Prólogo
Asustada, desilusionada, con la mente totalmente nublada, sin saber qué hacer ni hacía dónde ir, y con la capacidad de marcha bastante limitada porque el nudo que sentía en la garganta y el dolor tenue que irradiaba desde el estómago hacía lo más interno de su pecho, y que encontraban su punto de explosión precisamente allí, en su garganta que estaba totalmente trabada, y que al no poder exteriorizar el dolor de lo que era la pérdida de lo más importante para Karim, su pequeño hijo, Dexter, provocaba en su cuerpo dramáticas sacudidas que parecían asfixiarla, como si estuviera experimentando un cuadro epilléptico, aunado a que parecía estar totalmente cegada por el ardor de la sal de las lágrimas que se acumularon en sus ojos y que ella se negaba a dejar salir, lo que le produjo dolor en los ojos, pues como represa a punto del colapso, hacían presión en sus párpados para que las dejara fluir; pero no podía, no era lo que había proyectado de esa visita, no.
En medio de la bruma mental que la invadía, Karim se repetía en su cabeza que no había arriesgado tanto al decidir volver de nuevo a esa casa para salir de ese lugar humillada, aunque así fue, Caroline una vez más demostró tener el poder de destruirla, le dio a entender que tenía todo el poder de hacer con la voluntad de todos un rollo de papel higiénico si a ella le convenía.
La noticia que Karim recibió de la boca de esa malvada mujer no fue la que imaginaba, se reprochó por haber sido tan impulsiva y no prever eso como posible. La ilusión de volver a ver a Dexter, nubló su entendimiento, y con ello, toda posibilidad de considerar como un hecho cierto que ellos se desharían sin mayor remordimiento del único ser inocente en esa macabra historia, y más cuando ya tenían en sus manos lo que les llevó a Caroline y al padre de Karim a obligarla a acceder a vivir una vida tan aberrante.
Por segunda vez no tuvo más opción que salir corriendo de esa casa. Ensimismada en huir de ese lugar, sin poder ver con claridad donde estaba pisando a medida que avanzaba, tal era su aturdimiento que cuando llegó al recibidor de la enorme mansión de los Goldschmidt, tropezó con una parte levantada de la alfombra, cayó al piso pegando la parte alta frontal de su rostro en contra de una mesa de hierro forjado finamente pulido, lo que la dejó en un estado de aturdimiento mayor, ocasionándole un mareo tremendo que terminó de hacerla sentir enferma. Pasados unos segundos, como pudo se incorporó del piso, y apoyándose en las paredes, logró llegar a la puerta principal, la abrió y salió de ese lugar sin tener rumbo fijo, lo único que sabía era que debía huir.
Después de bajar las escaleras y comenzar a encaminarse por el camino principal que conduce hacia la salida de la propiedad de los Goldschmidt, mientras avanzaba en un caminar zigzageado bajo los inclementes rayos de sol, tratando de recordar dónde dejó el auto de alquiler en el que llegó, sintió un frío doloroso en la cabeza, estaba demasiado aturdida por el golpe, se llevó una mano al frente para buscar calmarse, no lo logró, sino que al contrario, se vio sorprendida cuando fue arrastrada por una fuerza bruta que la hizo caer y luego la suspendió en el aire. Se sentía tan mal a causa del golpe que no tenía la capacidad suficiente para determinar qué le estaba sucediendo en ese instante, perdió la noción del tiempo
….
—Karim, mi amor, ¡Qué bueno que despertaste! —escuchó desde la distancia, una voz que le parecía familiar—. Amor, ¿Dime que estás bien, por favor? —insistió la voz y sintió unas manos tocar su mejilla.
No supo qué responder, parpadeó varias veces y solo pasado un rato, sus ojos y su mente se ubicaron en el lugar y le permitió a su parte consciente darle un rostro y hasta sentimiento a esa voz que difícilmente podría olvidar. No podía, en esos tres años que estuvieron separados no lo olvidó, menos lo haría después del golpe tan contundente que se llevó, y más si tenía ese sentimiento tan arraigado en su ser.
«El golpe», recordó llevándose la mano derecha a su cabeza,. intentó sentarse, pero el dueño de esa melodiosa voz se lo impidió.
—No te esfuerces, descansa —le pidió él—. Quedate conmigo, quedate aquí…
—Dexter —dijo ella interrumpiéndolo de repente—. Dexter, mi pequeño.
En ese instante, él, Moises, no habló, guardó silencio mientras la miraba sin expresión en su rostro, su mirada cambió de la ternura y el amor a una que no mostraba nada, estaba vacía.
—Debo irme —adujo Karim sin darle importancia al cambio en la expresión de Moises.
—No te vayas, por favor —le pidió él tomándola por la muñeca luego de que ella logró no solo sentarse si no también ponerse de pie.
Ella hizo caso omiso a su petición pese a sentir que el corazón le rebosaba de emoción de volver a verlo después de tantos años. Lo amaba, lo sabía, lo confirmó en ese momento, pero la necesidad de buscar a su pequeño era más fuerte que ese amor. Intentó avanzar, pero él se lo impidió una vez más al ponerse de rodillas y rodear su cintura con sus brazos, haciéndole una presión alarmante en su estómago y vientre, parecía querer romperla. aunque esa no era su intención.
—Quédate a mi lado —dijo con una urgencia que demostraba su nivel de inseguridad—. Quédate, quédate —repitió al tiempo que, como si estuviera poseído, levantó su vestido y comenzó a besar su vientre en una necesidad enfermiza, mientras sus manos no dejaban de presionar para impedirle alejarse.
Karim sabía de esas manifestaciones de cariño desesperado, así recordaba cada uno de sus encuentros furtivos, siempre fue así cada vez que se veían en el pasado, tal cual sucedió en ese instante. La pasión que los envolvía era tal que siempre fue mejor dejarse llevar que perder en palabras inútiles el poco tiempo que la vida les regalaba, palabras que no servirían para demostrar la intensidad de lo que ambos sentían. Entre ellos no habían palabras, el tiempo no era suficiente para hablar y luego experimentar el amor, y como quiera que tiempo era con lo que no contaban, Moises ante el poder arrasador que esa mujer tenía sobre él, como si estuviera poseído por un demonio terminaba así, tal cual se encontraba en esa oportunidad, en total desesperación por olerla, por dejar que sus labios repasaran cada pliegue de su piel, por dejar que ese otro hombre que solo ella había logrado despertar, se manifestara una vez más y recorriera el mundo en su cuerpo.
En esta ocasión, sin poderlo evitar, también terminó dopado por su aroma, ese que se desprende de su ser, de su centro, ese por el que enloqueció cuando supo, de boca de su madre, que no la volvería a ver.
—¡Ah! —exclamó complacido y sintiéndose despertar de un letargo infinito al calar en sus fosas nasales un ápice de los que recordaba de ella sin siquiera adentrarse más a su piel.
Karim se estremeció pues esta era una de las tantas maneras que tenía para reverenciarla, la tenía como una diosa, y eso a ella le gustó desde esa segunda vez que los obligaron a estar juntos.
Por obligación estuvieron juntos dos, tres, cuatro veces y hasta más, y por obligación terminaron sumergidos en la más cruenta historia pasional, prohibida y pecaminosa.
Ella, en esa ocasión, como las veces anteriores no se contuvo, no pudo, su fuerza de voluntad se perdió apenas él comenzó a acariciarla y más cuando allí parada alzó una de su piernas y la llevó a su hombro para adentrar su rostro entre ellas y sin mayor impedimento que el panti que hizo a un lado se sació de ella como bien le gustaba, como bien lograba calmar su sed, sorbiendo poco a poco y de manera melosa de ella, porque eso hacía, se degustaba tanto que le hacía el amor con calma, esa parte de su historia pasional para Moises era sagrada, siempre buscó que ella disfrutara en medio del caos que era la vida de ambos, siempre quiso llevarla al cielo, tal cual ella lo hacía con él con solo dejarse hacer.
…
Un gemido, un simple y vulgar gemido los delató. Detrás de ellos perdidos en la bruma del deseo, muy a la distancia, escucharon no solo una puerta abrirse de golpe sino también el grito gutural de Gael.
—¿Qué crees que estás haciendo mal nacido? —grito Gael—. Ella aún es mi esposa.
A Karim no le dio tiempo a procesar todo lo sucedido, solo recuerda que Moises le bajó la pierna con cuidado y en su acostumbrada pasividad se dio la vuelta para protegerla, y luego enfrentar a su hermano.
—Una esposa que irrespetaste al entregarmela sin miramientos —le dijo serio.
—Era un acuerdo —le gritó y se abalanzó sobre este.
Karim no quiso quedarse a ver como se destruían, miró a su alrededor y tomó su bolso, salió corriendo y apenas vio su auto lo abordó. No contaba con que la vida le tuviera una sorpresa mayor. Manejando en total nerviosismo, aumentó más y más la velocidad, no fue consciente de que su vida acabaría tan pronto, sino hasta que pisó el freno y este no le respondió.