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            Aquello fue como cuando el despertar te arranca bruscamente de un sueño que para ti es mejor que el despertar. Oscurecí la pantalla del móvil y sin salir de mi tranquilidad superficial volteé hacia Diana y le brindé otra sonrisa afable. —Lamento tener que dejarte —me sinceré, un poco triste en el fondo—. Se ha presentado un imprevisto.             No hizo ademán de disgustarse por la abrupta interrupción, apenas hizo una mueca que casi pareció por ser una sonrisa de cortesía. —No hay problema —contestó, levantándose—. No te quitaré más tiempo. Además, debo hacer cosas que tengo pendiente. Así que… quizá nos veamos en otra oportunidad.               Horas después, cuando ya caía la tarde a punto de ser sustituida por la noche, estábamos Jorge y yo frente al comando del CIC

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