Le dediqué una mirada intensa, mientras ella no apartaba los ojos de mí, así que decidí dejarla allí para subir al segundo piso y meterme en el dormitorio, pero antes de que pudiera darme la vuelta ella se puso de pie y me miró soberbia. —No creas que vas a amenazarme, no en mi casa. La miré con extrañeza, arrugando ligeramente mi entrecejo y tensando una sonrisa de disimulada burla. —Es que no estoy amenazándola, señora —meneé la cabeza mínimamente, llevando el control—. Sólo dije que voy a descubrir quién está detrás de todo esto que termina perjudicando a Diana Crysler y cuando lo consiga voy a hacerlo pedazos; pero como es usted una señora decente, sinceramente no creo que tenga algo que ver. Así que no necesita alterarse. El que nada debe, nada teme.