Narrador Omnisciente:
…Pero sería mucho más amable con su corderito…
Ella, por alguna razón que desconocía, quería que ese hombre la tocase entera, quería sentir sus manos navegando libremente por si piel, como si estuviese reclamando ese cuerpo a su nombre y así volverla su mujer. No era común que La Reina de La Mafia quisiese pertenecerle a alguien, pero en ese fogoso momento era lo que sentía. Era algo nuevo para ella, pero en medio de su densa neblina de deseo no pensó demasiado en eso y solo se dedicó a disfrutar de aquellas sensaciones y aquellas manos que estaba segura que la llevarían al éxtasis.
Para sorpresa de la mujer pelinegra, el hombre soltó su cintura y dirigió sus manos temblorosas hacia los voluptuosos y cremosos muslos de la mujer, tocándolos con delicadeza y nerviosismo, pues no sabía que hacer con exactitud, pero solo se dejo llevar por el instinto que lo consumía por dentro. Acaricio esa zona deleitándose con la suavidad de su piel y también con las reacciones que se reflejaban en el rostro de la hermosa mujer que se encontraba arriba de él. Esas expresiones le daban a entender al hombre que estaba bien que tocase allí y lo animaban, dándole más confianza para continuar, él quería ver más expresiones así como esa.
Algo dentro del corderito estaba despertando…
Darkness no sabía porque esas simples caricias la hacían sentir tan bien, pero la hacían arder por dentro y no puedo contener su voz y gimió demostrando el placer que estaba sintiendo en aquel momento. Sintió el pleno hormigueo en su vientre que recorría su cuerpo entero y se estremeció por completo en los brazos de aquel hombre de cabellera color avellana.
— ¡Oh, corderito! —gimió con profundidad enceguecida por el deseo que la consumía con agonizante lentitud, mientras seguía moviendo sus caderas encima del prominente bulto que se encontraba en medios de las piernas del hombre—No sabes las ganas que tengo de devorarte…
Alan no pudo evitar que sus manos se moviesen hacia los glúteos de la mujer y, en medio de un impulso, enterró su cara en los pechos de la mujer aún cubiertos por su brassier y se deleito con aquel olor tan femenil y erótico. Quizás fuese alguna costosa fragancia, pero había algo en aquel olor que enloquecía los sentidos ese apuesto joven, que se encontraba enceguecido por su propio deseo. El hombre, aún avergonzado, le había ganado su deseo a su razón, empezó a besar y a lamer el valle de los pechos de la mujer que gemía enloquecida debido a aquellos ardientes besos que recibía sobre su cuerpo. Las manos del hombre tomaron vida propia y empezaron a trazar sendas imaginarias por aquel cuerpo que ardía en un fuego prohibido que ambos querían apagar con sus propios cuerpos.
Piel contra piel.
La mujer se aferró al cabello avellana del hombre y enredó sus dedos entre esas suaves hebras para que siguiese devorando su cuerpo a su gusto, pero ella también quería tocar y probar cada rincón del cuerpo del joven hombre con el que estaba haciendo aquella danza sensual. Sin esperar más tiempo se dedico a desabrochar la camisa del hombre con rapidez, dejando expuesto aquel pecho blanquecino, adornado por marcados músculos como pintados con el delicado pincel de un pintor talentoso.
La poderosa mujer no pudo evitar quedar embelesada con aquella figura de ensueño y tragó grueso al ver aquello. Sus manos cobraron vida y acariciaron ese cuerpo que sería desde ese momento el protagonista de sus fantasías, delineando cada músculo con sus dedos, mientras el hombre sentía que aquellas caricias solo incrementaban más la temperatura a su cuerpo. Cada caricia era acompañada de un jadeo y cada mirada de un nuevo deseo.
Él mordió su labio sintiéndose confundido y abrumado ante todo lo que estaba experimentado, toda aquella explosión de sensaciones era nueva para su cuerpo y sentía que ya no podía controlar lo que su sentir ya que se sentía completamente atrapado en las garras de esa mujer que parecía una hambrienta loba que podría devorarlo en cualquier momento. Ya no podía, él ya no podía contenerse y, aunque quisiese negarlo, quería disfrutar de las caricias de aquella mujer y fundir su cuerpo en el de ella. A pesar de que su corazón amaba a otra mujer, su cuerpo deseaba a la mujer que se había encargado de despertar esa parte de su cuerpo que había estado dormida por tanto tiempo y que a alaridos pedía ser liberada en medio de sensaciones electrizantes que recorrían su cuerpo.
—S-Siento que v-voy a e-explotar—dijo afectado el hombre de claros ojos bañados en lujuria y jadeando desesperado por la liberación que anhelaba su cuerpo.
Y era cierto.
Darkness respiró profundo volviendo un momento en sí, pues debía recordar porque había empezado a hacer aquello; ella debía ayudar al hombre a aliviar los efectos de la droga para que ésta no tuviese un efecto negativo en su cuerpo. Ella quería ¡Joder! Ella quería olvidarse de todo y dejarse llevar por el momento para enseñarle a aquel delicioso hombre todo lo que debía saber del mundo del placer, pero había algo que la detenía y ese algo era lo que la hacía contenerse. Ella sabía perfectamente que él no quería hacer aquello, no se entregaba a ella porque él quisiese, sino por la droga que estaba dominando su cuerpo y había cegado sus sentidos y eso a ella no le gustaba para nada. Las barreras que él había levantado no habían sido derribadas por ella, sino que habían sido derribadas por una sustancia tan desagradable como aquella que había ingerido por accidente.
Es cierto que deseaba con todas sus fuerzas a aquel hombre, pues, por alguna razón que desconocía, su corazón latía con fuerza solo con mirarlo a los ojos y su cuerpo se sentía cálido, era una nueva experiencia la que estaba experimentando y lo más importante era que, misteriosamente, la sensación de vacío se había disipado desde que lo conoció. No quería que ese hombre que despertaba todo eso en ella estuviese tan dispuesto a compartir su cama solo por una jugada tan vil y sucia como la que le habían hecho. Ella se encargaría de envolverlo en sus redes y atraparlo en sus garras para que él pidiese pertenecerle estando en sus cinco sentidos.
Pero ahora…
La mujer apretó sus labios y siguió disfrutando de la suavidad de aquella piel ardiente, pero su mano bajo tomando rumbo en una dirección prohibida que nadie había tomado hasta ese momento. Su toque era suave sobre el cuerpo del hombre que parecía disfrutar de sus caricias.
Alan miraba expectante a la belleza de mujer que estaba ante él y se planteó la idea de que aquello era un sueño, pues no creía que semejante mujer estuviese en aquella comprometedora situación con él. Sus ojos oscuros lo miraban con deseo y determinación, esos ojos eran como un abismo. El joven hombre quedo cautivado ante la abrumadora belleza de esa mujer, sus ojos negros combinaban con su abundante cabello azabache; sus ojos eran fríos, pero de alguna manera le transmitían calor, su rostro estaba dominado por una belleza bastante notoria y esos labios, esos labios eran tentación pura para el joven hombre que la miraba como si fuese una diosa inmortal reencarnada en la mismísima tentación. Una humana con aura de divinidad, adornada con la más perversa peligrosidad…
El hombre no pudo pensar con claridad y abrió sus ojos como verdaderos platos bajando su mirada hasta la mano que hábilmente había abierto su pantalón y amenazaba con tomar como rehén su (bastante prominente) m*****o que se encontraba completamente erecto y preparado para la acción.
Él en ese momento se asustó, pues no sabía que era lo que pretendía hacer.
—¿Qué…?
—Shhh…—La Reina volvió poseer los labios del hombre en otro beso apasionado y ardiente, pero está vez más corto que el anterior, aunque quería seguir saboreándolo —Déjamelo a mí.
El hombre no pudo hablar ya que de sus labios solo fue capaz de salir un sonoro gemido cuando la mujer tomo su m*****o entre su suave mano. Darkness se acomodo mejor encima de él para así poder llevar a cabo su cometido, pues debía apresurarse porque si se tardaba mucho ella misma perdería de nuevo el control. Bajó su mirada y la fijó en la hombría del joven que solo se quedó quieto dejando que la mujer hiciese lo que quisiera con él.
Darkness trago grueso al mirar aquel m*****o entre su mano y deseo con todas sus fuerzas poder sentirlo dentro de ella, abrazado con la abrasadora calidez que sentía por dentro. Era claro que no era la primera ve que ella miraba un m*****o viril, pero era la primera vez que deseaba de manera abrumadora atraparlo en su interior.
Ella se negaba a dejarse llevar por sus instintos, la próxima que aquel hombre yaciese en su cama sería porque él así lo quería, pues si no era así su cacería no tendría sentido alguno, ella no usaría métodos como aquellos para obtener un hombre.
Nunca lo había necesitado.
Darkness empezó a mover su mano de arriba abajo, por toda la longitud de aquel m*****o que, ante sus ojos, era el más tentador y maravilloso que había presenciado en su vida, pero lo que más deleitaba y embriagaba sus sentidos y sus deseos, eran las expresiones de aquel manso corderito que se dejaba acariciar con aquella hermosa mujer que lo tenía embelesado. Verlo jadear en busca de aire, ver sus ojos brillando en lujuria, verlo con un notorio sonrojo, ver esa mirada que le rogaba que no se detuviese, todo, absolutamente todo la hacia desearlo más y poseerlo de la manera más firme que pudiese existir.
Incluso en estás situaciones parece muy tierno. Pensó la mujer mirando como hacia expresiones adorables que demostraban su gran excitación. Era un inexperto en tema sexuales, pero hacia caras verdaderamente eróticas que encendían cómo lava a la gran señora de la mafia.
—S-Siento…Ahhh…Q-Que algo va…A salir…—Decía entre gemidos y con gran dificultad el hombre que estaba más rojo que un tomate maduro a punto de ser cosechado.
Eso alertó a la mujer pelinegra y la hizo saber que estaba a punto de llegar al clímax, así que hizo más presión con su mano y continúo los movimientos ayudada por el líquido pre-seminal que funcionaba como una especie de lubricante. Los gemidos del hombre no se hicieron esperar y eso para la mujer fue un verdadero espectáculo digno de verse, pues no podía evitar sentirse poderosa al ver a ese hombre a punto de desmoronarse de placer debido a sus caricias y esos gemidos serían una melodía que solo ella podría disfrutar, pues se negaba a compartirlo con cualquiera.
—Adelante…—susurro con la voz enronquecida sintiendo el placer del hombre como el suyo propio y excitándose ante la candente escena que estaban viviendo. Nunca se había sentido tan excitada con ver el placer en otros rostros, pero ese corderito tenía un poder oculto que la encendía más a ella—Déjalo salir…No te contengas, lindura. Quiero verte.
Darkness se sentía bastante excitada con aquella escena, quería verdaderamente poder fundirse en aquel cuerpo que se entregaba de manera plena a sus caricias, pero no podía hacerlo; su ego se vería severamente lastimado si poseía a aquel hombre en aquellas circunstancias ajenas a sus deseos, pues él no se rehusaba a ella solo por la droga que recorría su cuerpo. Ella jamás necesitó usar métodos tan bajos para poseer al hombre que quisiera, pues cada hombre había querido yacer en su cama y rogaban por su atención, pero ese hombre era diferente, pues era el primero que la había rechazado tan abiertamente.
Alan apretó con fuerza las sábanas entre sus manos en un vago intento de aferrarse a esa realidad, pues sentía que su cuerpo flotaba en alguna otra realidad. Esa experiencia era nueva para su cuerpo, era como si cada poro de su piel despertase de un largo letargo y se electrizase con las sensaciones que tomaban el control sobre él.
Y llegó el momento.
En un gemido sonoro y varonil el hombre dejo salir la presión que se encontraba dentro de él y con aquella liberación llegó su orgasmo arrasador que lo dejó en las nubes con la mente en blanco total. Jamás en su joven vida pensó que aquello pudiera sentirse así de bien, como una explosión de placer dentro de sí y un gran alivio, acompañado por espasmos placenteros.
La mujer se concentró de medir cada una de las reacciones en el rostro de su corderito cuando éste llego al orgasmo y se llenó del más puro placer que podía existir en esa vida. Fue un espectáculo digno de verse cuando el hombre dejó salir su simiente como símbolo de que había alcanzado la cima del máximo placer carnal. La Reina intentó bajo todos los medios poder regular su respiración para así poder bajar un poco el ardor que la quemaba por dentro, pues, aunque ya el hombre había terminado, ella se sentía cada vez más excitada y con ganas de consumar aquel acto tan placentero donde dos pieles se unían para formar un solo cuerpo.
Ese acto era llamado…Hacer el amor…