pero siempre se las arreglaba para volver a intentarlo. Era increíble. —Evelina, te presento a un amigo mío: Valentino Romano—, le dijo Adrián. Evelina miró al hombre, que parecía italiano. Tenía una mirada peligrosa, pero Evelina no sintió miedo. —Evelina Santos, encantada de conocerte—, dijo en voz baja. Valentino entrecerró los ojos hacia la chica antes de levantar una ceja y mirar a Adrián. Adrián aún tenía la mano en la parte baja de la espalda de ella, lo que le hizo preguntarse si Valentino pensaba en ellos como algo más que paciente y cuidador. —Igualmente—, dijo Valentino con una sonrisa tensa antes de continuar, —quería invitarte personalmente a mi boda dentro de dos semanas. Sé que es un poco repentino, pero mi prometida es una mujer muy impaciente. —Sí, Evelina y yo asistiremos—, respondió Adrián. Evelina enarcó las cejas antes de mirar a Adrián. No podía creer que él hubiera dicho eso. El hombre parecía haber invitado solo a Adrián, no la había incluido a ella también. —Muy bien, nos vemos allí. Es estupendo conocer por fin a la mujer encargada de cuidarlo—, se rió Valentino. Había algo en él que a Evelina no le inspiraba confianza, pero aun así le devolvió la sonrisa. —El estampado de tu traje es hortera y te hace parecer un chulo moderno—, dijo Adrián de repente a Valentino, quien miró su traje. Era de rayas moradas y resultaba demasiado elegante. Evelina no pudo evitar una risita ante sus palabras. —Me encanta tu sinceridad, tío—, se rió Valentino. —Nos vemos en la boda. Con eso, Valentino se marchó, dejando a los dos allí. —Nunca pensé que tuvieras amigos. Pareces un lobo solitario, sobre todo porque no te gusta hablar con la gente—, comentó Evelina. Él la miró y dejó escapar un pequeño suspiro. —Somos más bien aliados. Si alguien viene a por mí, lo derrotamos juntos y viceversa—, dijo Adrián con sinceridad. —¿Por qué alguien vendría a por ti? —preguntó ella. Él pareció detenerse un momento mientras miraba al espacio. Luego, sus ojos volvieron a los de ella. —Hay exactamente 1.321 razones por las que alguien vendría a por mí. Las más populares son que he matado a alguien que les importa, que quieren tener lo que yo tengo y, lo más importante, que quieren demostrar que valen algo para el mundo—, explicó Adrián. —En realidad no matas a la gente, ¿verdad? Es una locura. Eres un multimillonario que posee casinos. Eso describe literalmente la cúspide de la vida soñada de cualquiera. ¿Por qué querrías matar a alguien?—. Evelina soltó una risita, pero pudo ver que Adrián hablaba absolutamente en serio y lo llevaba escrito en la cara. —Necesitaba dinero para montar mi primer casino, así que lo conseguí aprendiendo de un hombre que me tomó bajo su tutela. Yo era su cerebro y, cuando murió, me convertí en él. Soy algo más que un multimillonario dueño de casinos, Evelina. También soy el don de la mafia ruso-americana—, concluyó Adrián.
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