Prologo. Parte I
Ya me estaba colmando la paciencia que Tommy Walter no terminara de ducharse y saliera a la pequeña sala de comedor a preparar el desayuno, o al menos a beber un poco de agua. Yo tenía ya, más de dos horas de pie tras la nevera, y aunque lo normal hubiera sido que mi reacción ante tan cansina espera fuera tener algún tic o removerme sobre el mismo lugar una y otra vez, podría decirse que fuera yo una especie de estatua, inmóvil y silenciosa, ni siquiera movía mis ojos hacia algún lugar, simplemente me mantenía con las pupilas enfocadas hacia ningún punto en particular, sin parpadear al menos; me limitaba a escuchar todo, afinando mis oídos de tal manera que pudiera oír cada cosa a mi alrededor aparte del motor de la nevera tras la cual mi espera se daba lugar.
Escuché la regadera en el cuarto de baño de la habitación de Tommy cesar su expulsión de agua y luego, agudizando mucho más mi oído también escuché cuando empujaba la cortina hacia un lado para poder salir de la ducha. Estuve a punto de cerrar mis ojos y suspirar en una actitud de tedio, pero contuve mis expresiones, era suficiente con sentirlo todo y amortiguarlo en mi mente como si fuese una ardiente llama que evitaba exteriorizar. Pensé que Tommy tardaría otra media hora en terminar de vestirse y salir a la sala a cualquier cosa, no estaba en mis planes improvisar, odiaba improvisar cuando mucho tiempo le había dedicado a un plan, así que lo más sensato era esperar en vez de salir e irrumpir en la habitación del hombre ese y de un golpe seco en su cabeza dejarlo listo para el festín que me daría posteriormente. Pero no, eso sería como limitarme a un vaso de cerveza cuando podía probar del más exquisito vino italiano, mi objetivo era que estuviera consciente de todo lo que sufriría mientras recordara el motivo de todo aquello.
Y efectivamente salió de la cueva que tomaba como dormitorio y sus pasos resonaron en toda la pequeña sala, pude percibirlo justo al otro lado de la nevera antes de que abriera la puerta y rebuscara alguna cosa en esta, mientras tanto miré la hora en mi reloj de pulsera, eran las cuatro en punto de la madrugada y por lo que había tardado luego de salir de la ducha, probablemente no se había vestido todavía.