—Pe…, pe…, pero ¿Cómo es eso que me debo casar? —preguntó Karim sorprendida y con mucha confusión en su cabeza.
Ni novio tenía, no sabe lo que es eso porque no le ha preocupado sino sacar su carrera para ayudar a su padre, ni amigos fijos tiene, solo conoce a unos cuantos chicos en la Universidad. Los saluda para no pasar por mal educada, pero no se detiene a conversar con ninguno para que no se formen una idea errónea de algo que ella no desea.
Al ver que su padre no le respondía, sino que la miraba con ojos temblorosos, se desesperó.
—Dime padre, ¿cómo es que ahora debo casarme? ¿Desde cuándo debo hacer tal cosa? y ¿Por qué? —inquirió alzando la voz.
Estaba intentando permanecer calmada pero al ver que su padre no decía nada, comprobó que no le estaba gastando una broma. El no es bromista, es demasiado serio, y al ver que se mantenía firme, sin mostrar un ápice de duda, sus ojos comenzaron a emanar la sal del llanto.
—No entiendo, ¿Por qué debo obedecer a esa locura? —cuestionó—. Ni siquiera sé quién es ese fulano Goldschmidt —refutó—. ¿Cómo me vas a obligar a casarme con alguien que no conozco, peor aún, alguien que ni siquiera quiero, porque puede que no lo conozca pero si hubiera tenido una referencia anterior de ese desconocido tal vez imaginándolo, si me hubieran dado tiempo a idealizarlo, lo consideraría, y ni así —dijo entrando en histeria—. Nooo —gritó y se paró del sofá.
Caminó hacia el ventanal y abrió las ventanas para respirar. Si antes sentía el calor propio de la ansiedad al imaginar que pudiera tener una enfermedad que lo estuviera matando, ahora se siente como si le fuera a dar un paro respiratorio. La sola idea de tener que ir al altar y entregar su vida a un no sabe ella quién, le produce mucho estrés.
—Papi —llamó su atención aun dándole la espalda—. Sabes que nunca te digo que no a lo que me has pedido, así como estoy segura que sabes que esto que me estás pidiendo es una locura, es inconcebible que acceda a algo similar —se giró sobre sus pies, llevó su cabello hacia atrás sintiendo que le fastidiaba sentirlo en el rostro.
Vio a Andrew avanzar hacia una mesa decorativa que hay detrás del sofá, sobre la superficie de ella dejó el vaso y avanzó hacia Karim para mirarla más de cerca.
Al escuchar su negativa, el pánico hizo presa de él, en segundos vio su vida y la de ella pasar frente a sus ojos. Caroline Goldschmiddt es una mujer de armas tomar, es despiadada, no le tiembla el pulso cuando desea obtener algo. Él lo había visto con otras personas que fueron víctimas de su poder, como quien mira los toros de lejos. Jamás imaginó verse en el lugar de esos tantos; pero sabía que estaba en esa posición por pura y descarada responsabilidad y de la cual no podría salir si no satisfacía una de las dos condiciones que ella le impuso. Trató de cumplir con la primera y no lo logró. Lo que sí supo, fue que estaba solo, no tenía a nadie más que a Karim, él y ella eran todo lo que tenían el uno para el otro.
—Mi vida depende solo de ti hija —le dijo con desesperación tomando sus manos y apretandolas como si se prendara de su tabla de salvación, como si estuviera siendo jalado por un abismo que lo succiona más y más al fondo y se negara a dejarse ir.
Pero ya estaba más que sumergido en la estela de maldad de Caroline, ella ya lo tenía sobre la guillotina y un paso en falso acabaría con su reputación y la de Karim, los haría ver como los delincuentes que bien él sabe ella no es, su hija no.
—Sobre mí pesa una denuncia, no debes creer nada de lo que se te diga, pero si no aceptas la persona que me amenazó hará todo por llevarme a prisión y a ti desprestigiarse —le confesó Andrew con la mirada llena de desesperación, sus manos temblaban al ver el futuro de ambos impregnado de situaciones turbias.
—No entiendo, si no debo creer nada de lo que me digan ¿Quién me va a decir algo? y ¿Qué podrían decirme que te dañe? Padre, no entiendo nada —le dijo ella contrariada.
—Hija, solo acepta, será solo por un año —repitió él al recordar las palabras de Caroline.
Estaba negado a contarle a Karim la verdad que los está llevando a vivir esa pesadilla que parece tragarselos vivos. Andrew sabía que Karim no tenía el temor que él estaba padeciendo en ese instante, todo porque desconocía el trasfondo del asunto y la maldad que puede albergarse en el cuerpo de una mujer que aparenta ser fiel creyente de la iglesia y practicante de la ayuda al prójimo con obras de caridad.
Inicio del Flashback
Dos días atrás
—Hice todo para conseguir por lo menos la mitad del dinero, señora Goldschmidt —le dijo Andrew cabizbajo a la mujer altiva que tiene al frente.
—Hizo todo —dijo ella en actitud pensativa aunque él sabía que solo se burlaba de él—. Y ene se hacer todo, ¿Supongo que trajo hasta el último céntimo que me pertenece?
Andrew tragó grueso antes de proseguir. Su frente estaba impregnada de sudor y sus manos también aunado al temblor involuntario que la situación de manera inesperada comenzó a manifestar.
No era un hombre inseguro, pero desde que esa mujer invadió su oficina y le impuso no solo su presencia sino que le hizo una serie de amenazas bastante ciertas, anda predispuesto, y a la defensiva.
—Por eso estoy aquí, no he podido conseguir nada —le confesó en voz baja y temblorosa—. No creo poder conseguir ese dinero en tan poco tiempo —le dijo siendo realista—. Si me da un tiempo más estoy seguro que se lo podré entregar pero una semana es muy poco tiempo.
—No me interesa lo que tenga que hacer para devolver a su lugar lo que se llevó señor Banister, bueno, sí se le puede llamar señor —dijo Caroline en actitud prepotente—.UN día, una semana o un año, no dista de la responsabilidad que una persona pueda tener, usted demostró ser un vulgar delincuente, y bien sabe qué lugar debe ocupar una escoria de su clase —le dijo ella de manera despectiva—. Hugo —Caroline llamó a uno de sus empleados en un grito.
Al despacho, después de tocar levemente la puerta anunciando su llegada, ingresó un hombre de un metro ochenta de estatura, enfundado en un traje n***o, su mirada es misteriosa.
—Dígame, señora —advirtió el hombre luego de mirar de manera disimulada al hombre que estaba parado al frente del escritorio detrás del cual se encontraba sentada la mujer que llamó su atención.
—Prepara todo para llevar a esta porquería a la delegación, vamos a entregarlo a las autoridades —le ordenó.
—No, no, señora, no me haga eso, usted sabe que no soy mala persona —dijo Andrew en protesta, dejando ver el miedo tan grande que comenzó a sentir—. Dígame qué puedo hacer para pagarle, le trabajaré las veinticuatro horas, no sé, imponga usted la condición que quiera pero no me entregue a las autoridades.
El hombre que acababa de ingresar miraba callado la escena, en silencio lamenta ver a este pobre hombre en esa situación, y en cierto modo acepta que muchos buscan ponerse en ese lugar. Muchos que como él implorando compasión y no ven el futuro antes de dar un mal paso. NO sabe que hizo el desgraciado hombre que parece querer arrastrarse a los pies de Caroline Goldschmidt, pero sí sospechaba que habría de ser algo grande por el nivel de desesperación.
—Como ordene señora, ya organizo a los hombres —adujo Hugo.
—No, señor, de verdad, pídeme lo que quiera —insistió Andrew.
—Entregame a tu hija —exigió Carolien sin titubear.
Un exceso de tos se escapó de la boca de Andrew.
—¿Mi…, mi…, mi qué? —cuestionó haciéndose el que no entendía.
—Como escuchaste —dijo la mujer en tranquilidad.
—¿Mi hija? —cuestionó incrédulo ante la posibilidad de que esa mujer pudiera involucrar en eso a un ser tan inocente de todo como Karim.
—Sí, a tu hija, Karim Banister, esa chica tierna que estudia arquitectura en la Universidad Católica de Ávila, esa tierna niña de mirada tierna y voz tan frágil como su carácter —le dijo simulando ternura en su voz—. A esa maldito hombre, a esa niña es la que me vas a entregar para saldar tu deuda —le exigió alzando el tono de la voz, volviendo a su estado natural de prepotencia y voz agresiva, acompañó sus palabras con un golpe sobre el escritorio—. La quiero aquí para el día sábado a las siete de la mañana, ese día contraerá matrimonio con mi hijo Gael.
De solo escuchar esa orden tan retorcida, tanto Andrew como el empleado que parecía estatua, abrieron los ojos sorprendidos.
—¿Matrimonio? ¿Acaso se enloqueció? —cuestionó Andrew después de mirar a Hugo—. No puede involucrar a mi hija en esto, ella no tiene nada que ver con las decisiones que yo haya tomado en el pasado.
—Puedo y quiero involucrarla, o mejor dicho —adujo Caroline en tranquilidad al tiempo que se puso de pie, dio la vuelta al escritorio y se detuvo al frente de él—. Tú la involucraste cuando decidiste ser tan bruto para morder la mano que les estaba dando de comer, los alimenté a ambos. alguno de los dos debe pagar, y como tú no me sirves, porque además de ladrón resultaste inutil, que tu hija sirva para algo.
—Disculpe que la interrumpa —intervino Hugo—. ¿Qué hago señora? —le preguntó él al sentir la necesidad de abandonar ese lugar, ya había escuchado lo suficiente.
Lleva años trabajando para la familia Goldschmidt, en esos años ha visto y escuchado cosas que le han sorprendido, pero como lo que acaba de escuchar nada similar, y al no estar de acuerdo y no poder opinar, prefiere retirarse.
—Por ahora nada, Hugo —le respondió la mujer en voz pausada—, retirate.
Haciendo un ademán de cabeza, el hombre trajeado se retiró y dejó nuevamente solos a Carolien y a Andrew.
—No tengo nada más que hablar contigo —le dijo la mujer con desprecio—. Sal de mi casa, y ya sabes, el sábado a las siete de la mañana la quiero en al puerta de mi casa, tu verás si la convences o sino a las siete y media tendrás a las autoridades en la entrada de tu casa y tu rostro circulando en los medios de comunicación como el estafador que eres —sentenció la mujer de manera repelente, tal como el que actúa el que sabe que tiene el poder.
Cabizbajo, Andrew, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta.
—Si te sirve de consuelo, el matrimonio sería solo por un año. Dile eso a tu hija —adujo la descarada y le dio la espalda para retomar su lugar detrás del escritorio—. Cierra al salir.
Fin del Flashback