Alan Pov:
…No entiendo…
No entiendo porque Dominic me dice todo esto, podría decirse que conoce mejor a la familia Fiore que yo, porque yo llegué a sus vidas solo cuando tenía 14 años y Dominic 15; él era hijo de una de las sirvientas de la mansión Fiore junto con su padre que era el jardinero, así que Dominic creció en esa mansión ayudando a sus padres con el mantenimiento del hogar de los Fiore. Nadie mejor que Dominic para conocer a la familia Fiore ya que creció allí, con ellos.
La familia Fiore, originaria de Italia, es una poderosa y reconocida familia aquí en los Estados Unidos, su riqueza, fortuna y poder los han llevado hasta la cima del éxito, haciéndolos reconocidos tanto aquí como a nivel internacional. A pesar de su gran poder debo decir que los Fiore son una familia sencilla de nobles sentimientos que me acogieron con cariño y jamás me dieron la espalda a pesar de mis orígenes misteriosos y humildes.
Se preguntarán ¿Cómo conocí a una familia tan prominente? Yo diría que fue el mismísimo destino el que hizo que se cruzaran nuestros caminos, ya que por sí solos nuestros mundos jamás iban a colisionar.
Todo ocurrió cuando yo tenía 14 años aproximadamente y mi hermana había desaparecido sin dejar rastro dejando a la pequeña Melissa llorando a mares pues extrañaba a su madre y necesitaba su calor, intentaba consolarla, pero ella solo pedía ver a su mamá. Claro que no me entendería en ese entonces tenía casi 2 años, estaba muy pequeña para entender que su madre había desaparecido sin dejar rastro. Yo, siendo aun muy joven, no supe que hacer, así que tomé a la niña la consolé y salí con ella en busca de Anne que llevaba bastante tiempo desaparecida. La ciudad en la que nos encontrábamos (Portland) era enorme y sus enormes edificios solo me confundían más y más; no sabía dónde me encontraba, pero solo seguí caminando en busca de mi hermana.
Caminé, caminé y caminé, pero no pude encontrar a Anne. Tenía hambre y estaba asustado; no conocía bien la ciudad y llevaba a Melissa conmigo que lloraba a ratos y dormía otros más, pero lo que me preocupaba era no tener alimento para darle a la pequeña nena que estaba en mis brazos. Sabía que la pequeña nenita que dormía entre mis brazos dependía de mí, pues su madre había desaparecido y yo era lo único que le quedaba, pero…
Me rendí.
Estaba perdido, hambriento, preocupado y con Melissa entre mis manos me desplome en un callejón queriendo descansar un poco, acurruqué bien a mi sobrina para que el clima frío no le afectase, pero de inmediato vino otro problema aún mayor.
La lluvia.
De la nada empezó a llover y yo sin un techo en el cual refugiarme. No tenía fuerzas para levantarme, así que con mi cuerpo cubrí a Melissa para que no se mojase con la lluvia, pues podía enfermar. Lloré de desesperación al no poder hacer nada por mi pequeña sobrina, hasta que, de pronto, no sentía las gotas frías caer por mi espalda.
Cuando alce mi mirada me di cuenta que había un gran paraguas situado encima de mí evitando que la lluvia me mojase aún más. Al mirar a la persona que sostenía aquel aparato quedé deslumbrado al ver a una niña de bellos ojos azules y cabello dorado mirarme con preocupación.
A leguas se notaba que aquella niña era la hija de alguna persona importante ya que sus ropas se veían finas y sus rasgos angelicales denotaban su estatus. Además, traía detrás suyo todo un sequito de sirvientes que la protegían de la lluvia y de cualquier cosa que pudiese dañarla, era más que obvio para mí que esa podría ser la perfecta princesa de cualquier cuento encantado.
Con dulzura y amabilidad me invitó a subir al auto que la llevaba. Era aún muy niña, pero su forma de hablar denotaba cierta madurez y su manera de mirarme era única. Yo de inmediato me negué, pues no quería ensuciar semejante auto que debía costar más que mil vidas y dos mil muertes; además, aunque se viese tan delicada y angelical, no la conocía y ella no me conocía a mí, no podía subirme a ese auto sin saber nada de nada. Era extraño que aquella niña me brindase su ayuda por nada.
Pero ella me insistió tanto que me convenció, quizás fue por la dulzura de su mirar o quizás fue por el llanto de Melisa que terminé aceptando entrar a ese auto. Ella se presentó como Nicolle Fiore, que en ese entonces tenía solo 11 años y me sorprendía que fuese tan pequeña, pero a la vez tan dulce. Había oído ese apellido antes en algún lugar en el cual mi memoria lo había guardado, pero me parecía irreal tener a uno de carne y hueso frente a mí queriendo ayudarme.
En ese momento esa niña se convirtió en mi ángel…
Los mayores que la acompañaban no se negaron ni dijeron nada al respecto. En ese entonces recuerdo que al entrar al auto había otro joven de más o menos mi edad, pero se veía completamente diferente a mí debido a que mi ropa y mi aspecto eran desaliñados y él lucía fino, elegante a pesar de ser tan joven.
Ahí conocí a mi otro mejor amigo.
Marco Fiore, primogénito y heredero del imperio Fiore. Aunque lleve sobre sus hombros semejante apellido y tantas riquezas, puedo decir que es un hombre sencillo de buen corazón. Jamás mencionó nada y solo me aceptó cuando su hermana dijo que iba a ayudarme a mí y a la niña que estaba en mis brazos. Para mí no era común tal amabilidad, ya que yo nunca había recibido la amabilidad de nadie, pero este ambiente era nuevo y agradable.
De inmediato nos llevamos bien, jamás me miró con desprecio o desdén por mi baja categoría social, en realidad en la mansión Fiore nadie jamás me miró mal. Después de llevarme a una mansión que parecía un castillo de cuentos de hadas, la pequeña Fiore les explicó a sus padres mi situación y ellos gustosos me ayudaron y me acogieron, ellos me ayudaron a encontrar a Anne que resulta estaba en uno de los tantos bares de la ciudad y había estado allí por días bebiendo y gastando el poco dinero que había ganado. Tomaron la decisión de llevar a Anne a la mansión Fiore y la aceptaron con amabilidad como hicieron conmigo.
No entendía porque me querían en aquel hogar, pero no permitieron que yo me fuera y me trataron como uno más de la familia a pesar de no tener nada que ver con su mundo. Me alimentaron, a mí y a mi familia, me vistieron con buenas ropas y me permitieron vivir allí como un m*****o más de la familia. La que no puso queja ni nada fue mi hermana, que estaba feliz de estar entre tanto lujo, incluso llegué a reprenderla cuando se creía la dueña de esa mansión. En ese lugar aprendí mucho y ahí y conocí a muchas personas que me enseñaron el lado bueno de la vida.
La verdad, es que la historia es bastante extensa, pero para resumir todo puedo decir con certeza que todo el tiempo que viví junto a esa maravillosa familia me sentí como en mi hogar.
Y no pude evitar enamorarme de la princesita de los Fiore.
No me malinterpreten, entiendo que ella y yo no podemos estar juntos porque muchos obstáculos nos lo impiden. Ella es menor que yo solo 2 años y unos meses más, pues ahora siendo una señorita de 17 años (casi 18) para mí luce espléndida e irresistible, como una hermosa flor que ha florecido bellamente en plena primavera, nuestros mundos no encajan el uno con el otro y, por si fuera poco, no tengo nada que ofrecerle. En mis sentimientos no hay ni una pizca de maldad ni interés, solo amor.
Me encariñé con ella, pues siempre fue atenta conmigo, pero en ese entonces solo era un cariño inocente que no tenía nada que ver con el amor, luego poco a poco fui quedando cautivo por sus ojos y mi corazón finalmente cedió a sus manos entregándose por completo a esa dulce rubia que cada que la recuerdo me saca una sonrisa. No me atrevo a confesarle este amor que siento por ella ¿Cómo hacerlo? La amo tanto que amarla duele y no pienso condenarla a vivir con un fracasado como yo, que no puede ofrecerle más que genuinos sentimientos.
Nuestro amor jamás podrá ser…Que dramático…