—Evelina—, respondió él. Su cabeza se acercó al pliegue de su cuello, donde ella se encontró cerrando los ojos y concentrándose en sentirlo contra ella. Sus manos volvieron a las caderas de ella, donde las frotó suavemente antes de subir. Ni siquiera pudo decir una palabra cuando las palmas de sus manos se movieron al espacio justo debajo de sus brazos. Incluso cuando él empezó a tirar de su toalla para echarle un último vistazo, ella se vio incapaz de decir nada. Finalmente, consiguió quitarle la toalla por completo, dejándola sin aliento. Mientras ella intentaba cubrir su cuerpo de los ojos de él, él le apartó la mano y miró su cuerpo. Por fin se armó de valor, le arrebató la toalla y volvió a cubrirse con ella. Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando se separó de él y se dirigió al b