—No he insinuado nada —contesté calmándome un poco, pero no por miedo a él—. Sólo trata de no pelear como si fueras uno, que hasta los momentos tengo la certeza de tu heterosexualidad, así que no me hagas dudar. No replicó por no tener argumento válido. Pero después, cuando estaba en el descenso irremediable del que pierde en un debate, decidió pobremente emerger. —Es sólo que me molesta que hablen mal de Tommy —musitó sin tener el valor de mirarme a la cara, así que yo también vi hacia el parabrisas—. Sé que no tenía mucho control de su cuerpo y de sus actos, pero tampoco es que fuera el diablo. Volví a sentir que mi sangre subía de temperatura y la lengua ya me sabía amarga de retener lo que deseaba decir, así que solté las palabras. —Claro, no era el diablo,