MAXWELL
En cuanto puse un pie en la sala de conferencias, mi atención pasó del trabajo a Sadie de forma inmediata, había estado leyendo un correo electrónico de mi director financiero, pero en cuanto escuché su voz, me detuve ante la puerta.
Aquella dulce voz me hizo sentir que me deshacía y de repente, sólo podía pensar en el sabor de sus labios, el tacto de su piel, el escozor de sus uñas en mi espalda. Nadie sospecharía lo que la chica de la sonrisa radiante y mirada luminosa era capaz de hacer en la cama, aún tenía las marcas de sus mordiscos en el pecho.
Yo era un adicto y ella por todos los infiernos era mi droga secreta.
Nunca me había complacido con una mujer como lo hice con ella, me mordía y me arañaba y a mí me encantaba, se sentía como que no tenía suficiente. Mi cuerpo ans
