Capítulo 3: Darkness

2606 Words
Darkness Pov: —Darkness…—escucho la voz de Charlotte llamarme en tono preocupado e insistente, pero yo continúo atrapada en los mares de mis pensamientos que me tienen atrapados en sus inmensas mareas sin fin. Darkness…Esa es mi esencia. Darkness, ese es mi nombre. Ese es el nombre que yo misma me di el día que renací y decidí ser la más fuerte en este mundo de débiles. Los débiles solo son objetos que los fuertes utilizan a su gusto, por eso no me permito ser débil. Abandoné el nombre que me fue otorgado al nacer y me he negado a recordar ese nombre; me han llamado de muchas formas y yo he adoptado diversas identidades alrededor de mi vida. Pero el nombre que me fue dado al nacer… Aprieto mis puños al tener un atisbo del recuerdo de ese nombre que ha quedado en la sombra de mi mente. Lo detesto, detesto ese nombre, porque muchas escorias lo usaron con placer manchándolo hasta un punto en el cual ni yo misma lo toleraba. Sentía a ese nombre como parte de mí y, cuando aquellas personas lo mancharon de esa manera, me sentí tan sucia como mi maldito nombre. Odio todo aquello que fui, por esa razón he prohibido (a los pocos que conocen ese nombre) decirlo porque ese nombre significa debilidad, simboliza aquello que fui y no quiero volver a ser. No quiero recordar siquiera ese nombre, no quiero recuperar mi identidad, no quiero recordar aquello que fui. Me basta con continuar siendo la gran Darkness, la que nació de entre las cenizas de su propia destrucción para así saber quién soy. Nací de nuevo el día que adopté este nombre que a muchos hace temblar de pánico y pavor. Soy la mujer más poderosa de ese maldito mundo y no pienso renunciar nunca a mi trono. No volveré a ser débil, el destino de los débiles es morir a mano de los fuertes. Aprieto mis puños y mis labios apartando la mirada de la ventanilla del auto en el cual vamos Charlotte y yo, ya que debemos cumplir ciertas obligaciones que fueron las que nos trajeron de vuelta a esta tierra maldita. Quisiera no encargarme de esto personalmente, pero es mejor que lo haga para que así a nadie más se le ocurra hacer semejante estupidez. — ¿Qué pasa, Charlotte? —digo observando con atención los alrededores, atenta a cualquier acción sospechosa que pueda significar peligro. Aunque serían muy idiotas si intentasen algo, tengo muchos enemigos que quieran acabar conmigo, pero yo les voy a dar ese gusto. En este negocio siempre debes estar alerta a cualquier movimiento de parte del enemigo y saber cuándo actuar, siempre se tiene que estar miles de pasos por delante de esos insectos. No pienso darle el gusto a esos malditos idiotas que quieren mi puesto. Para llegarme a los talones deben ir al infierno y destronar al diablo, para que así puedan tener una mínima oportunidad de derrotarme. Pero ni así podrían acabar conmigo. —Eso es lo que debo preguntarte a ti—me dice ella cruzándose de brazos mirándome con gran seriedad—Te la has pasado actuando muy raro, te noto distante, pensativa, como si estuvieses encerrada en tu propia realidad— en ese momento hace un puchero infantil y sus ojos azules miran los míos con dolor— ni siquiera quisiste ayudarme a torturar a esos imbéciles ¿Ya no me quieres? Esta pendeja. Ruedo los ojos y niego con la cabeza. Charlotte y yo somos dos polos totalmente opuestos, ella es más dulzura y yo más oscuridad. Hasta en nuestras ropas se notan nuestras diferencias, pues ella se nota más infantil con sus trajes en tono pastel en cambio a mí me gusta vestir de n***o o de colores oscuros. Además, la apariencia de Charlotte es más infantil que la mía a pesar de que tenemos casi la misma edad; ella luce como una adolescente en plena pubertad por la ternura de su semblante, pero si se dejan guiar por su apariencia dulce podrían caer en el error más fatal de sus vidas. No siempre todo es lo que parece. Yo, por mi parte, mi apariencia imponente no atrae tanto a las personas, además tengo un aura dominante que hace saber que la que manda soy yo y nadie más que yo. Físicamente creo estar bien, no es por arrogancia ni nada, pero yo puedo darme el lujo de tener al hombre que quiera, algunos se acerquen a mí por mi poder, otros por mi apariencia y otros tantos por mi dinero, pero nadie se acerca a mí si yo no lo permito. Las personas que se acercan a mí lo hacen por mero interés, por eso mi círculo de confianza es bastante reducido. —Déjate de idioteces—digo con tranquilidad sin darle mucha importancia a sus berrinches de niña malcriada. — ¡No son idioteces! —me dice ella haciéndose la dramática como es costumbre en ella, aparto la mirada de ella— Me estás abandonando y quisiera saber por qué, me preocupa verte con los ánimos tan decaídos, llevas muchos días así, ya dime que te pasa, quizás pueda ayudarte. Ni siquiera yo lo sé. Mi mirada vuelve a la ventana para ver todo lo que nos rodea. Con nosotras va uno de los tantos chóferes que tengo a mi disposición, él ni siquiera se inmuta a lo que nosotras hablamos ya que este chofer, junto con todos los demás, pertenece a mi organización y para trabajar para mí tienen que pasar por unas extensas pruebas que son casi imposibles y muy peligrosas, pero los pocos que lo logran son bienvenidos a la organización más poderosa del mundo y pertenecer a ella te da ciertos “prestigios” que valen la pena. Charlotte y yo podríamos hablar de cualquier tema sin importarnos que se filtre alguna información, pero aun así yo soy muy precavida con estos temas, pues no se sabe de dónde pueden venir los traidores. La traición no la perdono por nada de este mundo, así que los que trabajan para mí deben tener muy claro que quienes me traicionan tendrán la muerte más horrorosa que podrían imaginar. Como la tuvieron esos imbéciles sin cerebro que quisieron verme la cara de pendeja. Es raro. Yo acostumbro torturar con mis propias manos a ese tipo de escoria, me divierto probando nuevos métodos de tortura que se me ocurren, pero ni siquiera eso, que disfruto tanto, quise hacerlo, pues el desgano que he sentido me domina de terribles maneras. No me he sentido bien, no he estado bien y eso me cabrea muchísimo, no es propio en mí todo esto que siento, no es propio de mí sentir que algo me falta. ¿Qué eso que me falta? — ¿Darkness? —me vuelve a llamar Charlotte a verme atrapada de nuevo en mis pensamientos. En ese momento vuelvo a mirarla y de verdad parece preocupada por mi silencio tan rotundo y cortante. Charlotte es la única persona la cual tengo a mi lado solo porque así lo quiero y no por mera conveniencia, ella es tan contraria a mí y nuestra relación empezó desde hace mucho. Cuando ella decidió quedarse a mi lado. Hago una mueca y decido que es mejor distraerla para no preocuparla más, además no podría decirle lo que siento ya que ni yo misma puedo explicarlo. Desvío mi mirada hacia el retrovisor y en ese momento la mirada del chofer conecta con la mía y hago una señal que él entiende enseguida haciendo que presione un botón que hace que se levante el vidrio aislante que nos divide a nosotras y a él para darnos algo más de privacidad. No quiero preocupar a Charlotte ya que ella cuando se preocupa es insoportable, así que es mejor que se distraiga con otro tema y yo sé muy bien como distraerla. —Dime, Charlotte— me cruzo de brazos y esbozo una media sonrisa algo sombría y siniestra— ¿Te gustaron los juguetes que te dejé la otra noche? Ella me entiende enseguida y su semblante cambia de un momento a otro mostrando su verdadera esencia, esa que oculta su alma y la razón por la cual su apodo es temido incluso por aquellos que también poseen poder. Sus ojos azules se vuelven negros de repente llenándose de maldad, mientras una sonrisa retorcida y abierta se posa en sus labios dándole un toque malévolo a su, antes, angelical rostro; su respiración se agita mientras su rostro se enrojece con una expresión de satisfacción total, como si hubiese alcanzado algún tipo de éxtasis o placer supremo. Para ser sincera esa expresión, con esos ojos oscurecidos, ese rostro que expresa locura en su forma más siniestra y esa sonrisa perturbadora dan bastante miedo. A cualquier persona le aterraría ver esa expresión en su semblante, pues parece poseída por cualquier demonio venido del infierno. Esta mujer es aterradora y lo reconozco, pero no más aterradora de lo que yo puedo hacer. Este es su verdadero rostro, ese que no muestra a más nadie, pues la tacharían de loca, pero eso no está lejos de la realidad. Esta mujer es una desquiciada obsesiva con la idea de matar y torturar personas, cualquier otra persona que mirase únicamente su apariencia dudaría que esta mujer lastimaría a una mosca, pero la verdad es que ella disfruta de la tortura tanto como yo de matar. Eso es lo que tenemos en común. Ella es el terror de la mafia Blood, la conocida “Bestia” que no duda ni un segundo en usar todo lo que tiene para causar miedo y terror en los desafortunados. —Fue un espectáculo digno de verse—dice ella de manera jadeante, cambiando además su tono de voz por una más agudo y macabro, mientras toca su rostro rojo por los sentimientos que la dominan, parece excitarse con los recuerdos que inundan su mente— Había sangre por todos lados simulando los hermosos pétalos de una rosa carmesí floreciendo ¡Debiste verlo! Fue hermoso—empieza a reír con frenesí como una loca trastornada que estuviese hablando de algo que le causase gran placer a su vida. Según el reporte que recibí de uno de mis hombres que presencio la escena, todas las personas que allí se encontraban, corrieron despavoridos al ver a Charlotte torturar a esas escorias y los más valientes que permanecieron ahí tuvieron pesadillas toda la noche y vomitaron sin parar. Me dijo que fue la escena más grotesca que presenció en su vida y se le veía muy traumado al hablar de ello; es comprensible, Charlotte cuando se deja llevar puede ser considerada una verdadera “Bestia” Así la han llamado algunos. —Amo los pétalos de sangre son tan hermosos que siento que…—suspira de manera pesada y con una sonrisa psicópata en el rostro, yo solo la miro de reojo observando su estado tan animado, pero de pronto su semblante decae un poco— Lo único malo que pasó fue cuando estaba degollando a uno de ellos, pues murió cuando iba a la mitad, que lamentable; el otro no resistió que le cortase los brazos, que débil; y el último no grito más después que lo destripé ¡Que aburrido! Quería hacerlos sufrir más. Charlotte hace un puchero lleno de tristeza. Ese es el destino de todos aquellos que quieren jugar en mis redes, yo los términos convirtiendo en mis juguetes y me encanta jugar con mis juguetes. Charlotte es una de mis armas y es muy letal enfrentarse a ella; todo aquel que signifique un fastidio en mi camino sufrirá las consecuencias de su estúpido error y a Charlotte le encanta encargarse de esas basuras. —Me lo imagino— digo siéndome tranquila de que mi plan funcionase— La próxima vez le ordenaré a mis hombres que no golpeen tanto a tus juguetes para que pueden resistir un poco más todos tus juegos —le informo para que deje de estar triste por lo ocurrido— Además…—una sonrisa malévola se posa en mi rostro, ganándome una mirada de admiración de su parte—Pronto tendrás otro juguete con el cual jugar. … Adam Müller. Es un poderoso empresario de Seattle que es dueño de los más importantes hoteles, restaurantes y empresas exportadoras del país; todo un magnate del mundo de los negocios y algunos dicen que tiene en sus manos una de las fortunas más extraordinarias del mundo. Un hombre de gran poder e influencias. No solo es reconocido en la ciudad, pues ejerce gran influencia en la mayoría de estados que conforman el vasto territorio de los Estados Unidos de Norteamérica y ha amasado en años su gran fortuna, convirtiéndose así en uno de los hombres más importantes del país. Adam es un hombre de un atractivo nulo, pero de gran habilidad oratoria que le ha servido para abrirse paso entre los hombres más cotizados de ese país, además es poderoso y adinerado ¿Qué más podría pedir una mujer? Cierto, quizás es mucho pedir un atisbo de inteligencia en ese inútil cerebro. —Señora—dice el chófer quien abre mi puerta y se inclina en una sumisa reverencia hacia mí. El hombre bajo órdenes mías me ha traído a una de las tantas empresas que posee Müller, en donde sé que él se encuentra. Yo de inmediato bajo de mi auto llamando la atención de quienes me observan. No le tomo mucha importancia a ello, pues el asunto que vine a resolver aquí es mucho más importante de lo que muchas personas puedan imaginar. Para que yo venga hasta aquí a hablar con esta escoria que se cree la gran mierda solo por tener unos miles de millones en la cuenta bancaria es porque el tema que tengo que tratar con él es delicado e importante, pues yo no bajo a la mierda todos los días. El enorme y moderno edificio se irgue delante de mí mostrando con orgullo el nombre de su dueño. Gruño bajito debido a mi creciente molestia y empiezo a caminar con seguridad hacia la entrada del lugar. Yo ya he estado aquí en algunas ocasiones así que los vigilantes me permiten el paso dando un cordial saludo dirigido hacia mí. Yo solo asiento y continuo mi camino sin dejar que nadie se interponga; además Charlotte va pisándome los talones. —Siempre llamas la atención— me susurra ella en medio de una risita mirando alrededor de donde nos encontramos y yo hago una mueca, acomodando mi abundante cabellera oscura. No sé qué es lo que curiosea las personas a mi alrededor, pero tampoco me importa. Camino sin importarme nada realmente hacia el área de elevadores que me llevarán a donde se encuentra ese idiota. — ¡Señorita! — me llama una voz femenina, pero hago caso omiso a su llamado— ¡Señorita, no puede pasar…! —Es mejor que no se interponga en su camino— le dice Charlotte en un tono intencionalmente dulce, pero que esconde una clara amenaza notándose molesta—O lo lamentará, señorita Su tono de voz cambia de manera drástica para darle más peso a su amenaza, esa voz haría temblar a cualquiera, pero yo ya estoy harta de contratiempos, quiero terminar con esto lo más rápido posible para volver a liderar mi mafia desde mi base en Calabria. Odio estar aquí y más tener que solucionar estos problemas, pero debo demostrar que… Nadie se mete con La Reina de la mafia y menos un hombre de porquería…
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