El último autobús suburbano no se apresuraba por la carretera vieja, que debería estar arreglada hacía tiempo. No había mucha gente en el mismo, sólo los que tenían la suerte de trabajar en la ciudad. Yo destacaba drásticamente sobre la otra gente. Era como un cuerpo extraño en un colectivo de habitantes de pueblos cercanos que se conocían todos.
Ahora mismo mi decisión de ir al pueblo de mi tía, me parecía poco inteligente. Quizás mejor sería quedarme en la capital, donde había muchísima gente y nadie conocía ni a sus vecinos de al lado. Pero saber que estaba tan cerca del peligro, sobre todo, cuando sabía que estaba embarazada de Herman, el miedo se apoderó de mí y la idea de dejar la capital y esconderme en un pueblo perdido entre los bosques y los lagos al norte del país me pareció una solución correcta. Yo ya no solo temía por mi vida, sino por la vida de nuestro hijo que estaba creciendo en mi vientre. Lo único que me quedaba de mi amor.
Cuando entré en el autobús atraje inmediatamente la atención de todos los pasajeros, ellos susurraban sobre mí, pero al fin y al cabo el interés se apagó, y la gente pasó de mí, olvidándose de mi existencia.
Yo escogí este medio de transporte, porque al comprar el pasaje no necesitaba presentar ninguna documentación. No pude usar el mío, tampoco el falso, que me hizo Alex, porque tenía miedo que me pudieran rastrear. No sabía nada de Herman, ni de Alex, ni de Sofia. En las noticias no decían nada sobre el asalto a la mansión de Davydov. Absolutamente nada, como si todo lo que pasara solo estuviera en mi cabeza.
El autobús paró y el conductor me avisó que era mi parada. Yo cogí mi bolso y bajé.
- Gracias, - dije al conductor y pregunté. - ¿Como llego hasta el pueblo?
El hombre no me dio ni una mirada, solo levantó sus hombros y prosiguió su ruta. No tenía ni idea de cómo llegar a la casa de mi tía. La oscuridad era tan apretada, que era aterrador alejarse del autobús ni siquiera unos pocos metros.
- Hay solo un camino, - escuché una voz, que se acercó por detrás.
Me sacudí por la sorpresa y di la vuelta.
- ¡Tía! - exclamé y las lágrimas salieron de mis ojos como dos ríos.
- Sabia que vendrías, lo vi en el sueño, por eso venía cada día a la llegada de este autobús, - contestó ella y me abrazó. - Ahora todo va bien. Estas a salvo, mi niña.
Nunca pensaba que iba a estar tan feliz junto a ella, tener alguien en quien confiar, tener familia, porque el mundo se me echara encima. Yo perdí todo por amar, mi vida tranquila, mi futuro brillante, incluso mi nombre. Ahora yo era nadie, una fugitiva embarazada, perseguida por gente muy poderosa.
Carmen cogió mi bolsa y me llevó al pueblo, que estaba a unos dos kilómetros de la carretera general. De noche no veía nada, simplemente agarraba la mano de mi tía e iba confiada con ella. Porque estaba muy cansada de tener miedo veinticuatro horas al día, necesitaba un tiempo para relajarme, una persona en quien apoyarme, una noche tranquila, sin recordar a Herman.
Nosotras entramos en una casa, donde olía a empanada y el calor de la estufa de leña me cubrió como una manta.
- Pasa cariño, ahora esta será tu casa. ¿Tienes hambre? – preguntó mi tía.
- No mucha, - respondí, pero si, que tenía, porque me olvidara comprar algo en la estación de autobuses y en ocho horas de trayecto solo bebí agua.
- Tú en tu estado tienes que comer bien. ¿De cuantos meses estas?
- De cinco o seis, no sé exactamente, - respondí.
- No fuiste al médico?
- No, tenía miedo, que me pudieran encontrar.
Carmen puso en la mesa unas empanadillas, echó el té en la jarra y dijo:
- Come, mientras te preparo la cama. Mañana me contaras, si quieres, pero hoy tienes que descansar.
Estaba tan agradecida a ella, porque me acogió en su casa sin exigir ninguna explicación. Por primera vez en estos meses yo dormí tranquila.
A la mañana siguiente me desperté sola en la casa. Carmen se había ido. Fui a la cocina, donde ella me dejo el desayuno cuidadosamente preparado y una nota sobre la mesa.
"Tina, tuve que irme urgentemente por trabajo. Regresaré a tiempo para el almuerzo. Tú desayuna y descansa. Hay un álbum de fotos en el cajón superior de la cómoda. Son fotos de tu madre, míralas si quieres. Tu tía Carmen ".
Después del desayuno yo, por supuesto, fui a mirar las fotografías. Cuando abrí la primera página, no podía creer lo que veía. Era la misma fotografía, que vi en la casa de Márquez. Ahora me quedó claro nuestro increíble parecido. Pero no entendía en absoluto qué relación mi madre tenía con Márquez. Empecé a mirar todas las fotografías con interés. En una estaba al lado de Carmen, en la otra estaba en uniforme escolar en brazos de un hombre, en la tercera estaba con una mujer que la sostenía de la mano, y el hombre abrazaba a Carmen, y finalmente la vi con un vestido de novia, solo que era muy triste.
Fue tan interesante para mí ver todas estas imágenes y descubrir la que me dio la vida, que ni siquiera me di cuenta cuando regresó mi tía.
- Entonces te interesaste por saber de tu familia, - sonrió.
- He visto esta foto antes, - le dije, y le entregué una foto de una chica que se parecía a mí.
- Sí, es Lydia. Eres muy similar a ella, solo el color de tu cabello es de tu padre. Lo tenía casi n***o.
- ¿Porque dijiste “tenía”? ¿Él también murió?
- No lo sé, desapareció, incluso antes de la muerte de Lydia.
- ¿Se casaron? En esta foto, ella lleva un vestido blanco. - Señalé a una de las fotos.
- No, tu madre se casó con otro. ¿Dónde viste su foto? - preguntó ella con interés.
Creí oportuno contarle todo para evitar malentendidos y preguntas desagradables que pudieran surgir. Acudí a ella en busca de ayuda, así que no fue justo por mi parte ocultar nada.
- ¡Entonces el padre de tu hijo es Herman! Es extraño que el destino de tu madre sea tan similar al tuyo. Ella también se enamoró de quien la mató. No con sus propias manos, por supuesto, pero él fue el motivo de lo que le sucedió. Ella simplemente no podría vivir sin él. Esperó tu nacimiento y se suicidó. - la tía me miró con lástima.
- ¿Y qué pasó? ¿Qué podría impedirles vivir felices? - No entendí.
- ¿Qué te impidió casarte con Herman? - ella se rio entre dientes. - Tu padre también pertenecía a la mafia, mira aquí, en esta foto - es él.
Sacó una de las fotografías y señaló a un hombre joven y muy guapo con el pelo n***o hasta los hombros. Nunca lo vi, pero entendí por qué mi madre se enamoró de él. Había una cierta fuerza y inteligencia en su mirada que obligaba mirarlo sin detenerse.
- ¿Como era su nombre?
- Vladimir Zbarsky. Era la mano derecha de un mafioso, aunque era una gran promesa en el campo de las matemáticas, no sé cómo terminó en las redes de la mafia.
- Háblame de ella, - le pregunté.
- Lydia fue muy especial. Como ya te dije, todas las mujeres de nuestra familia tenían sueños extraños, pero solo Lydia los veía muy a menudo, y podía proyectarlos a los miembros de la familia. Sabía de antemano lo que podía pasar, así que no me quedó claro por qué se escapó con Vladimir, sabiendo cómo terminaría todo. – suspiró Carmen, acariciando la foto de su hermana.
A diferencia de ella, entendí perfectamente por qué mi madre lo había hecho, porque yo hice lo mismo. Sabía que Herman me destruiría, pero no pude resistir al deseo de estar con él.
- Lydia se casó con el hijo de nuevo jefe de nuestro padre, pero ella se escapó con Vladimir. Por entonces yo no estaba en el país, estaba en una expedición en el Tíbet, no tenía teléfono y no vi nada en mis sueños, por eso ni siquiera sabía dónde nos había metido mi padre, no sabía que Lydia simplemente fue vendida al hijo del jefe del clan mafioso. Ni siquiera sabía que Lydia vivió en su casa durante tres meses como un pájaro en una jaula y todo era por sus sueños. A nadie importaba lo que quería ella, ni sus ganas de convertirse en poetisa. Simplemente utilizaban su don.
- ¿Entonces ella tenía sueños proféticos todos los días?
- Sí. Por ejemplo, lo vi muy pocas veces, por eso me enteré de ti tan tarde. Perdón. - dijo y me abrazó.
- ¿Como ella podría sobrevivir con eso? Yo antes los vi rara vez, pero sufría mucho después de ellos y desde hace medio año ya no veo ninguno. - Respondí.
- También Lydia sufría, muchas veces se despertaba con gritos. Nuestro don es más bien una maldición. Saber antemano lo que va a pasar y no poder cambiar el destino. El hecho de que dejaras de ver sueños proféticos es comprensible. Estás embarazada y tu hija se llevó a tu don. - ella sonrió.
- ¿Como mi hija? Ni siquiera fui al médico. ¿Cómo lo sabes?
- Muy simple. Solo una hija le quita el don a la madre. Lydia y yo éramos hermanas, ella consiguió la mayor parte, pero a mí llegaron las migajas. Entonces tu bebé es una niña. Traté de entender la razón de nuestro don, estudié casos similares alrededor del mundo, pero no pude entender por qué, sabiendo lo que va a pasar, las mujeres en nuestra familia, siempre siguieron su destino.
- Quizás sintieron que no podían cambiar nada de todos modos, - respondí, recordando mi sensación de desesperación y apatía, cuando acepté ir con Herman. - ¿Cómo me encontraste?
- En uno de mis sueños vi a Lydia, ella me mostró las puertas de tu orfanato y una hoja de calendario con el número catorce de febrero. Al principio no entendí lo que quería, simplemente comencé a buscar rastros y descubrí que Lydia había dado a luz a una hija. Así que fui a este orfanato, soborné a una de las educadoras y descubrí que te encontraron ese mismo día. Te vi en un campeonato de natación, tú te pareces mucho a Lydia. Por eso decidí encontrarme contigo. Y cuando me dijiste que también ves sueños, todas las dudas desaparecieron.
- ¿Por qué no me contaste eso antes? - Exclamé.
- Porque no querías escucharme, - Carmen sonrió suavemente, - pero aún sabía que vendrías a mí. Por eso empecé a prepararme, escogí este pueblo porque aquí no hay ni internet, ni cobertura para teléfonos móviles, compré esta casa y me hice amigos. Ser una médica en un lugar de estos te abren cualquier puerta.
- Eres medica?
- Si. Así que vístete y vamos a ver uno de ellos. No puedes vivir sin documentación, por eso por la mañana fui a ver nuestro alcalde y me prometió ayudarte.