Esa noche mi madre Isabela y yo decidimos cenar en la casa de Huéspedes, pues era el cumpleaños de uno de los hijos de Eduardo. Luego de la cena Rosa notó que estaba distraída y me pidió que la acompañara al jardín a platicar, mientras mi madre y los demás disfrutaban de las ocurrencias de mis sobrinos con el regalo de mi madre: un camión de madera donde podrían pasear los tres empujados por mi tío Eduardo.
Caminamos un rato, escondidas entre los árboles, había una pequeña banca de cemento rodeada de vegetación y cubierta con las espesas ramas de un árbol, muy alto y frondoso. Hay una senda de piedras alrededor de la cual había faroles de luz, que la alumbraban. Caminamos unos pasos adelante para sentarnos en el banco que estaba frio, la luna estaba oculta entre las nubes grises por la oscuridad de la noche. Nos sentamos y luego de un largo silencio Rosa preguntó
─ ¿Tienes muchas dudas verdad?
─ ¿Dudas?
─ Sobre el joven que has visto, ¿lo has visto de nuevo? ─ preguntó acercándose más a mi lado para que nadie pudiera escucharnos.
─ Si, Rosa lo he vuelto a ver ─ luego de un suspiro pude responderle
─ ¿Cuándo fue?
─ Cercano a las siete de la noche, antes de venir para acá.
─ ¿Te ocurrió algo?
─ No gracias a él. Rosa no entiendo ¿cómo sabe dónde estoy? ¿cómo encontrarme?
─ Cariño no te preocupes él siempre sabrá dónde estás.
─ Rosa, estás confundiéndome, en lugar de aclarar las cosas.
─ Cariño ─ dijo tomando mis manos entre las suyas ─ ese joven va a protegerte, ese es su deber cuidarte, cuidarte mucho.
─ Pero ¿cuidarme de qué?
─ De la maldad hija, de la maldad. Tú, tu madre y tus tíos son los descendientes de los hijos de Amelia y a ustedes los cuidan los ángeles hija.
─ ¿Por qué?
─ Porque tu abuela Amelia ofreció su vida por salvar la de otros y a cambio pidió con fe que los Ángeles cuidaran a sus hijos, que iban a quedar solos en este mundo. Eso es lo que dice la leyenda cariño, la leyenda que te conté.
─ Si, pero eso no es suficiente.
─ Tu madre lo sabe, no entiende cómo, pero lo sabe. Tu abuela luego que supo que estaba en estado de aquel inglés pidió a su ángel que cuidara a su hija, porque sabía que el mal iba a perseguirla, tu abuelo no la quería y buscaría por cualquier medio borrar la afrenta de aquel hombre, aunque eso fuese hacerle daño a tu madre. Ese hombre Andrés Rojas sufrió mucho cariño, él amaba a tu abuela María como nunca pensó que se podía amar a alguien, pero dudaba de ella hasta el cansancio, la celaba mucho. Esos celos destruyeron su vida, a tu abuela María la hicieron muy desdichada y ese inglés le dio un poco del amor que ella añoraba.
─ Quieres decir que, ¿mi madre es hija de ese hombre porque abuela quiso?
─ Ya tú estás grande y conoces lo que puede encerrar el corazón de una mujer. Tu abuela sufría por tu abuelo, en aquel entonces ya tenía a tu tío Alfredo, y él todas las noches llegaba a la casa borracho. Una de esas noches una huésped, que llegó en el barco se encaprichó con tu abuelo, huyendo con ella en el próximo que atracó. Estuvo fuera más de seis meses, tu abuela pensó que jamás regresaría y estaba muy triste porque creyó que había perdido a su único amor.
Las cosas siguieron el rumbo que debían tomar y luego llegó el inglés a la isla, enamorándose de tu abuela como loco. Ella pensó que no se merecía a un hombre así, que le debía respeto a tu abuelo puesto que se habían casado, sin embargo, el inglés la esperó sabiendo que no podían quedarse en la isla. Le propuso que vendría por ella al siguiente mes, si ella decidía irse con él, se haría cargo de todo hasta de tu tío Alfredo.
Pero cuando regresó en la casa de huéspedes se encontró con tu abuelo y entendió entonces que no había marcha atrás, tu abuela ni siquiera quiso hablarle nunca más.
Doce años después regresó a la isla de nuevo y se encontró a tu madre que jugaba en el jardín de la casa de huéspedes, sorprendiéndose de su parecido con el de su madre. Se enfrentó a tu abuela, le propuso entonces darle dinero para garantizarle que tendría una educación adecuada para su única hija, puesto que el inglés no tuvo otros hijos.
Tu abuelo se enteró y tu abuela le contó que había sido por su culpa, porque él la había dejado sola, y pensó que jamás regresaría. Tu abuelo no se lo perdonó, aunque sabía que era el precio que había pagado por haberla engañado con aquella turista, él sabía que era por su culpa, pero nunca lo superó.
─ ¿Cómo sabes tantos detalles?
─ Porque era amiga de tu abuela, era su confidente cariño y cuide a tu madre desde pequeña.
─ Entonces mi madre siempre creyó que había sido producto de rapto, no por ser hija del amor, Rosa. Mi madre ha sufrido todo este tiempo por eso.
─ No cariño tu abuela antes de morirse le explicó a tu madre, en una carta lo que había pasado, y le dio el nombre de su padre, si ella lo decidía, lo buscara.
─ Pero mi madre no lo hizo.
─ No, para aquel entonces ya tu madre estaba viviendo con tu padre y creo que solo le mitigo su dolor, nada más. Fue un terrible error de tu abuela, pero pensó que, diciéndole esas cosas a tu madre, la salvaría de su padrastro evitando que le hiciera daño.
─ Eso es terrible.
─ Así es cariño, así es. Sin embargo, su ángel la protegió hasta que tu padre llegó a su vida y ahora, que está en otro plano, sigue con ella cuidándola. Algún día encontrarás al hombre que cuide de ti, como tu padre, cuido de tu madre. Ese es el deseo de Amelia cariño, tu ángel te apartará del mal hasta que un día encuentres al hombre que cuidará de ti en esta tierra y te haga feliz.
─ Sabes Rosa, cuando mi padre murió esa noche lo vi en mi habitación, como lo hacía todas las noches acobijándome antes de irse a dormir, le sonreí al verlo y me besó en la frente cerrando mis ojos con sus manos. Cuando desperté encontré a mi madre llorando sobre su cuerpo, había fallecido mientras dormía, y no pude despedirlo. Esa mañana cuando entré a la habitación mientras mi madre lo vestía, él estaba con ella llorando como ella, lo vi pero nunca lo dije a nadie porque pensé que era mi imaginación, siempre pensé que era eso. Cuando él me vio se alejó de mi madre, tomó mi mano sonriéndome y me llevó al lado de mi madre para que la consolara, mientras ella seguía llorando vistiéndolo con cariño, acomodando su camisa cuidadosamente y ponerle su corbata azul la que tanto le gustaba.
─ Porque tú mi niña puedes verlos. Tu padre fue un buen hombre, su alma estaba limpia, su amor por tu madre fue tan grande que se le permite seguir con ella hasta que su hora llegue. Te aseguro que él vendrá por ella, para estar juntos para siempre.
─ Rosa…─ dije con lágrimas en los ojos mientras me acurrucaba entre sus brazos, acariciando mis cabellos para decirme dulcemente: ─ Tu padre está aquí con nosotros en este momento, sonriéndote mi niña, levanta tus ojos y mira frente a ti debajo de la luz del farol…….
Era cierto la imagen de mi padre estaba debajo de la tenue luz del farol sonriéndome y vestido con su traje azul oscuro, con su blanca camisa y su corbata, aquella que mi madre le colocó el día que lo enterramos. Al principio un escalofrío me recorrió el cuerpo, pero luego cuando pude distinguirlo, por haber limpiado el rostro de las lágrimas, sentí una inmensa paz y pude sonreírle también. Al cabo de unos segundos, luego de mover su mano derecha para despedirse, una leve brisa acarició mi rostro cerrando los ojos respiré su aroma. El aroma era su perfume como si hubiese acariciado mi rostro en ese segundo, pero cuando los abrí de nuevo ya se había ido.
─ Ves hija, que lo que tú sientes, existe de verdad.
─ Si no me lo hubieses dicho tú, no lo hubiera creído. No he comentado con nadie antes nada de esto.
─ Lo sé cariño, lo sé. No te preocupes, tienes un alma muy especial y muy fuerte, por eso debes estar preparada también porque, así como ves las almas buenas, percibes aquellas que pueden hacer daño.
─ ¿También puedo verlas?
─ No, no verlas como a tu padre, sencillamente sientes el mal como un presentimiento, como algo que va a suceder….
─ La intuición….
─ Así es, presientes las cosas. Debes aprender a escucharlas hija, hazle caso a tu intuición.
─ Eso me lo dijo Juan.
─ ¿Qué te dijo?
─ Que le prestara más atención a mi intuición.
─ Descuida cariño a veces nos da miedo, pero pronto aprenderás que si lo escuchas te protegerá y te evitará muchos problemas.
─ Pero Juan estará conmigo ¿hasta que mi amor aparezca?
─ Bueno, si esa es su misión, sí.
─ ¿No estás segura?
─ No. Debes hablarle, preguntarle ¿qué hace aquí?
─ Pero tú lo vistes el otro día.
─ No, no lo vi solamente lo escuché pedirme que te diera el collar y el vestido esa noche del carnaval. Cuando lo viste salir de mi casa, fue solo para decirme que confiaras, que él te buscaría.
─ Entonces, ¿tú no puedes verlo?
─ No. Sólo tú puedes hacerlo, solo tú.
─ Pero vistes a mi padre, ¿Por qué no puedes ver a Juan?
─ Porque solo puedes verlo tú, cariño solo a ti te está permitido verlo, solo a ti. Tu padre está en otro plano, era materia como nosotras y puedo verlos, pero no a tu ángel.
─ ¿Y si mi amor nunca llega? ¿Juan seguirá conmigo?
─ No lo sé.
─ ¿Quién puede decirme?
─ Solo Juan podría decírtelo, si tiene el permiso para hacerlo.
─ ¿El permiso de quién?
─ De Dios
─ Rosa, es que ¿Dios tiene que darle permiso?
─ Claro mi niña. Los ángeles son sus mensajeros, solo ellos pueden hablarle tan cerca y decirnos su decisión, aunque siempre tendrás la opción primero de decidir tú, tu libre albedrio.
─ Rosa y ¿tu amor llegó?
─ Hubo alguien en mi vida, pero le hice mucho daño, ya no pude querer a otro.
Esa noche había sido especialmente larga, al regresar de la visita a mis tíos, arreglé las cosas para el siguiente día dejándolas acomodadas sobre mi silla. Salí a desearle buenas noches a mi madre, encontrándola sentada con sus lentes puestos, un libro sobre el regazo y su luz encendida. Retiré sus lentes y su libro, dejándolos sobre su mesa de noche, le acomodé la colcha suavemente sobre su pecho y apagué su luz, viendo cómo se mecía la cortina por la brisa en entraba delicadamente a la habitación.
En su habitación había una cama matrimonial, la cama que compartieron mis padres, se oponía a cambiarla a pesar de los años. A mano izquierda quedaba la ventana amplia que mantenía abierta, en especial de noche, cubierta por una delgada cortina blanca pues le gustaba ver entrar la luz del día y la de la noche, al haber luna llena. A mano derecha estaba el armario de madera de caoba oscura, una silla mecedora donde solía sentarse mi padre a leer sus pesados libros, las revistas y los periódicos los días domingo.
Antes de cerrar la puerta vi cómo lentamente se movía la silla mecedora, en ese instante comprendí que todas las veces que la había visto antes moverse levemente creyendo que era por la brisa, supe ahora que es él que vela el sueño de mi madre en su habitación. Les dije con la certeza de que ambos estaban ahí: ─ Buenas noches mis amores ─ y cerré la puerta con cuidado.
Cuando regresé a la mía, encontré sobre mi cama cerca de la almohada el collar del corazón n***o. Lo tomé con cuidado y lo coloqué sobre la mesa de noche en una pequeña caja de madera, la misma que me había dado Rosa esa noche que me lo puse con el vestido.
La brisa fría entró nuevamente a mi habitación, sentí frio y cuando me disponía a cerrar la ventana vi al viejo camión estacionado frente a la casa alumbrado por la tenue luz de la luna. Me quedé inmóvil y cerrando despacio la ventana lo vi abrir la puerta y colocarse delante de ella sonriéndome al verme asomada a la ventana. Le sonreí también dejando que la cortina callera delante del vidrio y viendo a través de ella, observé cómo se montaba nuevamente en su camión, así como escuché el rugir de su motor al arrancar.
Luego de tener la certeza de su existencia, me acosté tranquilamente acomodándome en la cama para dormir toda la noche, sabiendo dentro de mí, que mi guardián custodiaba no solo mi casa sino mi sueño.
Dormía, estaba segura que era un sueño, lo era porque observaba todo desde mi ser como si fuera una película, pero no veía mis pies. La playa estaba vacía, el cielo cambiaba rápidamente de color, de un celeste claro con nubes desdibujadas, a un rosado fuerte. El solo, tímido, se despedía de la playa, perdiéndose entre la espuma que llegaba a besar la orilla.
Sentí frío, la brisa comenzaba a soplar fuerte, la noche llegaba después que la luna apareció en el firmamento. Cuando cubrí mis brazos cruzándolos sobre el pecho, lo sentí a mi espalda, el calor de alguien cerca de mí. Colocó suavemente la chaqueta de cuero sobre los hombros y luego sonrió al encontrarse conmigo observándole.
─ Sabía que vendrías esta noche - respondió
─ ¿Qué haces en mi sueño? Porque estoy soñando, lo sé porque no puedo verme los pies. - le contesté algo incómoda por la situación.
─ ¿Crees que, de verdad, estás soñando? - sonrió de nuevo.
─ Sé que me acomodé en la cama y cerré los ojos, el sueño me venció, de eso estoy segura.
─ Bueno, suena lógico lo que dices.
─ ¿Estoy corriendo algún peligro?,
─ ¿Crees que estás en peligro?
─ Es que siempre que nos vemos, algo está por pasarme. ¿Será siempre de esta manera?
─ ¿Cómo?
─ Encontrarnos y luego desapareces - bajó la mirada al suelo, colocó sus manos en los bolsillos de su pantalón n***o, esa fue su reacción mientras esperaba su respuesta.
Fue entonces que la luz lo alumbró y pude verlo completamente. Estaba vestido con un traje n***o, de fiesta, alrededor del cuello de su blanca camisa, la corbata negra reposaba tranquila. Su cabello estaba alborotado por la brisa, incluyendo los míos, bailaban al son de ella. Sentí su aroma dentro de mí, esa paz tan especial, tan particular, tan suya. Sonrió de nuevo, apenado, sus blancos dientes casi brillaban por la luz de la luna, y sus mejillas tomaron un leve color rosado.
─ No, no todas las veces será de esa forma. A veces me sentirás muy cerca de ti, mucho más que en este momento, pero no te inquietes por eso ahora.
─ ¿Eres mi ángel?
─ No.
─ Rosa me habló de ti, pero tengo muchas dudas, no sé qué pensar - le respondí entristecida por todas las ideas y palabras que no pude decirle.
─ El momento llegará, pero no será ahora. Tranquila. Acompáñame a la orilla para mojarnos los pies en el agua.
─ ¿Cómo sabes que me gusta mojarme los pies?
─ ¿A quién no le gusta? Caminemos entonces.- sonrió y apartándose de mi se colocó en frente, esperando que le acompañara.
La luna estaba hermosa, brillante y redonda en el inmenso cielo, se reflejaba en el agua y la brisa dejó de soplar helada convirtiéndose en un agradable y caliente ambiente. Un paso a la vez, despacio, como si el tiempo no existiera y solo importáramos los dos.
─ Sabes que la luna sufre, en ese enorme cielo.
─ ¿Por qué lo dices?
─ Porque ella fue mujer una vez.
─ ¿Mujer?
─ Si.
─ No lo sabía. ¿Es acaso una leyenda más de este lugar?
─ Hay muchas, pero no es de este lugar. Es una historia verdadera - sonrió de nuevo, mirando el camino que marcaba la luna, jugando con nuestras sombras. - ¿Te gustaría escucharla?
─ Si.
─ Luna era una niña muy hermosa, le gustaba jugar en la arena y con el agua de la playa hacía figuras. Sus padres la cuidaban con esmero, porque al crecer sería una hermosa mujer y los liberaría del sufrimiento que pesaba sobre ellos. Luna pensaba, con el pasar de los años, que un día dejaría este lugar y estaría en el cielo, donde sería feliz porque ya no habría tristeza alguna, no la perseguirían y sus padres estarían tranquilos.
Una noche de lluvia, Luna regresaba a casa por la orilla, de la oscuridad de la noche y del mar, emergió un hombre que le hizo compañía durante su recorrido a casa. Conversaron mucho, tenían tanto en común que no podía creerlo, de él también se esperaba que sería la salvación de la gente, pues con su fuerza y grandeza los liberaría de las ataduras que no los dejaban irse del lugar. Luna le contó que ella tenía una gran misión, pero no le habían dicho aún cuál era.
Todas las noches, se encontraban en la orilla y juntos llegaban a casa. Hasta que una noche, ya casi para el amanecer, el hombre del mar se le acercó y besó sus labios tiernos. Luna sintió estremecerse desde dentro de su ser, escalofríos recorrieron su espalda, su piel erizada parecía llena de energía propia. Él se apartó de ella y mirándole a los ojos le dijo que ella era su destino y jamás la dejaría.
Siguieron viéndose cada noche, solo se preguntaba por qué lo veía solo al oscurecerse el cielo. Esa noche estaba decidida a preguntarle, quería verlo a la luz del día, que conociera a sus padres, que supieran que eran felices el uno con el otro. Cuando llegó a la orilla, esperó por él, pero no apareció. Días y días lo buscó, cada noche, pero no llegó.
Desdichada y triste comprendió que ese hombre emergido del mar, se había ido y no regresaría más. La noche que cumplió la mayoría de edad, sus padres la llevaron al templo, la vistieron de blanco pues era pura, solo que ya en ella su corazón había despertado el amor.
En el templo la esperaban todos los del pueblo, vestidos de blanco, pues era el momento para su sacrificio, la misión para la que había nacido sería revelada y se cumpliría. Había sido criada para ser la ofrenda virginal para su Dios, que regaló a cambio años de prosperidad. Sus padres la acompañaron hasta el inicio del altar de roca, que se levantaba del suelo hasta el techo, por donde la luz oscurecida de la noche la cubría. Era tal la oscuridad que nada se distinguía, Luna caminaba despacio por aquel pasillo, para llegar al altar junto a la roca blanquecina que brillaba solo de día. Se detuvo y giró para ver a los que dejaba detrás, sus padres que sonreían, aunque no podía verlos claramente, los sentía en su corazón. Regresó su mirada al camino que aún le faltaba por recorrer y siguió avanzando.
Cuando llegó al final del altar, que se elevaba del suelo hasta casi tocar el cielo ennegrecido, sintió que se acercaba a ella alguien vestido como ella de blanco. Comprendió que aquel era su enamorado de cada noche, él le sonrió y beso su mejilla. Ambos tomados de la mano siguieron el camino del altar hasta que llegaron al final, él levantó su velo del rostro y la besó, era demasiada la felicidad de ambos. Una luz cegadora los envolvió y después de atreverse a amarse, se habían confundido uno con el otro, una voz se escuchó con estruendo - ¿Cómo te atreviste a tomarla? Era para mí, mi ofrenda de los humanos por las cosas buenas que les he regalado. Y tú mortal cómo me desafiaste, entregándote a mi hijo. Serán castigados pues un Dios no puede mezclarse con un mortal. Su castigo deberá ser ejemplar, para que no vuelva a repetirse. Tú, hijo desobediente, serás enviado en forma de agua, con su furia desde adentro para destruir lo que hay en la tierra, te elevarás para alcanzarla, pero no podrás tenerla. Y tú Luna, brillarás todas las noches en el firmamento, pero cuando estés lo más hermosa, como hoy, lo cubrirás con tu luz cegadora mientras él tratará de alcanzarte, pero no podrá jamás. Cada cierto tiempo cambiarás de cara, que te recordará que la criatura que han concebido se formará dentro de ti, pero la llorarás y será dispersa en el agua donde él reposará. Ese será su castigo, contemplarse uno al otro, pero sin poder tocarse en un eterno ciclo de vida que nunca terminará, hasta que tu luz se extinga Luna y de ti, hijo desobediente, tu energía se aplaque y la fuerza desaparezca.
─ Pobre Luna, es horrible esa historia.
─ ¿Por qué dices eso?
─ Porque no estarán juntos nunca y el ser que formaron nunca nacerá.
─ No, Luna se embellece para él y cada ciclo de ella él la recuerda con la fuerza avasalladora que no acabará nunca. Luna se viste para él y se enorgullece al estar llena de ambos en el cielo. No has notado que cuando está llena y redonda es la más hermosa.
─ Bueno si, es cuando más hermosa está.
─ Y es cuando el agua más tranquila la espera para que se pose sobre él, cada noche. Vive con ella cada cambio que sufre, dándose compañía el uno al otro. ¿No es así que vivimos nosotros? Tenemos una misión que cumplir, un ciclo que completar. Algunos logramos encontrar a Luna en el camino y otros sólo la contemplamos para admirarla, pero ese disfrute nos hace felices. Eso es el ciclo de la vida y hay que disfrutarlo.
─ Es una manera de entenderlo - le sonreí. La luna enorme en el cielo reposaba sobre las aguas quietas del mar, que esperaba por su reflejo.
─ Sabes que Luna no lo olvida, sigue con él a pesar de la distancia inmensa que los separa. Eso es el amor, es aquella fuerza que nos une a otros, aunque no podamos tocarnos.
─ Entiendo tu punto de vista. Espero tenerlo algún día, como mis padres lo disfrutaron, así de hermoso.
─ Ya llegará.
─ Confío en ello.
Seguimos caminando, uno al lado del otro, despacio y sin prisa. Sentí el agua en los pies, estaba tibia y quieta como si no tuviera fuerza para moverse. Juan sonrió disfrutando de la expresión de duda en mi rostro, pues había visto mis pies, entonces no soñaba.
─ ¿En realidad, estamos en la playa?
─ Pues si, quise que disfrutarás de la noche, del agua tibia en los pies y la quietud del mar.
─ Pero, cómo es eso posible.
─ No busques la lógica de las cosas, solo disfruta de aquello que tienes delante de ti.
─ Eso me decía mi padre, siempre.
─ Es un buen consejo.
─ Si, ahora lo entiendo bien.
─ ¿Le extrañas?
─ Mucho, Éramos muy unidos, es que nos entendíamos sin hablar, casi solo con mirarnos.
─ Y, ¿sigues sintiéndolo cerca de ti?
─ Unas veces más que otras. Cuando hago cosas que hacíamos juntos, o cuando lo veo en casa.
─ Si entiendo.
─ ¿Es extraño?, no lo crees.
─ ¿El que lo veas?
─ Pues si.
─ Bueno cuando hay un fuerte amor entre los que amamos y el destino nos separa porque el tiempo de alguna acaba, la vida nos regala la posibilidad de sentirlos siempre junto a nosotros.
─ Dime, vienes a la orilla muy seguido, a caminar.
─ Si. Me encanta caminar por la orilla, que el agua tibia cubra mis pies y la luna se refleje en el agua quieta.
─ ¿Cuándo te veré de nuevo?
─ Pronto, no te inquietes por eso, cuando sea necesario estaré a tu lado.
─ ¿Sentémonos un rato? – se quitó su chaqueta y la colocó en la arena, luego extendió su mano para ayudarme a sentarme a su lado. Le sonreí, la luz de la luna sobre su rostro lo hacía más hermoso que todas las veces anteriores que lo contemplaba.
─ ¿Eres feliz en este lugar? – me atreví a preguntarle
─ Si, este lugar es especial para mí, tengo hermosos recuerdos.
─ ¿Y a ti te gusta este lugar?
─ Al principio no mucho, pero mi padre me dijo que debía darle una oportunidad y ahora me parece un hermoso lugar.
─ El amor hace que los lugares se conviertan en sitios especiales, aunque sean tan sencillos como la orilla de la playa, con las olas tranquilas y la brisa de la noche.
─ Si.
─ La luna es hermosa, siempre me ha parecido que fue hecha para contemplarla y ella para acompañarnos. ¿No has sentido que te sigue mientras caminas bajo su luz?
─ Algunas veces me parece eso, es cierto.
─ Dios hizo la luna para que nos acompañara siempre y al sol para que nos protegiera y nos llenara de vida, a ella para que nos diera la paz para descansar.
─ Es una forma muy poética de explicarlo.
─ No es poética, es la verdad. – sonrió, la luna iluminó su cara como si la luz viniera de lo más profundo de su ser, mirando al mar donde la luna se reflejaba tranquila.
─ Tal vez la historia que me contaste sea cierta, a partir de ahora cada vez que la vea hermosa como hoy la recordaré.
─ Dime, tienes mucho tiempo visitando este lugar.
─ Si, algunos años. Pero no hablemos de eso ahora.
─ ¿De qué quieres que hablemos?
─ De ti. ¿Qué hacías antes?
─ Si, antes de que llegaras a la Isla.
─ Lo que una adolescente hace, ocuparse de los estudios.
─ ¿Te gusta estudiar?
─ Si, me gusta aprender, es como una necesidad buscarles la explicación a las cosas.
─ Y, ¿siempre encuentras la explicación?
─ Bueno últimamente no mucho. Desde que llegué aquí han pasado cosas que son difíciles de explicar.
─ A veces el buscarles la explicación a las cosas nos genera muchas dudas y ellas a su vez, no nos permite disfrutar de las cosas hermosas que la vida nos presenta.
─ ¿Te pasó a ti?
─ En algún momento fue así. No tuve una infancia fácil, pero aprendí a vivir con lo que se presentaba en el camino. Dejé de buscarle la explicación a las cosas.
─ ¿Al destino?
─ Si. Hay veces que no puedes explicar por qué ocurren ciertas cosas en tu vida, a veces son buenas otras no tanto.
─ ¿Y qué has hecho entonces?
─ Aceptar aquellas que no puedo cambiar y las que puedo hacerlas de otra manera, voy y las enfrento. Sobre todo, si es especial, o lo considero único. Háblame de tu padre, ¿Dónde está?
─ Al poco tiempo de estar en la Isla murió. Estaba enfermo.
─ Lo siento.
─ Bueno, vivió como quiso, disfrutó su vida lo más que pudo. Amaba a mi madre y fuimos una familia feliz.
─ Eres afortunada de tenerlo.
─ Si, a ambos. Aunque con él era más estrecha mi relación. Decía que quería que viviera en un mundo mejor. Quería protegerme de las cosas malas. Me encantaba que me levantara en brazos, porque era muy alto y sus brazos muy fuertes, me parecía que ahí nadie podía alcanzarme. Era mi sitio preferido de niña.
─ Debió ser un hombre muy especial.
─ Fue un buen padre y mi madre jamás se quejó. Fuimos felices como familia. Debo agradecer a Dios por permitirme tener la familia que tengo. Ahora le extraño mucho, pero creo que sigue con nosotras, aunque no podamos verlo.
─ Si fue un buen hombre, te aseguro que seguirá con ustedes siempre.
Miró al cielo observando que el cielo cambiaba levemente de color, ya no estaba tan oscuro, regreso su rostro al mío que lo observaba atenta, entonces dijo viéndome fijamente: ─ Debo llevarte a casa, falta poco para el amanecer.
─ Entonces sí es verdad que estoy contigo en este lugar.
─ No dudes, cuando puedas verme, es porque estamos juntos. – sonrió de nuevo.
Se puso de pie y extendió su mano para que la tomara. Se acercó a mi rostro y mirándome a los ojos, como pidiéndome permiso, se inclinó para levantarme en sus brazos. Reposé mi pecho en el suyo mientras él caminaba por la orilla de la playa, escuchaba solo la melodía de su respiración acompasada y los latidos de su corazón.
De repente la luna se ocultó pues su luz que marcaba el camino desapareció, hasta que despacio me recostó en mi cama. Sentía mucho sueño, me cubrió con la colcha y solo sé que sentí tanta paz que no pude abrir mis ojos para verle irse o despedirlo. Estaba profundamente dormida, disfrutando de su compañía en mi sueño.