Capítulo 8 (Part.1): Alan

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Alan Pov: ¡Dios! ¡Que susto me he llevado! Cubro mi boca para ahogar los jadeos que de ella escapan, sintiendo como mi corazón palpita con frenesí dentro de mi pecho amenazando con salir disparado por mi boca; mi rostro está completamente caliente, se me van a derretir las mejillas debido a la calentura que las invade por la vergüenza que tengo ¿Por qué estoy así? Simple, es debido a una rara experiencia que acabo de experimentar. Esa mujer… Intento regular mi errática respiración para tranquilizarme, pues siento que me va a dar algo. Me siento demasiado nervioso, nunca en mis 20 años de vida había conocido a una mujer como esa, que hablase con demanda como si quisiera dominarme, además es demasiado directa, me ha sorprendido su inesperada propuesta. ¡Qué vergüenza! Cubro mi rostro y miro a todos lados nervioso en busca de esa mujer, pero no la veo en ningún lado, por la manera en la que me estaba hablando pensé que me seguiría hasta cumplir su voluntad, pero creo que me equivoqué ¡Que alivio! Mi corazón no resistiría verla de nuevo. Aún recuerdo cómo me miraba y hace que mi cuerpo entero se estremezca. Ella era… La mujer más preciosa que he tenido la dicha de presenciar. Suspiro con profundidad, sintiendo como los latidos de mi corazón han dejado de ser tan frenéticos y sin quererlo mi mirada se pierde en un punto inexistente. Sus ojos han sido un verdadero enigma, pues no expresaban mucho, pero en cierto momento parecía que quisiera devorarme vivo y eso fue lo que me alteró aún más. Su belleza imponente me da a entender que no es una persona común, además su aura de peligro era completamente palpable. Por alguna razón ella expresaba calidez, pero gran parte de mi ser me gritaba que me alejase de ella lo antes posible. Es como un instinto de supervivencia lo que me impulsó a rechazarla de esa manera tan rotunda. Me quedé sin palabras ante lo que me dijo en ese tono tan seductor. “Te deseo” Nunca nadie me había dicho tal cosa y mucho menos una mujer tan hermosa como ella, por un momento creí que era la encarnación de la lujuria que me estaba incitando a caer en sus redes ¿Qué estoy pensando? Ya tengo a alguien a quien entregarle todo de mí… “Quiero que me enseñes a través de tu cuerpo todo sobre el amor” ¿Qué quiso decir con eso? ¿Amor? No entiendo nada, es mi primer día trabajando aquí y estoy experimentado cosas nuevas para mí. Sé perfectamente a que se dedican la mayoría de hombres que aquí se encuentran y soy consciente de que todas las mujeres han venido aquí por un motivo bastante evidente. No juzgo a nadie, pues respeto las decisiones que tomen en sus vidas ya que ellos serán los únicos responsables en vivirla; pero he de admitir que me siento algo apenado al ver el ambiente que me rodea y al saber lo que van a hacer cada una de las personas que aquí se encuentran también me apena. Es mi primera vez en un sitio como este, pero trabajo es trabajo y necesito el dinero que este trabajo ofrece. No puedo desperdiciar el esfuerzo de Anne al conseguirme trabajo aquí. Debo esforzarme por crear la ruta que deseo seguir en mi vida sin depender de los demás, así sea de piedrita en piedrita construiré mi vida propia, además tengo que ayudar a mi hermana Anne y pagarle por todo lo que ha hecho por mí. Nunca me ha gustado depender de otra persona, pues la vida me ha enseñado que, en cualquier momento, todo puede cambiar a veces a tu favor y a veces en tu contra. Vuelvo a respirar profundo dispuesto a continuar con mi trabajo haciendo caso omiso de todo lo pervertido que pasa a mi alrededor. Antes de tomar este trabajo, sabía que era lo que este trabajo vendía, así que no debo sorprenderme por todo lo que ahí observe. Debo continuar con mi trabajo, ya casi llega el final de mi turno; además, le prometí a Melissa que llegaría temprano esta noche para desearle una buena noche y contarle de las alocadas historias que se me ocurren para hacerla feliz, pero no estaría bien que mi sobrina este despierta a estas horas esperándome. Sonrió sin poder evitarlo, mientras camino con rapidez a la barra de bebidas para ayudar a repartir las bebidas ya que uno de los meseros tuvo que retirarse debido a una urgencia, así que mi jefe me pidió que lo supliera en la zona VIP que es en la cual me encuentro ahora, pues mi trabajo es en el primer piso, pero debido a la carencia de personal tuve que presentarme aquí. Creo que no me he presentado correctamente. Mi nombre es Alan Carter, tengo 20 años recién cumplidos hace algunos meses. Si tuviese que describir mi personalidad creo que diría que soy aburrido, no hay nada interesante en mí, normalmente poseo un carácter dócil, pues no me gustan los problemas así que los evito a toda costa. Algunos dicen que por ser hombre debo tener más carácter, pero no creo que el género tenga importancia para definir la personalidad. Nunca tuve una figura paterna estable de la cual guiarme, así que tuve total libertad para desarrollar un carácter tranquilo. Mi vida es bastante normal, con grandes alegrías que siempre me acompañan con una sonrisa y amarguras sombrías que mantengo ocultas para que nadie las note; las heridas, aunque sean viejas, duelen cada tanto y hay algunas que ni el poder del tiempo pudo sanar. Mi vida empezó en Altona, un pequeño pueblo abandonado en el estado de Illinois aquí en Estados Unidos; mis recuerdos de niñez son escasos, apenas puedo recuperar ciertos fragmentos de mi niñez si escarbo entre la amargura. Mi familia era tan normal como cualquier otra, mi madre y mi padre eran feligreses en la iglesia local, me tuvieron a mí cuando mi hermana Anne tenía 12 años. Nada fuera del otro mundo ocurría en mi vida en aquel entonces, era tan normal como cualquier otro niño de aquella localidad; salvo que, cuando tenía alrededor de 8 años, todos me empezaron a mirar extraño, con cierto asco o repudio. Al ser yo de tan tierna edad no entendía nada, pero solían llamarme “hijo del pecado” y otros tantos apodos que no quisiera recordar. Las peleas entre mis padres en nuestro hogar se hicieron cada vez más frecuentes e incluso mi hermana me evitaba como la peste y todos en mi familia me miraban de manera extraña. Me sentía muy solo, demasiado solo. Una noche mi padre recogió todas sus cosas y se fue abandonando a su familia y la vida pacifica que habíamos llevado. Mi hermana me gritaba que era mi culpa, pero yo todavía estaba confundido sin entender lo que estaba pasando, lo que sé es que dolía mucho el rechazo y mi soledad era la única compañera en ese entonces. Entonces llegó ese día...
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