Capítulo 4: Sombras En El Castillo

1172 Words
El castillo se alzaba como un gigante dormido, con sus torres envueltas en la bruma nocturna y las antorchas parpadeando débilmente en las murallas. Sin embargo, para Alina, su hogar ya no parecía el refugio seguro que había sido toda su vida. El bosque había dejado algo en ella, una sensación de peligro inminente que no podía sacudirse, incluso dentro de los gruesos muros de piedra. “Deberías descansar”, dijo Kael mientras cruzaban las puertas principales, su tono protector, aunque distante. Habían logrado regresar al castillo sin más incidentes, pero el aire entre ellos estaba cargado de preguntas sin responder. Alina lo miró, buscando en su expresión algún indicio de lo que realmente estaba pensando. Quería preguntarle más sobre lo que había dicho en el bosque, sobre por qué parecía saber tanto sobre ella, pero algo en su mirada la detuvo. “¿Y tú? ¿Qué harás?” preguntó en su lugar, intentando calmar su mente mientras lo observaba detenerse junto a una columna de mármol. Kael se cruzó de brazos, mirando hacia las sombras de los pasillos. “Vigilar. Asegurarme de que esas criaturas no te sigan hasta aquí.” “Pero el castillo está protegido, ¿no es así? Siempre lo ha estado…” La voz de Alina se desvaneció, como si al decirlo comenzara a dudar de sus propias palabras. Kael no respondió de inmediato. Finalmente, murmuró: “No todas las barreras son impenetrables. Especialmente cuando el enemigo ya está dentro.” Sus palabras helaron a Alina, pero antes de que pudiera preguntar qué quería decir, Kael dio un paso atrás, envuelto en las sombras. “Descansa, Alina. Mañana será más difícil que hoy.” Y con eso, desapareció en el pasillo. Una Noche Inquieta A pesar del cansancio acumulado, el sueño no llegó fácilmente para Alina. Su mente estaba llena de las imágenes del bosque, de la figura misteriosa con ojos rojos y de las palabras crípticas de Kael. Se sentía como si estuviera atrapada en un laberinto, con cada respuesta que obtenía llevándola a más preguntas. Finalmente, se levantó de la cama y encendió una lámpara. La luz cálida llenó su habitación, pero no disipó la sensación de inquietud que la envolvía. Caminó hacia la ventana y miró al bosque, que se extendía como un manto oscuro bajo la luz de la luna. Fue entonces cuando lo sintió de nuevo: esa presencia, la misma que había percibido en el bosque. No estaba sola. “¿Quién está ahí?” preguntó en voz alta, girándose rápidamente. La lámpara tembló en su mano, pero la habitación estaba vacía. Solo las cortinas se movían ligeramente con la brisa nocturna. Decidida a no dejarse dominar por el miedo, salió de su habitación. Las antorchas del pasillo proyectaban sombras largas y danzantes en las paredes, y cada paso que daba parecía resonar como un trueno en el silencio del castillo. “Kael…” susurró, deseando que él estuviera cerca. Pero no había señales de él. El libro Del Destino Mientras avanzaba, Alina sintió que algo la guiaba hacia los pasillos menos transitados del castillo, aquellos que rara vez se usaban y que siempre habían estado envueltos en rumores y supersticiones. Era como si una fuerza invisible la atrajera, una curiosidad que no podía ignorar. Cuando llegó a una puerta antigua de madera tallada, con marcas que parecían runas, sintió un escalofrío recorrer su espalda. No recordaba haber visto esa puerta antes, pero algo en ella parecía… familiar. La empujó con cuidado, y para su sorpresa, cedió fácilmente, revelando una escalera de caracol que descendía hacia las profundidades. El aire era más frío aquí, y un leve olor a humedad llenaba el espacio. Alina bajó, sus pasos resonando en la piedra. Cada escalón la llevaba más lejos de la seguridad del castillo y más cerca de un secreto que no estaba segura de querer descubrir. Cuando finalmente llegó al fondo, se encontró en una habitación amplia y oscura. En el centro había un pedestal de piedra, y sobre él, un libro antiguo y polvoriento que parecía brillar con una luz propia. Antes de que pudiera acercarse, una voz familiar rompió el silencio. “¿Qué haces aquí, Alina?” Kael estaba allí, su rostro sombrío bajo la luz tenue. Su tono no era de reproche, sino de preocupación. “No lo sé…” murmuró ella. “Sentí… algo. Como si tuviera que venir aquí.” Kael avanzó hacia ella rápidamente, su mirada fija en el libro. “No deberías haber venido. Este lugar no es seguro, y ese libro… no debe ser tocado.” “¿Por qué?” preguntó Alina, retrocediendo un paso. “¿Qué es este lugar, Kael? ¿Y por qué siento que todo está conectado conmigo?” Kael cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando con algo. Finalmente, dijo: “Es porque… tú eres diferente, Alina. Hay un poder en ti que no comprendes, pero otros sí. Y ese libro… podría despertarlo.” Sombras Al Acecho Antes de que Alina pudiera procesar sus palabras, un sonido detrás de ellos los hizo girarse. En la entrada de la habitación, figuras oscuras comenzaron a materializarse, sus ojos brillando como brasas en la penumbra. “Han venido por ti”, dijo Kael en voz baja, colocando a Alina detrás de él. Sacó una daga que parecía hecha de obsidiana, y su cuerpo se tensó como un lobo listo para atacar. “¿Qué son?” susurró Alina, su corazón latiendo con fuerza. “Sombras. Criaturas del bosque oscuro. No deberían estar aquí, pero parece que tu presencia las ha llamado.” Antes de que pudiera responder, las criaturas atacaron. Kael se movió con una velocidad sobrenatural, su daga brillando mientras cortaba a través de las sombras. Pero por cada una que caía, otras dos tomaban su lugar. “¡Alina, el libro!” gritó Kael. “¡Léelo! Puede que sea nuestra única oportunidad.” Alina dudó. Algo en su interior le decía que abrir ese libro cambiaría todo, que una vez que lo hiciera, no habría vuelta atrás. Pero las criaturas estaban cada vez más cerca, y Kael no podría contenerlas por mucho tiempo. Finalmente, corrió hacia el pedestal y abrió el libro. Las páginas estaban llenas de símbolos que no entendía, pero sus manos parecían moverse solas, pasando página tras página hasta encontrar una que parecía brillar con una luz propia. Las palabras en la página comenzaron a resonar en su mente, y cuando las dijo en voz alta, una explosión de luz llenó la habitación. Las criaturas chillaron y se disolvieron en sombras, dejando atrás solo el silencio. Kael cayó de rodillas, respirando con dificultad. “Lo has hecho… pero el precio será alto.” “¿Qué precio?” preguntó Alina, temiendo la respuesta. Kael la miró con una mezcla de admiración y tristeza. “Has despertado algo en ti, algo que cambiará el curso de todo. El bosque, el castillo… ya no serán los mismos. Y tampoco tú.”
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