Capítulo 1. Tina.
La lluvia fría me golpeaba la cara con grandes gotas, y el viento agitaba las copas de los árboles, haciendo un ruido horroroso. Los pies se hundían en el barro, las ramas secas se agarraban la ropa, arañaban la cara y las manos, pero yo seguía corriendo. Tenía que huir. Un segundo de retraso me costaría la vida. Escuchaba los truenos o los disparos en algún lugar. Me di la vuelta para asegurarme de que nadie me perseguía.
Borrando las pistas saladas de las lágrimas con la mano, yo salí del bosque, detrás se quedó mi vida, mis esperanzas, mis sueños, mi amor. Sabía que tenía que calmarme, para pensar tranquilamente, ahora nadie me iba a ayudar. Pero la fatiga e increíble malestar en el estómago me hacía sentir tan mal, que vomite. Quería comer y dormir. Pero tal simple cosa era un lujo demasiado grande en mi situación. Tenía que encontrar un refugio, hasta la mañana. Eso era mí preocupación máxima para esta noche.
No sabía qué hora era, ni me importaba, solo quería encontrar un sitio seco para descansar un poco y pensar con la cabeza fría. Tenía que encontrar una salida de este calvario a donde me metieron los dos hombres, que querían tenerme.
De repente vi una cabaña. Con mucho miedo entré dentro, por suerte no encontré nadie allí. En la esquina había un pequeño pajar. Me senté en él. Observe mis pantalones rotos y los tenis estaban llenos de barro. La chaqueta de cuero de Herman aún conservaba su aroma. De nuevo las lágrimas salieron de mis ojos. "¿Como vivir ahora? ¿Como encontrar fuerzas para seguir adelante? ¿Para qué? ¡Mejor sería morir junto a él!"- gritaba mi corazón. Pero el cerebro poco a poco empezó su trabajo: "Tengo que cambiar la ropa, porque con esta pinta no puedo salir de aquí para que nadie me pregunte de dónde salió este espantapájaros."
Yo abrí la bolsa y saqué de allí un chándal limpio. Por desgracia, otras zapatillas no puse, por eso intenté limpiar las que tenía con los pantalones rotos. En el fondo encontré una bolsa de plástico n***o. Allí estaban mis documentos nuevos a nombre de María Gorrín y fajos de billetes de cien dólares. Saqué un par de billetes y los puse en el bolsillo de la sudadera.
Decidí quedarme aquí y por la mañana ir a la capital, sería mejor perderse en una ciudad grande. La adrenalina, que hervía en mi sangre, por el miedo y una posible persecución, me permitió no sentir dolor. En general, no sentí nada más que horror y fatiga. "Tengo que dormir un poco,"- pensé, porque no podía correr más y no sabía dónde me encontraba.
Me pareció que seguía escuchando los disparos incesantes, que fueron reemplazados por truenos. Corrí, temerosa de mirar atrás incluso por un segundo. Corrí hasta que mis piernas dejaron de obedecerme y mi respiración se convirtió en un silbido.
Luego llegó un silencio ensordecedor, que al cabo de un rato fue interrumpido por el rugido de las sirenas de las ambulancias o policía.
Quería volver ... Realmente quería volver con ÉL, solo para asegurarme de que ÉL estaba vivo. Herido, pero vivo ...
Pero me dio la oportunidad de irme y, tal vez, no tendría una segunda oportunidad así, por eso la única salida para mí era correr lo más lejos y rápido posible. Lo dijo Él.
Al amanecer yo salí de mi refugio. Resulta, que estaba al borde de la carretera. Tenía miedo ir tranquilamente por ella, por eso al escuchar cualquier sonido de motor me escondía en el bosque. Así llegué a una gasolinera. Entré en la cafetería y pedí un desayuno, porque el estómago me dolía mucho. La camarera me miró con una pregunta muda.
- Es que tuve un accidente de moto, - intenté explicarle mi rara apariencia.
- ¿Estas bien? ¿Mejor llamo a una ambulancia? – me preguntó con empatía.
- No, no hace falta, yo estoy bien, de hecho, ya llamé a la grúa, solo necesito lavarme un poco y desayunar, mientras la espero, - dije más tranquila.
- Si, si, el baño esta allí, por el pasillo. - dijo la chica.
Fui al baño. Me miré al espejo y me asusté. Mis grandes ojos azules estaban rojos de lágrimas y llenos de miedo; la cara fue arañada por ramas en varios lugares. "Menos mal que inventé lo del accidente,” - pensé. Recogí mi cabello en un descuidado moño en la parte superior de mi cabeza, me lavé la cara de rastros de sangre y suciedad, tratando de no silbar por el dolor que surgía con cada toque a las heridas. En la sala solo había una pareja de ancianos. Me senté en una mesa al lado para escucharlos.
- Yo estoy segura, que a Sonia le va a encantar esta muñeca, - dijo la mujer.
- Claro que le gustará, cariño, - respondió el viejo. – Pero mejor sería llamar y avisar, que iremos a visitarlos.
- No, entonces, no será una sorpresa, - sonrió la mujer.
Después de comer un sándwich y tomar un café con leche grande, el malestar estomacal me pasó y la cabeza por fin empezó a trabajar al cien por cien. Me levanté de mi mesa y fui a pagar. Saqué un billete de cien.
- Perdón, pero yo no tengo tanto cambio, - dijo la camarera.
- Entonces cóbreme también lo de esta pareja tan entrañable, - pronuncié yo en voz alta.
Lo hice especial, porque necesitaba un coche para llegar a la ciudad.
- No hacía falta, joven, pero gracias. – dijo la mujer al escucharme, - ¿Si quiere le acercamos a la capital?
- Muchas gracias, porque mis dos ruedas, están tiradas en la cuneta y la grúa tarda muchísimo.
- Si, claro, estos del seguro siempre tardan. – apoyó el viejo hombre a su mujer.
Yo llegué con ellos a la capital. Encontré un hostal barato, no porque no pudiera pagar algo más cómodo, tenía dinero suficiente, sino porque pensaba que, entre los trabajadores ilegales, que estaban usando este tipo de alojamiento, no me iban a buscar. Y, además, aquí nadie me pidió los documentos.
Yo estaba segura, que los documentos falsos, que estaban en el bolso eran buenos, pero no quería usarlos, porque así me encontraría Herman, si sobrevivió el ataque.
Fui a un super más cercano, compré algo de comer, agua, tinte para el pelo y tijeras. Después de dos horas yo dejé ser morena, con pelo largo. Ahora era rubia con pelo corto y un peinado un poco caótico. Pero conseguí que mi aspecto cambiara. Valentina Marín, la futura estrella del deporte nacional, murió en aquella mansión del rey de pecado. Ahora yo era otra, llena de miedo, sin pasado y sin futuro. Mi sueño se cumplió otra vez.
Me acosté en la cama y por primera vez quería ver mis sueños extraños con ansia, necesitaba pistas, pero dormí sin ver nada. Nunca más volví a soñar con premoniciones y pasado un mes descubrí, que estaba embarazada.