CAPÍTULO 13

1053 Words
—¿Tienes algún consejo?—, preguntó sólo para liberar su mente de los pensamientos que no podía evitar. Por lo general, Evelina se manejaba bien con sus deseos. Con Adrián, era como si no tuviera que esforzarse en absoluto. Él podía hacerla sentir de una manera determinada con solo dirigirle una mirada. —Zaria te ayudará—, dijo el conductor al azar. Evelina lo miró y se dio cuenta de que hablaba en nombre de Adrián. Era algo que tendría que hacer muy pronto. Cuando sus ojos volvieron a mirar a Adrián, se dio cuenta de que él ya la estaba observando. —Zaria, creo que Anton me habló de ella—, dijo Evelina, arqueando las cejas al oír el nombre una vez más. Sintió una pequeña punzada en el pecho, un sentimiento que no supo describir del todo ni entender por qué lo sentía. —Sí, es la asistente personal del señor Dimitrov. En realidad, es una de las pocas personas que trabaja realmente bien con nuestro don... perdón, quería decir jefe—, dijo el conductor. Evelina no pudo negar que su boca parecía fruncirse al oírlo. Sólo esperaba que Adrián no siguiera observándola. —Muy bien, entonces—, sonrió Evelina. De repente, giró la cabeza y Adrián parecía estar a escasos centímetros de su rostro. Sus ojos bajaron instintivamente hasta los labios de él antes de volver a subir para mirarlo a los ojos cubiertos por las gafas de sol. Sintió que su corazón latía más fuerte a medida que él se acercaba más y más. Pronto, Adrián pasó por delante de sus labios y se acercó a su oreja, donde dejó que sus suaves labios rozaran su piel. —El hecho de que digas que no me quieres parece un poco ambiguo ahora, Evelina. Los celos son tan evidentes en tus rasgos y la forma en que cruzaste las piernas cuando me mirabas hace sólo un minuto me llamó mucho la atención. Incluso ahora tienes el ceño ligeramente fruncido, algo que sólo haces cuando te esfuerzas por no pensar en mí—, susurró él suavemente. Cuando Adrián se apartó, Evelina no pudo evitar relajar su expresión. Tenía razón, estaba ligeramente levantada. —Adrián—, murmuró Evelina en una exhalación. Él se apartó de ella y miró por la ventana, dejándola sumida en sus propios pensamientos. Por mucho que lo intentara, sus ojos siempre se las arreglaban para volver a mirarlo. Llevaba un traje n***o que se ceñía perfectamente a su cuerpo. Evelina estaba segura de que a él le quedaba bien cualquier cosa, pero el traje le daba un aspecto absolutamente deslumbrante. Al cabo de unos instantes, se detuvieron frente a un edificio gigantesco. Evelina tuvo que estirar el cuello al máximo para poder contemplar la parte superior. Adrián se bajó justo cuando el conductor también se retiró de su asiento. El hombre abrió rápidamente la puerta de Evelina mientras Adrián se dirigía hacia ella, rodeándole la cintura con el brazo para ayudarla a salir del coche. —¿No crees que esto parece poco profesional? —preguntó Evelina. Adrián no dijo ni una palabra, ni siquiera la miró, justo cuando empezaron a dispararse flashes por todas partes. Evelina se quedó boquiabierta ante la multitud de personas que apareció de la nada, gritando todo tipo de preguntas que la dejaron completamente atónita. —Sr. Dimitrov, ¿es esa su novia? —¿Quién es usted? —¿Es su hermana perdida? Evelina se detuvo en seco. Su mente trataba de entender qué querían decir con "hermana perdida". No sabía si decían cualquier cosa para que su artículo se vendiera o si realmente había una hermana de Adrián de la que nadie sabía nada. Adrián no tardó en agarrarla por la cintura y acompañarla al interior del edificio. Evelina miró hacia atrás al periodista que le había hecho la pregunta y vio su pelo pelirrojo y sus gafas de montura gruesa posadas en la nariz. Sus cejas se enarcaron en señal de confusión mientras lo observaba. Lentamente, volvió a mirar hacia delante mientras entraban al edificio. Un hombre estaba sentado en la recepción con un teléfono pegado a la oreja. En cuanto entraron, colgó el teléfono y los saludó con una sonrisa. —Buenos días. Usted debe de ser la nueva cuidadora, Evelina Santos. Soy Jeffery Pina, el recepcionista. Zaria me dijo que se reuniría con usted en el despacho del señor Dimitrov —dijo el hombre. Ella asintió con la cabeza y una pequeña sonrisa mientras Adrián seguía arrastrándola hacia el ascensor. —Encantada de conocerle, señor Jeffery —exclamó justo cuando se abrieron las puertas del ascensor. No pasó ni un segundo antes de que la arrastraran dentro. —¿Por qué tanta prisa? —preguntó Evelina con una ceja levantada en el momento en que se cerraron las puertas del ascensor. No pudo evitar fijarse en la forma en que Adrián se arreglaba la chaqueta del traje para asegurarse de que ambos lados quedaran perfectamente uniformes. Parecía asegurarse de que todo en él fuera preciso. —Mira la hora —respondió él. Ella miró su reloj para ver la hora y, de repente, sus hombros cayeron al darse cuenta de por qué se estaba dando tanta prisa. —Aún nos queda un minuto para llegar a tiempo, Adrián —dijo mirándole. Él parecía mirar al suelo mientras ella lo observaba. El ascensor subió rápidamente, permitiendo que sus cuerpos sintieran la fuerza de la gravedad. Evelina se acercó a Adrián y llevó las manos a los bordes de sus gafas. Por alguna razón, no pudo evitar apartárselas lentamente de la cara para poder mirarle a los ojos. Él la miró antes de apartar rápidamente la vista una vez más. Sus ojos brillaron en la hermosa plata de sus orbes. Evelina pudo ver cómo su mente se aceleraba por la ansiedad de saber que iba a llegar tarde a la oficina. —No pasa nada —le susurró ella. Adrián la miró y pareció exhalar un pequeño suspiro. —No lo está —dijo. Evelina no sabía qué la había impulsado a hacerlo, pero rodeó su musculoso cuerpo con sus pequeños brazos. Adrián pareció congelarse por un momento mientras ella apoyaba la cabeza en su pecho. —No pasa nada —repitió.
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