Capitulo 1
SADIE
Era un hecho casi científico que yo odiaba los lunes y más los lunes por la mañana. Esa frase de que es un nuevo comienzo lo único que me recordaba eran mis desastrosas citas del fin de semana.
Porque si, yo aún pensaba a pesar de todo, en encontrar a mi príncipe azul.
Sin embargo, este lunes en particular me despertó reflexiva y no pude no analizar la cantidad de malas citas que había estado teniendo en los últimos meses. ¿Era yo? ¿Mis expectativas estaban demasiado altas? No lo sé, quizás debería tener un tiempo fuera del asunto.
Me levante como cada mañana, me di una ducha y cuando termine trate de hacer algo con la terrible cara de cansada que tenía, quizás ahora viéndolo en perspectiva, no había sido la mejor de las ideas mirar hasta las tres de la mañana la temporada completa de “The Wicher”, pero, quien podía culparme.
Suspire mientras pedía un taxi y antes de lo que me hubiera gustado ya estaba en mi lugar de trabajo.
Si, odiaba los lunes.
Me acomode el pelo, alise mi falda y me dispuse como cada lunes a trabajar y mi labor consistía ni más ni menos que en ser la asistente personal del señor Black. Y debo añadir, era muy buena en ello.
Camino por el pasillo saludando a mis compañeros hasta llegar al ascensor que me lleva directo a mi piso ya que al ser la asistente del director mi puesto estaba justo frente a su oficina, en ese piso además de mi estaba Susan la asistente del gerente, el señor Dalton.
La saludo con una sonrisa que me devuelve y comienzo a acomodar mi escritorio y a preparar el café tal como a mi jefe le gusta.
No me pregunten como pero antes de que vea la hora y marque las ocho treinta ya sabía que el hombre había llegado, es como una especie de onda radioactiva que emana.
Mi jefe.
Maxwell Black.
La única persona para la cual parezco un ser completamente invisible e inexistente. No era fácil trabajar para él, claro que no, era demandandante y perfeccionista, jamás daba las gracias por nada y nunca ni una sola vez me miraba más de escasos segundos.
Ni siquiera estoy segura de sí sabe mi nombre de pila.
Recuerdo que el primer año viví aterrorizada de que me despidiera, porque obviamente su cara jamás muestra ni una sola emoción con lo cual no sabía si lo que hacía estaba bien o mal.
Con el tiempo entendí que no era humano, se asemejaba más bien a la descripción de un robot, entonces me relajé y comencé a entender su dinámica de trabajo y me amoldé al instante.
No por nada soy la única asistente que le ha durado tanto tiempo.
Sus pasos se escucharon fuerte por el pasillo, no saludo como siempre, ni siquiera me miro, pero yo ya tenía la pila de papales, la agenda y su café en mano para seguirlo hasta su oficina. Entre luego que él y dejé su café en su escritorio y tomé su saco para colgarlo en el perchero.
―Buenos días señor Black― no respondió, nunca lo hacía, pero yo no dejaba de saludarlo cuando llegaba. Solo se sentó abrió su portátil y tomo un sorbo a su café. Vi una leve mueca de satisfacción como cada que tomaba su primer sorbo, pero era casi tan efímera que muchas veces pensé que la había imaginado.
― ¿Envió los archivos que le pedí al abogado? ― su voz no tenía una mínima nota de emoción, era fría y distante. Casi podía afirmar que el señor Black atemorizaba a la gente, era algo particular porque jamás gritaba por nada, pero su mirada te paralizaba. Esos ojos azules como el hielo sumado a su grave vos te atemorizaba más que una película del exorcista.
―Por supuesto señor― coloque la pila de papeles y sobres delante de él, los toco apenas y los corrió hacia un lado―. También tengo los informes de contaduría.
―Derek debía traerlos― soltó con el mismo tono de voz. Derek le tenía terror y por ese motivo siempre me pedía que los informes se los diera yo.
―Estaba de pasada a una reunión― no dijo nada―. Bien, tiene reunión a las diez y a las doce el almuerzo con la gente de Sloan Company, tiene turno con el medico a las quince y ya recogí su smoking de la tintorería.
No respondió, nunca lo hacía.
―Necesito reservas para cenar mañana― dijo sin mirarme―. Para dos personas, cualquiera de mis lugares predilectos está bien.
―De acuerdo― ¿Sera que finalmente formalizara con alguien? No es que me importe, pero después de romper su compromiso meses atrás no se lo ha visto con nadie más. Y vamos, no es como si le faltaran oportunidades, el hombre es imponente. Aunque esa mujer me caía pésimo, si soy sincera, nunca supe el porqué del rompimiento, pero antes que suceda se paseaba por aquí como si ya fuera la dueña tratando mal a todo el mundo.
Era tan hermosa como despiadada.
Quizás estaban enamorados, pero a Kate Bradshaw se le notaba más su amor por la billetera del señor Black y no juzgo porque cada pareja es un mundo.
―Eso es todo― dijo sin mirarme y con una tacita invitación a abandonar su oficina.
―Por su puesto señor, estaré en mi escritorio por si necesita algo― ninguna respuesta, pero era casi como nuestra rutina laboral donde yo hablaba y el no.
Volví a mi escritorio dispuesta a los quehaceres que tenía el día de hoy, me aliviaba saber que era las que más había durado a su lado y eso debía llevarlo con la frente en alto. Aquí las únicas personas que duraban eran los directivos y aquellas que no se dejaban intimidar por el jefe.
El resto si tenían mucha suerte duraban seis meses y los que no, quizás podían contar hasta el tercer mes, yo ya llevaba tres años aquí por lo cual se podría poner en el libro de los records. Sabia como debía manejarlo y que hacer para que no se moleste, además era muy eficiente y me gustaba.
Cuando lo complicado paso todo se volvió más sencillo, aprendí su rutina y a conocerlo dentro de lo que cabe por supuesto, ya que me hablaba poco y nada, él no era amable y yo no esperaba que lo fuera, no es como que iba a elogiar mi trabajo o a darme las gracias.
Pero funcionábamos y eso era lo que contaba.
Prendí mi computador y así comencé con cada tarea que debía realizar este primer día de la semana.
Para cuando mire la hora eran las seis de la tarde, mi jefe ya se había ido asique guarde las carpetas que debía archivar, acomode el escritorio del señor Black para mañana y apague mi computador.
Tome mi bolso y suspire mientras llamaba el ascensor, estaba agotada. Mi mente en lo único que pensaba era en llegar a casa, comer algo rico, tomar un baño relajante y dormir hasta mañana cuando el día tuviera que comenzar de nuevo.