No fue tan difícil encontrar la dirección de vivienda de Bruce Phoenix, incluso los lugares que más frecuentaba. De modo que, como nocturna que soy, esperé a que pasara la media noche e iniciara la madrugada para ir al bar gay en el que ahogaba sus instintos y penas cada fin de semana. La música electrónica y bastante pegajosa para mi gusto sonaba arrastrada y pesadamente dentro de aquel establecimiento, cuyas luces estroboscópicas parpadeaban como relámpagos en nubes tormentosas al mismo tiempo que cuerpos varoniles en su mayoría se meneaban al ritmo del sonido del momento. Cuando entré nadie más que unos cuatro me prestaron atención, pero no por mucho puesto que de seguro no sería yo carne de su preferencia. Me abrí camino entre ellos c