CAPÍTULO 22

1263 Words
Dos semanas pasaron en un suspiro. Evelina había aprendido a adaptarse a ser la compañera de Adrián. Dondequiera que él iba, Evelina también lo hacía. Se hizo conocida en todo el negocio de Adrián y logró caer bien a todos. Su amabilidad derretía incluso a los más duros en el lugar de trabajo. —Sra. Santos, el Sr. Dimitrov ha solicitado su presencia en su despacho —sonrió Zaria, quien no era tan mala como aparentaba. Con el tiempo, se volvió realmente amable. —De acuerdo, iré en un segundo —le respondió Evelina. Justo cuando Zaria asintió y comenzó a salir de la habitación, Evelina se levantó y aclaró su voz. —Oye, Zaria, una pregunta rápida —dijo Evelina. Zaria enarcó una ceja, mostrándose paciente. Una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro. —El primer día que nos conocimos estabas un poco distante. ¿Por qué? ¿Hice algo que te molestara? —preguntó Evelina, recordando su primer día en el casino de Adrián. —Tenía un mal día. Mi prometido y yo habíamos discutido mucho y, cuando te vi, pensé que me robarías el trabajo —dijo en voz baja, seguida de un suspiro. —Lo siento —respondió Evelina, sintiéndose repentinamente culpable. No entendía por qué sentía culpa, pero no podía ignorar el sentimiento de tristeza que la embargaba. —¿Por qué lo sientes? —Zaria soltó una carcajada y, una vez más, se dirigió hacia la puerta—. Al jefe no le gustan las tardanzas. Tic-tac, señora Santos. Evelina asintió antes de seguir a Zaria fuera de la habitación, justo cuando se separaban. Mientras se dirigía a la planta de Adrián, saludó a algunos empleados, quienes le devolvieron el saludo amablemente. Cuando llegó al despacho de Adrián, fue recibida de inmediato por su familiar aroma masculino. En cuanto sus ojos se encontraron con los de él, su rostro pareció iluminarse. —Adrián, has solicitado mi presencia —sonrió Evelina mientras se acercaba a él. —Sí, mañana tenemos que asistir a una boda. Jordan Dean llegará en exactamente cinco minutos para tomar tus medidas —le dijo Adrián, antes de sentarse en la silla detrás de su escritorio. Evelina se acercó y se sentó sobre el escritorio, cerca del borde. Notó cómo él parecía incomodarse, pero no hizo nada por moverla. Odiaba que algo estuviera fuera de lugar, y el cuerpo de ella sobre su escritorio no era la mejor imagen. —¿Medidas para un vestido? ¿Puedo ver cómo será? —preguntó ella. Adrián desvió la mirada un momento antes de volver su atención a la pantalla de su computadora. —No —contestó él. Evelina sonrió alegremente antes de saltar del escritorio y caminar detrás de él. Instintivamente, inclinó la cabeza para tocar la suya y lo rodeó con los brazos. —Hoy ha sido un día perfecto —sonrió Evelina, aspirando su aroma. —Hoy se superaron los 38 grados, mientras que ayer solo se alcanzaron 38 grados. Es solo una opinión, pero ayer hizo mejor tiempo que hoy. Depende de t... —Adrián, qué mono eres —rió Evelina, quitando sus brazos del cuello de él. Adrián rápidamente los devolvió a su lugar mientras se inclinaba ligeramente hacia atrás. —¿Guapo? —preguntó él. Evelina no pudo evitar asentir con una enorme sonrisa. De repente, la puerta se abrió y Evelina se apartó de Adrián. Él no parecía molesto en absoluto. —Uy, culpa mía, ¿interrumpo algo? —preguntó un hombre. Tenía el pelo corto y rosa. La piel caramelo de sus rasgos parecía brillar bajo la luz. —No, en absoluto. ¿Quién es usted? —preguntó Evelina, dándose cuenta de lo tonta que fue su pregunta en cuanto la formuló. Adrián acababa de decirle que vendría. —Jordan. Tú debes ser Evelina —rió él. Ella asintió lentamente, sin saber qué hacer. —Y tú debes ser Adrián. Estás mucho más atractivo en persona —dijo Jordan, moviendo los dedos en señal de saludo. Adrián miraba su escritorio, pero Evelina sabía que había escuchado las palabras de Jordan. Evelina soltó una risita. Le encantaba la energía positiva y divertida de aquel hombre. —Uy, perdona chica, se me olvidaba que ése es tu hombre —dijo Jordan, acercándose a un taburete en medio del despacho de Adrián. Evelina ni siquiera se dio cuenta de que estaba allí. El nerviosismo nubló su mente al pensar que Adrián estaba justo delante de ella mientras tomaban las medidas. Aunque compartieron muchos momentos íntimos, no quería que las cosas fueran incómodas, sobre todo porque un hombre iba a tocar cada rincón de su cuerpo frente a él. Sacudiendo la cabeza, se deshizo de sus pensamientos. Luego, recordó lo que Jordan acababa de decir. —No es mi hombre. Solo soy su cuidadora —dijo Evelina, sintiendo un peso en sus palabras. No le parecía bien decir eso, pues no era del todo cierto. Sus ojos se desviaron hacia Adrián, quien ya la estaba observando. —¿No es tu hombre, eh? Bueno, te das cuenta de que tomar medidas requiere quitarse la ropa, y aquí dice que debemos hacerlo en esta oficina. Entonces, ¿'cuidadora'? ¿Siempre te desnudas delante del machote sexy? —preguntó Jordan, levantando una ceja antes de tomar la mano de Evelina y llevarla al taburete. Un rubor ardiente subió hasta sus mejillas, alertándola de que estaba ruborizada. —No pasa nada. Yo también lo haría —Jordan le guiñó un ojo. Evelina soltó una risa antes de negar con la cabeza. Aunque quisiera negar la acusación, sabía que sería deshonesto, ya que se había desnudado delante de Adrián un total de cinco veces, cuatro de ellas por culpa de él. —¿Tengo que quitarme todo? —preguntó Evelina. Jordan negó con la cabeza mientras se acercaba a la maleta que había traído. —Aw, eres tan mona. No, solo tienes que quitarte la camisa, los zapatos y los pantalones —contestó desde su espalda. Evelina asintió. Se llevó las manos a los pantalones de vestir, ligeramente ajustados, justo antes de quitarse la camisa. Solo le quedaban el sujetador n***o y la ropa interior a juego. —Sube a ese taburete, señorita Evelina —dijo Jordan. Ella subió, mirando a Adrián. Notó cómo sus ojos la seguían mientras se subía al taburete como si estuviera en un pedestal. Sintió un escalofrío al ver que él no apartaba la mirada. Ni siquiera se atrevía a romper el ardiente contacto visual. —Esto es incómodo —susurró Evelina para sí misma mientras Jordan comenzaba a medir su cuerpo. —No necesariamente, cariño. He experimentado cosas mucho peores —se rió Jordan justo cuando Adrián se levantó de su asiento. Apartó la silla y dejó que sus zapatos de vestir crearan un suave eco al caminar. Se llevó las manos a los bolsillos antes de tomar sus gafas de sol y ponérselas. —¿Te vas? —preguntó Evelina. Sus hombros cayeron al darse cuenta de que se estaba confundiendo de nuevo. Era inapropiado que él se quedara, pero al mismo tiempo, no quería que se fuera. Mordiéndose el labio, lo miró a los ojos cubiertos. —Iré a buscarte cuando Jordan y yo hayamos terminado —sonrió Evelina, tratando de ocultar su falta de profesionalidad al mostrarse más pulida y formal. Adrián no dijo nada, abrió la puerta de su despacho y salió. En cuanto se fue, toda la tensión también se esfumó. Finalmente, sintió que podía inhalar y exhalar sin todo el bloqueo de los nervios.
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