La noche del velorio de Walter decidí, como se supone que era debido, acompañar a Jorge. Sentada junto a él estuve durante al menos dos horas, el cuerpo estaba dentro de un ataúd que no se abrió en ningún momento para dar alguna corta oportunidad a los acompañantes de ver el cuerpo una última vez y ni falta que hizo, pues, ya se rumoraba por allí el estado real de lo que había quedado del occiso; aunque a decir verdad, algunas exageraciones o falta de detalles me fastidiaron un poco, sin embargo, tampoco era que iba a salir por allí a gritar la veracidad precisa y concisa de los hechos. Así que me conformaba con que al menos la gente tuviera sus teorías acerca del asesino, sabía claramente que muchos odiaban al autor de todo aquello, es decir yo, pero había escuchado casualment
