Capítulo 2: El Llamado De Las Sombras

1209 Words
La oscuridad del bosque parecía cobrar vida mientras Alina seguía a Kael. Las ramas crujían bajo sus pies, y la niebla se espesaba a cada paso, ocultando el camino detrás de ellos como si el bosque estuviera conspirando para que no regresaran. El agarre firme de Kael sobre su mano era lo único que le daba seguridad, pero también le recordaba que estaba abandonando todo lo que conocía. La luna seguía brillando intensamente sobre ellos, pero parecía diferente ahora, como si también estuviera observándolos, testigo de algo que iba más allá de lo que la princesa podía comprender. Cada vez que miraba a Kael de reojo, sentía una mezcla de curiosidad y miedo. ¿Quién era realmente? ¿Por qué su mirada parecía atravesarla, como si pudiera ver dentro de su alma? Y, lo más inquietante, ¿cómo sabía tanto sobre ella? “¿A dónde vamos?”, preguntó finalmente Alina, rompiendo el silencio que había caído entre ellos. Kael no se detuvo, pero su respuesta fue tan críptica como todo lo demás que había dicho hasta ahora. “Al lugar donde todo comenzó.” Esas palabras no aclararon nada, pero despertaron más preguntas. Alina estaba tentada a exigirle respuestas, pero algo en su tono le hizo callar. Había una gravedad en su voz, una especie de advertencia implícita que no podía ignorar. Mientras avanzaban, el paisaje comenzó a cambiar. Los árboles parecían más altos, sus ramas entrelazadas formaban un techo natural que oscurecía el camino. Las sombras danzaban a su alrededor, y Alina tuvo la sensación de que no estaban solos. De vez en cuando, un murmullo apenas audible parecía venir desde la profundidad del bosque, como si las mismas sombras estuvieran susurrando secretos. “Kael…” comenzó a decir, pero él levantó una mano para silenciarla. “Estamos cerca”, dijo en voz baja. Sus ojos rojos brillaban con una intensidad que la hizo estremecer. De repente, el sendero se abrió, revelando un claro envuelto en una luz tenue y sobrenatural. En el centro, había un altar de piedra cubierto de extraños grabados que parecían brillar débilmente en la oscuridad. Alina sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. El lugar parecía antiguo, más antiguo que cualquier cosa que hubiera visto en su reino. Kael se detuvo frente al altar y soltó la mano de Alina, quien retrocedió instintivamente. El silencio que los rodeaba era abrumador, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración. “Este lugar…” murmuró Kael, más para sí mismo que para ella. “Aquí es donde se selló el pacto.” “¿Qué pacto?” preguntó Alina, sin poder contener su curiosidad. Kael giró para mirarla, y por primera vez, su expresión parecía menos controlada. Había algo en sus ojos, una mezcla de dolor y resolución. “El pacto que condenó a los vampiros y los humanos a vivir en guerra perpetua. Aquí fue donde comenzó todo.” Alina sintió que su corazón se aceleraba. Las historias que había oído de niña sobre la guerra entre su pueblo y los vampiros siempre parecían tan lejanas, como si fueran solo leyendas. Pero ahora, al estar en este lugar, se daba cuenta de que esas historias tenían raíces más profundas de lo que había imaginado. “¿Por qué me trajiste aquí?” preguntó, su voz apenas un susurro. Kael dio un paso hacia ella, y aunque su mirada era intensa, su tono era sorprendentemente suave. “Porque tú eres la clave para romper este ciclo.” Alina retrocedió un paso, sacudiendo la cabeza. “Eso no tiene sentido. Yo no soy más que una princesa. No tengo poder sobre nada de esto.” “Eso es lo que te han hecho creer”, respondió Kael. “Pero la verdad es que tu linaje lleva un legado que ni siquiera tú comprendes. La sangre de los antiguos fluye en tus venas, Alina. Y eso te convierte en algo más que una simple princesa.” Las palabras de Kael la dejaron sin aliento. ¿Qué estaba diciendo? ¿Qué significaba todo esto? Sus pensamientos se arremolinaban, tratando de encontrar lógica en lo que estaba escuchando. Pero antes de que pudiera responder, un sonido rompió el silencio: un aullido largo y desgarrador que resonó a través del bosque. Alina giró hacia el sonido, su corazón latiendo con fuerza. “¿Qué fue eso?” Kael no respondió de inmediato. Su cuerpo se tensó, y sus ojos brillaron aún más intensamente. “No estamos solos.” La tensión en el aire era palpable, y Alina sintió que algo oscuro se cernía sobre ellos. Kael dio un paso hacia ella, colocando su cuerpo entre ella y el bosque. “Escucha con atención”, dijo en voz baja. “Si algo pasa, no te detengas. Corre. Este lugar ya no es seguro.” Antes de que Alina pudiera protestar, un grupo de sombras emergió de entre los árboles. Eran figuras altas, con ojos brillantes y colmillos relucientes. Vampiros. Pero no como Kael. Había algo salvaje en ellos, algo que los hacía parecer más bestias que hombres. “Kael”, gruñó uno de ellos, su voz ronca y amenazante. “Sabíamos que volverías. Pero no esperábamos que trajeras… compañía.” Alina sintió que el aire se volvía más pesado, y una sensación de peligro la envolvió. Kael se mantuvo firme, pero ella podía sentir la tensión en su postura. “Esto no les concierne”, dijo Kael, su voz fría como el hielo. “Aléjense ahora, y no habrá problemas.” El vampiro que había hablado dejó escapar una carcajada siniestra. “¿Problemas? Oh, Kael, ya hay problemas. Traer a una humana aquí… sabes lo que eso significa.” Kael no respondió. En lugar de eso, dio un paso adelante, su presencia volviéndose aún más intimidante. “No voy a repetirlo”, dijo en un tono que hizo que incluso Alina sintiera un escalofrío. “Déjenla ir.” Los vampiros se miraron entre ellos, como si evaluaran sus opciones. Finalmente, el líder dio un paso al frente, una sonrisa cruel en su rostro. “Si quieres protegerla, tendrás que luchar por ella.” Antes de que Alina pudiera reaccionar, Kael se lanzó hacia adelante. Lo que siguió fue un borrón de movimiento, una pelea feroz que desató el caos en el claro. Alina se quedó paralizada, sin saber qué hacer, mientras los gruñidos y los golpes resonaban a su alrededor. Kael luchaba con una ferocidad que la dejó atónita. Era como si toda su calma y control hubieran desaparecido, reemplazados por una fuerza primitiva y letal. Pero los otros vampiros no se quedaban atrás. Eran rápidos, fuertes, y su número superaba al de Kael. “¡Alina, corre!” gritó Kael en medio de la pelea, su voz cortando a través del caos. Por un momento, Alina dudó. No quería dejarlo allí, pero sabía que quedarse solo empeoraría las cosas. Finalmente, giró y comenzó a correr, el sonido de la pelea desvaneciéndose detrás de ella. Mientras corría por el bosque, con la niebla envolviéndola y la luna guiando su camino, Alina no podía dejar de preguntarse en qué se había metido. Y, más importante aún, si Kael saldría vivo de esa pelea.
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