CAPÍTULO 21

1049 Words
Evelina estaba de pie, temblando ligeramente mientras observaba a la bulldog que Adrián sostenía en su regazo. Él había tomado asiento contra el cabecero de la cama y acariciaba el corto pelaje del animal con una sonrisa despreocupada. —Evelina, esta es Sobaka, la bulldog de Anton —dijo Adrián, con un tono tranquilo. Ella retrocedió lentamente, intentando alejarse tanto de Adrián como del perro en sus brazos. —No sé lo que significa Sobaka y no me importa —respondió Evelina, con la voz temblorosa. Hacía todo lo posible por controlar el miedo que sentía. Adrián, sin dejar de acariciar al perro, explicó con calma: —Sobaka significa perro en ruso. Me parece irónico que seas cuidadora y, sin embargo, te aterroricen los perros. Debería ser natural creer que querrías cuidar de algo o de alguien. Evelina lo miró con desdén. —Bueno, por una vez, estabas completamente equivocado. Me preocupo por la gente, ya sabes, por los seres humanos. No me importan esas criaturas demoníacas —replicó, entrecerrando los ojos mientras mantenía su atención en el bulldog. Su corazón seguía latiendo con fuerza, y sus ojos no podían apartarse del animal que Adrián tenía en sus manos. —Yo no diría demoníaca... —Adrián, lo sé. Sólo lo dije para exagerar. Esas cosas solo saben morder, gruñir y perseguir. No quiero tener nada que ver con ¡AH! ¡Adrián, coge al maldito perro! —gritó Evelina cuando vio que Sobaka comenzaba a moverse del regazo de Adrián y caminaba hacia ella. Pero Adrián no hizo nada. Se limitó a reír mientras Evelina mostraba una expresión de puro terror. Cuando el perro saltó de la cama, Evelina echó a correr, desesperada. Podía oír las cuatro patas golpeando el suelo mientras corría fuera de la habitación. —¡Adrián, coge al puto perro! ¡No estoy jugando! —gritó, escuchando aún la risa de Adrián resonando desde la habitación. El pasillo se le hacía interminable. No se detuvo hasta llegar a su propia habitación, donde cerró la puerta de un golpe. Finalmente, pudo recuperar el aliento mientras se apoyaba contra la puerta. El sonido de Sobaka rascando al otro lado de la puerta hizo que su corazón volviera a acelerarse. Luego, el perro soltó un pequeño ladrido, como si la alertara de que seguía allí. —¡Sobaka! Idi syuda devushka! —llamó la voz de Anton desde la distancia. [Ven aquí, niña.] Evelina pudo oír los pasos de Sobaka alejándose de la puerta, dirigiéndose hacia el sonido de la voz de Anton. Sintió un alivio inmediato. Después de un largo momento, escuchó el suave girar del pomo de la puerta. —¿Puedo pasar? —preguntó la voz de Adrián. Evelina se levantó del suelo y abrió la puerta con los ojos entrecerrados. No quería que el perro volviera, así que arrastró a Adrián dentro de su habitación y cerró la puerta rápidamente. —Me gustó estar acostado contigo en la cama. ¿Te importa si lo hacemos más a menudo? —preguntó Adrián, con una sonrisa juguetona. Evelina lo ignoró, pasando junto a él mientras se dirigía al baño. No podía creer que él la hubiera dejado sola con el perro mientras se reía a carcajadas. —¿No has oído mi pregunta, Evelina? —insistió Adrián. Evelina suspiró antes de volverse para mirarlo. —Elijo ignorarte porque dejaste que un perro me atacara cuando te rogué que lo detuvieras —respondió, sin ocultar su enojo. Adrián la miró con ternura. —Sobaka es inofensiva. Solo quería conocerte. Si hubiera un perro que realmente planeara atacarte, no se lo permitiría —dijo, con sinceridad. Las palabras de Adrián hicieron que el corazón de Evelina se ablandara un poco. Aunque a veces era brutalmente honesto, sabía cómo tocar las fibras más sensibles de Evelina. —Solo porque seas lindo, no significa que ya no esté enfadada contigo —dijo ella, esbozando una pequeña sonrisa. —De todas formas, ¿por qué estaba Anton aquí con su perro? —Vino por un encargo y se trajo a Sobaka porque a veces no le gusta estar sola en casa —explicó Adrián. Evelina frunció el ceño, aunque la historia era adorable, el hecho de que involucrara a un perro la incomodaba. —Voy a ducharme, pero puedes esperarme si quieres —dijo ella, sonriendo levemente. —Deberíamos preocuparnos más por el medio ambiente. Una ducha juntos parecería suficiente para eso, ¿no crees? —preguntó Adrián, acercándose a ella, deslizando su mano desde su hombro hasta su cuello, sus ojos siguiendo el movimiento. —O podríamos tomar duchas más cortas —respondió Evelina, riendo suavemente. Adrián se acercó un poco más, haciendo que el corazón de Evelina latiera con fuerza. Su otra mano se deslizó hasta la cadera de ella. —Te veré después de la ducha —dijo él, inclinándose para darle un beso en la mejilla. La sensación fue electrizante para Evelina, y sabía que no querría olvidarla jamás. Lo observó mientras salía del baño y entraba en el dormitorio. Una vez que él se hubo ido, Evelina se miró en el espejo antes de acariciarse la mejilla que Adrián acababa de besar, una sonrisa suave asomando en su rostro. * Después de un rato, Evelina salió de la ducha y se envolvió en una toalla. Siguió su rutina nocturna, cepillándose los dientes y cuidando su piel. Cuando todo estuvo listo, salió de la habitación y encontró a Adrián ya dormido en su cama. No llevaba camisa, lo que le permitía ver perfectamente sus abdominales y la línea de la V que se dibujaba en su cuerpo. Podría pasar por modelo si se lo propusiera. Se dirigió a su ropa, se puso un par de calzoncillos y unos pantalones cortos sin quitarse la toalla. Luego, se alejó un poco de Adrián para ponerse una camiseta. Cuando terminó, se metió en la cama junto a Adrián. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se inclinaba para besarle la mejilla, tal como él había hecho con ella. Al meterse bajo la manta, el calor la envolvió de inmediato, especialmente cuando Adrián rodeó su cintura con un brazo y se pegó más a su cuerpo. Un pensamiento persistió en su mente: no quería irse en los próximos tres meses.
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