Por los pasillos de una pequeña clínica privada en las afueras de una ciudad de vez en cuando corrían los médicos con batas blancas y máscaras en los rostros y las enfermeras, que irradiaban un grado extremo de indiferencia. Yo estaba sentada en el consultorio ginecológico, esperaba a que se abriera la puerta y la enfermera me llamara para una pequeña operación: un aborto.
Llegué especialmente aquí en autobús, porque en esta clínica no se requerían documentos de identidad. Solo tenías que pagar por el servicio.
A mi lado estaba sentada una chica, no mucho mayor que yo, y apenas reprimiendo sus sollozos, ella era la siguiente en la lista después de mí. Traté de mantener la calma, convenciéndome de que estaba haciendo todo bien y que no podía haber otra opción en mi caso. Era una huérfana, que aparte de no tener a nadie, en quien apoyarme, tenía que esconderme de la mafia.
Esta no fue una decisión espontánea. Cuando me enteré de que estaba embarazada, pensé en qué hacer durante tres semanas. Si tuviera una pequeña esperanza de que Herman estuviera vivo y pudiera protegernos, no hubiera terminado en esta clínica. Pero no echaban nada en la televisión sobre el ataque a su casa, ni sobre su muerte. Tampoco encontré ninguna información en Internet. Si la mafia podía controlar los medios de comunicación y no decía nada sobre Herman Davydov y Jorge Márquez, entonces nadie sabrá nada sobre mí y mi hijo, que también podría interferir con los poderosos del mundo, como yo.
“Al estar embarazada y después con un niño pequeño no podré esconderme y me mataran,” – así trataba de convencerme a mí misma y aunque lloraba en el corazón.
- Esto es una bagatela que se puede corregir fácilmente con una visita al médico adecuado - escuché el susurro de la chica de al lado.
- La vida de alguien no puede ser una nimiedad, aunque sea la vida de una persona que aún no había nacido, pero ya está, está vivo. - exclamé de repente.
“¡No! ¡No puedo hacer eso! ¡No soy una asesina! No soy como ellos ... ¡No soy así!” – gritó mi corazón, silenciando el cerebro.
Me levanté de mi silla y me dirigí resueltamente hacia la salida.
- Señora, ¿a dónde va? - Al escuchar la voz de la enfermera detrás de mí, me di la vuelta. - Todo está listo para la intervención, pase al despacho. El médico le está esperando.
- Yo he cambiado de opinión, - respondí con firmeza, mirándola directamente a los ojos.
- En ese caso, le informo que nuestra clínica no le devolverá el dinero que pagó, - la enfermera rapeó con indiferencia, como un texto aprendido.
- No me importa el dinero. Este es mi hijo.
¡Sí! Este es mi hijo y de nadie más. La única persona querida que quedó en este mundo y no voy a perderlo también. ¡Lucharé por él!
Miré a la chica, que antes lloraba, ahora sumergida en sus pensamientos, acariciaba su vientre, aún no redondeado. No esperaba decisiones de ella en este momento, no esperaba que ella siguiera mi ejemplo y también decidiera quedarse con su hijo. No me importaba, lo principal era que decidí yo quedarme y luchar por lo mío.
De repente la vi en la parada del autobús. Seguía llorando, pero ahora sus lágrimas tenían un carácter diferente. Más bien, fueron lágrimas de devastación moral, cuando, habiendo superado un centenar de dudas y decisiones equivocadas, encuentras el camino correcto y entiendes que lo que se hiciste “antes” estaba mal. Así era como me sentí también.
- No llores, - me volví hacia ella, sentándome a su lado. - Hiciste todo bien.
Aun sollozando, la chica me miró atentamente con sus ojos grises, que ahora parecían dos lagos con agua acumulada en ellos.
- ¿Cuál es tu nombre? - Preguntó de repente.
- Valentina, - respondí brevemente, dudando por un segundo, si era correcto nombrar mi verdadero nombre.
- Y yo Zara, - respondió en voz baja, acariciando su barriga de nuevo. – A ti también te dejó el chico, ¿eh?
- Más bien, soy yo, quien lo dejó, - sonreí con amargura, recordando mi escape.
- Tu eres fuerte. Gracias, - dijo Lina y de repente apretó mi mano. - Si nace una niña, la llamaré Valentina. Es un hermoso nombre.
- Gracias, - respondí brevemente y apreté su mano ligeramente fría en respuesta. - Tengo que irme. Y no hagas nada estúpido.
- No lo haré, - la chica me sonrió cálidamente.
Después yo puse la capucha de la sudadera en la cabeza y subí a un autobús que llegó a la parada.
A esto siguieron cuatro meses de un embarazo complicado sin ninguna ayuda. El miedo a ser encontrada por mafia era tan grande que durante el embarazo no acudí al médico por temor a acabar en la base de datos de una institución médica, donde sería muy fácil atacar mi rastro y rastrear mi lugar de residencia. Durante ese tiempo viví en todo tipo de albergues con vecinos poco agradables y nada tranquilos, pero no tuve otra opción, o más bien eso creía, hasta que encontré la dirección de mi tía entre las páginas de mi cuaderno con mis pruebas de dopaje.
Y el miedo no era tanto por mí, como por el niño, que llevaba con cuidado debajo de mi corazón.
Pero por muy asustada que estuviera y por necesidad de esconderme en estos alberges, era imposible evitar el día del parto. Sabía que no podría enfrentarme sola a este momento. Por eso decidí ir junto a mi tía, aunque no sabía si aún estaba viva y aún más, si quería verme así y ayudarme.
Márquez.
Estaba de pie en la sala de espera de la clínica, que controlaba la mafia, y por lo tanto mantenía el más estricto secreto, miré a Alex y envidié a Herman. Cuando la madre de Demid me cosía en una morgue después de la paliza y las torturas que me hicieran la gente de Colmillo hacía veinte años, y más tarde en Egipto, cuando me convirtieron en otra persona, nadie se preocupaba por mí tanto como este hombre por su jefe.
- No te preocupes, es joven y lo logrará. - dije, acercándome a Alex.
Me miró y me di cuenta de que no necesitaba mi simpatía en absoluto. Me culpó por lo que le pasara a Herman. Y tenía razón. Si no le hubiera pedido a Tina, tal vez no hubiera pasado nada.
- ¿Cómo se puso Den en contacto contigo para entregarte a Tina? - preguntó él de repente.
- Te responderé esta pregunta si me explicas cómo se enteró Herman de Lydia.
- Mi viejo amigo nos dijo que tu único punto débil era tu amor por Lydia Román. Nadie sabía nada de ella, pero tenía una fotografía de ella. ¡Es extraño que Tina se parezca tanto a Lydia! - dijo Alex y me miró inquisitivamente.
Mis dudas sobre Daga desaparecieron. Alex también trabajó para el servicio de inteligencia en algún momento.
- Den se puso en contacto conmigo él mismo, pero Emma me ayudó con algo. No estoy seguro de si eraban compinchados, pero Tina molestaba a Emma, de eso estoy seguro. - Respondí.
- Gracias, lo resolveré.
- ¿Qué le pasó a la chica?
- Yo no sé. Mi gente la buscó por el barrio, pero no la encontró. - respondió Alex.
- ¿Entonces ella no murió en la casa?
- No, Herman quería llevarla a un lugar seguro, pero no tuvo tiempo. Ella tuvo que huir. No sabíamos que Vlasenko cancelaría su orden de liquidarla.
- Gracias por contármelo.
- Esta chica atrae los problemas como un imán. Si no la hubiera traído de esa ciudad costera, él, probablemente, no estaría tumbado en la mesa de operaciones ahora, - suspiró el hombre.
- Es posible. Lo siento de veras, tengo que irme. Cuando Herman recupere el sentido, avísame, - ni yo mismo sabía para que se lo pedí.
Alex asintió con la cabeza.
Solo quedaban dos personas en este mundo que sabían toda la verdad sobre mí. Uno de ellos era Demid, quien me salvó. Engañó a Colmillo diciéndole que yo ya no respiraba y me llevó a la morgue, donde su madre trabajaba como patóloga forense. Tomó uno de los cadáveres no identificados y lo hizo pasar por mí. Entonces Vladimir Zbarsky murió para todos. Llevé casi un año en el reino de los muertos. Aprendí a comer de nuevo, para que la comida no se me cayera de la boca, caminar derecho, hablar. Necesitaba recuperarme para intentar de nuevo liberar a Lydia de las manos de Colmillo.
Pero mi sueño no estaba destinado a hacerse realidad. Demid la trajo igual como a mí. Su madre tuvo que escribir una conclusión sobre la muerte, que Lydia muriera durante el parto, para que nadie hiciera preguntas sobre la nuera de Colmillo. Pero entendí todo, cuando vi su cadáver, no había un solo lugar intacto en su hermoso cuerpo. Fue golpeada, violada y torturada. Fue entonces cuando realmente morí. Lo que me hicieron fue nada comparado con lo que ella tuvo que soportar antes de morir. Lloré toda la noche sobre su cuerpo, maldiciendo a todos, incluyéndome a mí mismo. Luego juré que me vengaría de todos los involucrados en su muerte.
Primero, maté a mi propio hermano, porque me traicionó y le dijo a la gente del clan dónde nos escondíamos, luego maté a su padre, porque este bastardo la vendió a Colmillo, o más bien a su hijo, un completo drogadicto.
Dos años después, llegué al Colmillo. Quería que sufriera tanto como yo, al igual que Lydia, pero resultó que ese malnacido tenía mucha suerte y fue él, quien se subió al auto minado destinado a su hijo y voló por los aires sin sufrimiento ninguno. Luego me ocupé de toda la parte superior de su clan, disparándoles a todos en “Elisio”. Fue allí donde conocí a Daga. Yo mismo no entendí por qué no le disparé en la cabeza, quizás porque me miró con tanta atención y sin miedo de que no apretaría el gatillo, o porque me ofreciera la oportunidad de empezar a vivir de nuevo.
No podía creer que Daga le hubiera filtrado la información a Alex así por así. Ese viejo zorro nunca daba un paso sin pensar en diez movimientos por delante. Hace quince años, parecía saber que no le dispararía, por eso me envió a Egipto y luego me ofreció trabajo. ¿Qué quiso decirme, cuando le contó a Alex sobre Lydia?
Al regresar a casa, le dejé un mensaje en Telegram, serví whisky en un vaso y esperé su respuesta. Daga respondió casi de inmediato. Aparentemente estaba esperando mi mensaje y me dio una cita en el aparcamiento de un centro comercial.
- Buenos días, Feroz, - sonrió él, cuando me subí a su auto.
- ¿Por qué abriste la boca? ¿No tienes miedo de que te la cierre para siempre? - Pregunté, mirándolo directamente a los ojos.
- No, no tengo miedo, si no me disparaste en la cabeza entonces, ahora menos. Tengo noticias para ti, pero primero, explica por qué le quitaste la chica a Davydov Jr.
- No es asunto tuyo.
- No es asunto mío, es cierto. ¿Nada te pasó por la cabeza de que esa chica se parezca tanto a Lydia?
- No, puedes expresarte con más claridad. ¿Por qué les hablaste de Lydia?
- Para que no cometas el error principal, por eso le mostré a Alex la foto de Lydia.
- ¿No entiendo lo que quieres decir?
- Cuando Lydia fue devuelta a la casa de su marido, ella estaba embarazada. Por lo tanto, ella no fue asesinada de inmediato. Colmillo pensó que el niño era su nieto. Por eso, esperó a que ella diera a luz y no la tocó.
- Pero luego se burló de la gloria. - Yo dije.
- ¿Has pensado por qué?
- Porque ella se escapó conmigo.
- ¿Qué sabes del niño?
- Murió durante el parto. - Respondí.
- No, la niña nació sana, pero Colmillo no le creyó a Lydia y le hizo una prueba de ADN. La niña no era de su hijo y se ordenó que la mataran, pero por alguna razón, la niña fue compadecida y arrojada al orfanato. Y a juzgar por el hecho de que Lydia estaba vigilada veinticuatro horas y la única persona con la que se escapó eras tú.
- ¿Qué quieres decir? - Lo interrumpí, sin creer una sola palabra.
- Lo que quiero decir es, si la niña no es del hijo de Colmillo, entonces ¿quién es el padre? - Daga preguntó, mirándome directamente a los ojos.
Y en mi cabeza destellaron fragmentos de memoria, que pensara que la conmoción cerebral y el tiempo borraran sin dejar rastro.
"- Cariño, te seguiré hasta los confines de la tierra, pero no lo lograremos, - dijo Lydia.
- No te preocupes, yo pensé en todo, deberíamos tener éxito.
- Pero nunca me arrepentiré, - continuó Lydia, colocando sus manos en las mías. - Quiero amarte abiertamente, al menos un día.
- Toda mi vida, amada. ¡No! Me amarás por siempre, - sonreí.
- Tienes razón, una parte de mí se quedará contigo para siempre, solo encuéntrala. "
Tenía razón, desde hacía más de veinte años no pude olvidarla, ninguna mujer pudo suplantar el amor por Lydia, aunque Tina casi lo logró, pero por ella sentí un amor diferente, que me volvía loco, porque no lo entendía. No sabía qué hacer con ella, pero su destino me preocupaba. Sinceramente, mis pensamientos estaban confusos. “¡Tina mi hija!” – no pude creerlo ahora, era imposible procesar esta información, por eso pregunté:
- Tu dijiste que tienes noticias, ¿Qué más?
- La segunda noticia, es que alguien intentó entrar en las cuentas de Colmillo, que le creaste.
- ¿Cómo? Solo Colmillo sabía las claves de estas cuentas. – exclamé yo.
- Nuestra gente está averiguando, si era un hacker o, Colmillo está vivo. – dijo Daga.
- No puede estar vivo, yo mismo vi, como explotó su coche.
- Yo te dije todo eso, porque prometí ayudarte, pero la decisión es tuya. – dijo Daga.
- Bien, no te enfades, pero las noticias no son para un corazón débil, tengo que pensar. – respondí y salí del coche.