Narrador Omnisciente:
Es…delicioso. Pensó la gran Reina de La Mafia al degustar de manera hambrienta los labios de aquel hombre que se había convertido en el deseo intenso que dominaba su piel y controlaba sus sentidos. Ella no pudo evitar gemir de satisfacción en medio de aquel beso ardiente que la drogaba lentamente con su dulce sabor. Los labios de su corderito eran carnosos y muy suaves, pero era ese sabor lo que la enloquecía por completo. Nunca en su vida había probado labios con tal sabor que solo enloquecía más sus ansias de poseer a aquel joven que se encontraba indeciso sobre que hacer en aquella situación.
Me…Está…Besando. Pensó en medio de su bruma el joven hombre que se encontraba a merced de aquella poderosa mujer. Nunca en su vida se había enfrentado a una mujer con tal pasión y belleza; le era casi imposible resistir la tentación. Todo el cuerpo le ardía en el más puro fuego del deseo más prohibido por aquella mujer que era enigma en su mente. Esa mujer era un enigma, era un misterio, una necesidad, una ruta hacia lo desconocido y el fuego que avivaba lentamente en su interior.
No sabía porqué se comportaba así, ni que era lo que pretendía haciendo eso; ella lo confundía, pues no tenía claro cuales eran sus verdades intensiones, ni mucho menos sus pensamientos, solo sabía que esa diablesa estaba invitándolo a unirse con ella a el infierno que ardía entre sus pieles y el paraíso que se encontraba en sus labios.
La deseaba y eso a él lo inquietaba.
El joven hombre se quedó inmóvil ante el feroz ataque de aquella hambrienta fiera que parecía que quería comerlo por completo; no es que no quisiera seguirle el ritmo a aquel beso que le robaba el aliento, sino que no sabía que hacer.
Sí, era su primer beso.
Alan no era para nada experto con las mujeres, ni mucho menos sabía de técnicas de seducción practicada por hombres promiscuos; pues, a diferencia de muchos otros hombres, él había decidido dedicar su corazón, su cuerpo y sus pensamientos a la mujer de la cual su corazón se había enamorado. Todo, absolutamente todo se lo quería entregar a la mujer que se iba a dedicar a amar por el resto de su vida, ya que se juro ser leal para así poder enmendar los errores que otros cometieron y lo habían condenado a él.
Pero de pronto aparecía ella…
Darkness sintió como el joven hombre empezaba a reaccionar y a mover sus labios con torpeza contra los suyos y, en medio de aquel beso, la mujer sonrió sin detener sus movimientos, pues se sentía satisfecha en saber que aquel joven tan guapo aprendería con ella todo lo que debía saber sobre el cuerpo de una mujer. Su beso tomó fuerza ya que ahora eran sus lenguas las que danzaban con gran esmero y los torpes movimientos del hombre le daban a entender que no estaba acostumbrado a besar y mucho menos a experimentar aquellas sensaciones que estaba experimentando y, por alguna razón, eso hizo sentir mucho más satisfecha a la mujer de cabello azabache.
Le pertenecería a ella todo lo que él pudiese ofrecer.
Aquellos dos cuerpos ardían con las ansias ciegas de consumar sus deseos.
Alan se sentía extraño, jamás en su vida se había sentido así y, además, se sentía muy caliente debido a la droga que había consumido y lo quemaba por dentro, además de la mujer que era fuego entre sus brazos y quería seguir tocándola, pues era así que se le aliviaba un poco aquel ardor que lo estaba consumiéndole las entrañas. En le interior del hombre hacia efecto aquella droga poderosa que lo hacía sentir desesperado y con ganas de explotar. Su pulso acelerado, su corazón desbocado y su rostro en exceso rojo daban a entender su estado de excitación total. La ropa de pronto lo hacía sentir incómodo, pues su piel se encontraba sensible y solo el cuerpo de aquella mujer le brindaba el alivio que necesitaba. Además, el bulto entre sus piernas crecía cada vez más dándole una sensación dolorosamente placentera a tal punto que no podía parar de gemir de manera ahogada entre aquellos carnosos labios que lo poseían con gran experiencia.
El beso fue tomando mayor intensidad al igual que los movimientos sensuales de la mujer quien se aferraba a aquel hombre como si de un salvavidas se tratase. Alan no supo que hacer más que seguir aquella danza que se había iniciado hace poco lo mejor que podía ya que era muy intenso y se abrazo a ella con cuidado de no lastimarla en medio de su desespero. Quería tocarla más, pero no sabía que fuese prudente hacerlo, así que solo mantuvo sus manos en aquella zona, pues no sabía que otras “cosas” podría tocar.
En aquella habitación se escuchaban gemidos ahogados y jadeos mezclados, además era palpable la intensa neblina del deseo que los arropaba a ambos con su ardiente manto dándole a la habitación un ambiente acalorado y excitante
—Adelante…—dijo con voz excitada la hermosa mujer liberando los labios de su corderito al ver que el aire empezaba a escasear. Se deleitó al mirar la mirada de su dulce corderito bañada en el deseo más puro y ardiente que pudiese existir—Puedes tocar todo lo que quieras…
Darkness estaba acostumbrada a llevar las riendas sobre todo y ser la dominante en todos los ámbitos de la vida y en el sexo no era la excepción. A ella le gustaba dominar a los hombres y poseerlos, pues era ella la que mandaba tanto en la vida como en la cama, pero aquella noche haría una excepción con ese dulce corderito, pues quería que él la desease y enloqueciera por su piel así como ella había enloquecido solo por un toque suyo. Sabía que ese hombre debajo suyo no poseía experiencia y también era por esa razón que sería más flexible con él.
Ella pensó que el hombre no dudaría en tocarle los pechos, pues ella tenía un busto bastante voluptuoso (sin exagerar) y con los hombres que había estado se habían vuelto locos jugando con sus pechos y deleitándose con ellos, pero ella solo le permitía a ciertos hombres tocarla de esa manera, pues mayormente solo buscaba su placer y no el de ellos. A ella no le interesaba si la otra persona se sentía bien o no, solo quería encontrar su propio placer por medio de cuerpos ajenos.
Pero sería mucho más amable con su corderito...