Esa misteriosa nueva vida

2066 Words
Después de esa conversación, los días que transcurrieron parecieron interminables y hasta acelerados para Karim. El juego de sus emociones es agobiante, se siente mal, como si estuviera llegando al fin de su existencia. Asistió a clases como normalmente lo había venido haciendo, no quiso alterar su rutina quedándose en casa para pensar en algo que para ella no tenía sentido. Pensó en volver a discutirlo con su padre, más en las ocasiones que lo consideró terminó descartando esa idea. Su padre parecía no razonar, confusamente insistió en persuadirla a aceptar esa locura del matrimonio con un hombre desconocido. Procuró evitar verlo, no sabía si sentir odio o hasta lástima por él porque lo veía realmente agobiado por lo que fuera lo lleva en esa actitud nerviosa. El día que hablaron comprobó que no estaba enfermo, lo cual fue para ella un alivio, pero no quedó del todo tranquila. Karim piensa que era mejor que le dijera que tenía una enfermedad a la locura que le pidió sin darle una razón valedera para que ella accediera. —Señorita Banister —desde la distancia escuchó que la llamaban. Va por el pasillo de la facultad camino a la cafetería a comprar uno de los batidos que normalmente toma en las mañanas, pero va tan metida en sus pensamientos que si bien evade a uno que otro estudiante que al igual que ella va por el pasillo a cualquier lugar, no determina quien es uno u otro, no le interesa, nunca se ha preocupado por conocer rostros ni nombres, es fanática de la vida solitaria. Giró sobre sus pies para ver quién era la persona que la llamaba. Es la profesora Inman, le sonrió desde la distancia y esta le hizo seña para que la esperara. —Hola, profesora —la saludó Karim al tenerla de frente. —Banister, desde hace dos días la he estado buscando —dijo la mujer sin responderle el saludo—. Tenemos un proyecto para elaborar una maqueta para el Ministerio de la Cultura, el profesor Galeano propuso que el proyecto sea realizado por los estudiantes más destacados de séptimo, octavo y noveno semestre. De tu nivel solo tú y una estudiante del turno de la noche han sido seleccionadas. «¡Wow!», exclamó en su mente. Esa clase de recomendaciones son por las que la mayoría de los estudiantes luchan por obtener, abren puertas a ser reconocidos y considerados por las grandes constructoras como pasantes y dependiendo de su desempeño, terminan ingresando al staff del personal de las mismas o son recomendados para ingresar al ministerio de infraestructura, no tienen que matarse mucho para conseguir empleo después de graduarse. El que se lo ofrezcan así sin más es un gran logro, no obstante el prestigio de estar en ese lugar tan selecto. parecía que esa consideración estaba llegando en el momento menos conveniente para ella. Su futuro parece incierto. —Debes presentarte mañana a primera hora en el salón de profesores del primer nivel. A las nueve menos cuarto iniciará la reunión donde se les explicará las bases del proyecto y a partir de ahí quedará de ustedes elaborar el proyecto como lo crean más conveniente —adujo la mujer en tranquilidad—. Los profesores que te postulamos estamos confiando en tu profesionalismo y la técnica tan especial que usas para elaborar tus trabajos. —Allí estaré —le dijo Karim sin saber cómo rechazarla. —Perfecto —sonrió la profesora Inman—. Aquí está mi número telefónico por si necesitas ayuda en algo. —Gracias —le dijo Karim y luego la miró retirarse para dejarla ahí parada en medio del pasillo mientras los estudiantes le pasaban al lado, caminando tan acelerados como minutos atrás iba ella perdida en sus pensamientos. Cuando reaccionó miró su reloj y comprobó que había perdido quince minutos de su descanso antes de ir a la siguiente hora de clase. Salió del campus cuando había oscurecido, y sin ánimo de llegar a casa abordó el transporte, tomó asiento en uno de los últimos puestos disponibles, se cuidó de ir del lado de la ventana, lo que le sirvió para ponerse los audífonos, recostar la cabeza en el vidrio de la ventana y cerrar los ojos por los siguientes cuarenta y cinco minutos que dura el viaje de retorno a su hogar, el lugar al que antes le emocionaba tanto volver. No vio a su padre al llegar, tampoco se preocupó en buscarlo, no sabía para qué iba a hacerlo sin sentir tristeza porque hasta ese momento no había recibido siquiera un mensaje o una llamada de su parte diciéndole que olvidara su petición. No, nada de eso, y ese silencio solo confirmaba que la petición se mantenía vigente. Durmió poco esa noche, tal como le había venido sucediendo desde que supo la razón de la actitud inquietante de su padre. Hasta pesadillas ha tenido, despierta en las madrugadas con un nudo en el estómago y solo después de batallar con sus pensamientos es que ha logrado dormir unas dos horas antes de volar de la cama y correr a ducharse, vestirse con lo que mejor le parece presentable y tomar una fruta del refrigerador para salir corriendo a la parada del transporte. Lleva días viviendo por inercia, la costumbre tomó el control del día a día de Karim. Llegó a la reunión a la hora justa. Corrió tanto desde el lugar donde la deja siempre el transporte que cuando logró llegar al salón de profesores, pudo ver que ella era la única que faltaba y para colmo llegó con los cabellos hechos un desastre y la frente relumbrosa del sudor que humedece su rostro producto de la carrera que dio para llegar a tiempo. —Disculpe, casi pierdo el transporte —se excusó con timidez con todos los que la veían de manera inexpresiva al verla acelerada. —Tome asiento, señorita Banister —le pidió el Director de la cátedra de planes y proyectos. Obedeció y de inmediato tomó su lugar en el único sillón disponible, sacó su libreta de notas y un bolígrafo y se concentró en la explicación que el director comenzó a darles. En minutos olvidó la premura y hasta su triste realidad. Solo así se pudo desligar de la decisión que se cierne sobre sus hombros y que, según su padre, los lleva pendiendo de un hilo muy delgado que amenaza con reventar en los próximos días. —Listo, ya tienen las pautas —adujo el director al finalizar una hora después con la explicación—. Ahora deben decidir la for… El final de la explicación fue interrumpido por un toque de la puerta del salón y luego cuando esta se abrió e ingresó al lugar una chica de piel morena, baja de estatura y cabellos tan abundantes como ondeantes por la brisa que entró de golpe detrás de ella. La chica llevaba consigo una enorme caja con un lazo rojo en el centro. —Perdón Director Galeano —se excusó la chica—. Acaban de entregarme esto en el pasillo, quien lo dejó me preguntó si conocía a Karim Banister y al decir que sí solo me dio la instrucción de entregarle esto en sus manos. —Tanta explicación por una simple caja —se quejó el hombre—. Déjela allí, estamos en medio de algo importante —le pidió señalando una silla al final del salón—. Y para la próxima hágase la loca, no se ponga a estar recibiendo cosas raras, pudiera ser un explosivo —le dijo en actitud alarmista. Al escucharlo todos se vieron, incluso Karim. Siendo ella la destinaria de ese paquete no sabe quién pudo enviárselo, sabía que no era de su padre porque además de estar quebrado, él no había vuelto a ser atento con ella después que su madre los abandonó; por lo que ella tenía tanta curiosidad como el resto por saber qué había allí. —Ajá, vuelvan al presente y a lo que importa —reclamó el Director—. Ya tendrán tiempo de ver esa cosa. El hombre en total enfado por la reunión terminó de dar los detalles y abandonó el salón para dejar a Karim y a sus compañeros allí. —¿No piensas abrir esa caja enorme? —le preguntó uno de los chicos. Se sorprendió que habiendo tantas chicas allí, fuera él, Josue Alenis, quien manifiesta curiosidad por una caja que a simple vista da a entender que lo que sea contenía era algo de mujer, el mono enorme lo advertía. —No, lo haré al llegar a casa, debo ir a mi siguiente clase —dijo ella restando importancia a la emoción del chico—. Chao, nos vemos luego. Se despidió y después de guardar el bloc de notas y el bolígrafo en su bolso cruzado, fue por la caja. Que se dio cuenta le resultaba incómoda de cargar por toda la universidad. Aunque su intención era revisarla en privado, tres horas después almorzando en el cafetín, se acercó la misma chica que se la entregó y le insistió tanto que terminaron abriéndola. —¡Oooh! —exclamaron ambas al ver el contenido. Karim no lo puede creer, un vestido blanco, tan blanco como las nubes y de encajes con pequeñas piedras incrustadas en un bordado resaltaba al quitar el apple de seda que lo cubría. —¿Te vas a casar? —le preguntó la chica. No supo qué responderle, pues ni siquiera ha pensado en ello, no ha querido hacerlo para no volver a sentir ataques de ansiedad, vio al hora y al hacerlo comprobó que solo quedaban dos días para dar paso a la decisión que su padre estaba esperando, y no tanto su padre si no el fulano Goldschmit. —Noo —respondió Karim colocando encima del vestido nuevamente el apple de seda y con intención de colocar la tapa en su lugar—. ¿Cómo crees? Seguro es una equivocación, esto no es para mí. —Tan confundido estaba quien trajo la caja que no titubeó cuando pidió la ubicación de Karim Banister —dijo la morena con sarcasmo—. ¡Por Dios! Dime que no nos quieres invitar al festín y ya, pero no niegues lo evidente—. Igual no es mi problema, solo me sorprende, no se te ha visto nunca con nadie y ahora hasta vestido de novia te llega a la facultad. Te deseo suerte en esa misteriosa nueva vida —dijo la chica. Karim le sonrió con amargura, pues pese a que la chica no conoce nada de ella, y menos de esa parte tan lamentable de su vida en su comentario con intención insignificante, dio en el clavo al advertir la misteriosa nueva vida que le esperaría si accede a lo que su padre propuso, y hasta si no accede también porque recordó la supuesta amenaza de meterlo preso a él y a ella destruir su imagen. Se sintió deprimida, y en lugar de ir a su siguiente hora de clase, se levantó de la mesa y salió de la facultad hacia el transporte, sintió que ya nada tenía que hacer allí el resto del día, todo porque no tenía cabeza sino para cuestionar su decisión y hasta en saber quién pudo haberle enviado la caja. Que hubiere sido un error como le hizo ver a la chica, sería mentirse, lo acepta, porque ese envío coincide con la asquerosa noticia de su matrimonio arreglado. —Ah, finalmente te enviaron el vestido —escuchó desde lo alto de la escalera la voz de su padre cuando una hora después ingresó a la casa. No esperaba encontrarlo allí tan temprano. Ella no le contestó, dejó la caja en la mesa de la recepción y se fue a la cocina. —Me llamaron para avisarme que lo harían llegar junto con un traje para mí, pedí que lo trajeran aquí que los recibiría pero me dijeron que no, que lo debías recibir tú —escuchó la explicación de Andrew. Sintió dolor de estómago al escucharlo hablar con tranquilidad como si de verdad eso fuera un paso natural. Ni siquiera había decidido si se casaría o no y ya hasta el vestido tenía. —Más tarde llegarán los zapatos y otras tonterías, me dijo la señora Goldschmidt —agregó Andrew logrando que se acentúan los cólicos estomacales.
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