El bosque parecía infinito mientras Alina corría a través de la oscuridad, con ramas y raíces amenazando cada paso que daba. El eco de los gruñidos y golpes de la pelea todavía resonaba en su mente, junto con la voz de Kael ordenándole que huyera. Su pecho ardía por el esfuerzo y el miedo, pero no se detuvo. Algo dentro de ella le decía que debía seguir adelante, que el peligro estaba lejos de haber terminado.
La luna se alzaba alta en el cielo, filtrando su pálida luz a través de los árboles y guiando sus pasos. Sin embargo, a medida que se adentraba más en el bosque, la niebla se volvía más espesa, y el aire, más pesado. Parecía como si el propio bosque estuviera cambiando, tornándose más hostil con cada metro que avanzaba.
De repente, un crujido detrás de ella hizo que su corazón se detuviera. Se giró bruscamente, escaneando la oscuridad, pero no vio nada. Aun así, no podía ignorar la sensación de que algo —o alguien— la estaba siguiendo. Trató de convencerse de que era su imaginación, pero el instinto que le advertía del peligro era imposible de ignorar.
“Kael…” susurró, como si decir su nombre pudiera invocar su presencia y protegerla. Pero la única respuesta fue el susurro del viento a través de las hojas.
Entonces lo sintió: una presencia cercana, fría y abrumadora. Algo o alguien estaba allí, observándola desde las sombras.
“¿Quién está ahí?” exigió, tratando de sonar valiente, aunque su voz temblaba. No hubo respuesta, solo el sonido de un movimiento ligero, como si algo se deslizara entre los árboles.
Sin pensarlo, echó a correr nuevamente, pero sus pasos se detuvieron bruscamente cuando el suelo bajo sus pies desapareció de repente. Con un grito, cayó por una pendiente empinada, rodando entre hojas y ramas hasta aterrizar con fuerza en un claro oscuro y silencioso.
Un Claro Lleno De Secretos
Cuando Alina levantó la vista, se encontró en un lugar extraño y fuera de lugar. El suelo estaba cubierto de una hierba oscura que parecía absorber la luz de la luna en lugar de reflejarla, y en el centro había un árbol enorme y retorcido con raíces que se extendían como garras sobre la tierra. Había algo inquietante en el aire, algo que hacía que su piel se erizara.
Se levantó con dificultad, sacudiendo las hojas de su vestido. Aunque estaba adolorida por la caída, su instinto le decía que debía moverse. Ese lugar no era seguro.
“¿Por qué estás aquí, humana?”
La voz resonó detrás de ella, profunda y gutural, llena de un tono que hacía que sus entrañas se retorcieran. Alina giró rápidamente y se encontró con una figura envuelta en sombras, apenas visible bajo la tenue luz de la luna. Sus ojos brillaban con un destello carmesí, y su sonrisa era una mezcla de curiosidad y amenaza.
“¿Quién eres tú?” exigió Alina, aunque su voz apenas era un susurro.
“Eso debería preguntártelo yo”, respondió la figura, dando un paso adelante. Su rostro se reveló parcialmente, mostrando rasgos afilados y una piel pálida como la muerte. “No muchos mortales se atreven a entrar tan profundo en el bosque oscuro. Y mucho menos las princesas.”
Alina retrocedió un paso, sorprendida de que supiera quién era. “¿Cómo sabes quién soy?”
La figura soltó una risa baja, que sonó como un trueno lejano.
“El bosque tiene oídos, y tú, princesa, no eres tan invisible como crees. Tu presencia es… especial.”
Antes de que pudiera responder, un movimiento rápido a su derecha llamó su atención. Alina apenas tuvo tiempo de girarse antes de que Kael apareciera, cubierto de sangre y con los ojos encendidos de furia.
“Aléjate de ella”, gruñó Kael, poniéndose entre Alina y la figura.
“Kael…” comenzó Alina, pero él no le prestó atención. Su mirada estaba fija en el extraño, sus músculos tensos como si estuviera listo para atacar.
“Vaya, vaya”, dijo la figura, mostrando una sonrisa sarcástica. “Kael, siempre jugando al héroe. ¿De verdad crees que puedes protegerla? ¿O es que ya has olvidado lo que eres?”
El comentario pareció golpear a Kael como una daga, pero no bajó la guardia. “Esto no es asunto tuyo. Déjanos pasar.”
El extraño se encogió de hombros, pero su mirada permaneció fija en Alina.
“Como desees. Pero recuerda, Kael, el bosque no olvida. Y ella… ella está marcada.”
Sin más palabras, la figura desapareció entre las sombras, dejando tras de sí un escalofrío que se filtró en los huesos de Alina.
Verdades Ocultas
“¿Qué quiso decir con eso?” preguntó Alina, girándose hacia Kael. “¿Por qué dijo que estoy marcada?”
Kael la miró por un momento, como si estuviera debatiendo qué decirle. Finalmente, dejó escapar un suspiro y habló.
“Porque es verdad. Este bosque… no es un lugar cualquiera. Tiene su propia voluntad, y parece haber puesto sus ojos en ti.”
Alina no sabía qué responder. Las palabras de Kael solo aumentaron sus preguntas.
“¿Por qué a mí? Yo no he hecho nada especial.”
Kael desvió la mirada, como si estuviera evitando algo. “Hay cosas sobre ti, Alina, que ni siquiera tú conoces. Y este bosque lo sabe.”
El peso de sus palabras cayó sobre ella como una piedra. Estaba claro que Kael sabía más de lo que estaba diciendo, pero antes de que pudiera presionarlo, él se giró y le ofreció una mano.
“Debemos irnos. Este lugar no es seguro.”
Aunque aún tenía muchas preguntas, Alina tomó su mano y lo siguió. Pero mientras dejaban atrás el claro, no podía sacudir la sensación de que algo había cambiado dentro de ella, como si el bosque realmente la hubiera marcado de alguna manera.
El Regreso Al Castillo
Cuando finalmente salieron del bosque, la vista del castillo de Alina se alzó a lo lejos, iluminado por la luz de la luna. Sin embargo, lo que normalmente habría sido un espectáculo reconfortante ahora parecía distante y extraño. Alina sabía que, después de lo que había visto, nunca volvería a mirar su hogar de la misma manera.
“Esto no termina aquí”, dijo Kael mientras la escoltaba hacia los muros del castillo. “Ese vampiro que viste… no es el único interesado en ti. Debes tener cuidado, Alina. El peligro no ha pasado.”
Las palabras de Kael solo aumentaron la ansiedad de Alina. Sentía que estaba atrapada en algo mucho más grande de lo que podía comprender, y el miedo comenzó a apoderarse de ella. Pero cuando miró a Kael, vio algo más: una determinación feroz que le dio un atisbo de esperanza.
“Te protegeré”, le dijo, su voz tan firme que casi logró calmarla. “Pase lo que pase, no permitiré que te hagan daño.”
Alina quería creerle, pero sabía que las sombras que la rodeaban eran más profundas y peligrosas de lo que ambos podían imaginar.