Narrador Omnisciente:
— ¡MALDICIÓN! ¿¡CÓMO SE LE OCURRE HACERME ESTO!? —se escuchó de manera clara un fuerte sonido que retumbó por las amplias paredes de ese enorme lugar y miles de pedazos de objetos costosos se desparramaron en el suelo hechos trizas debido a la ira que consumía a aquella persona— Una maldita mascota… ¿Cómo se le ocurre hacerme esto?…
Esa persona se encontraba encerrada y enceguecida en su propio frenesí. La ira que la consumía era ocasionada por el hecho se sentir que habían otras manos estaban tocando lo que le “pertenecía” y cada vez que pensaba en ello su ira solo crecía dentro de sí.
Era como la rabieta de un niño malcriado que le quitaban su preciado juguete.
Solo era una rabieta…
—¿Ahora qué ocurre contigo?— preguntó una segunda voz que se encontraba teñida por el cansancio y la persona a la cual le pertenecía dicha voz se recostó del marco de la enorme puerta observando sin inmutarse el desastre que se encontraba en aquel lugar; era tan normal ver tanto desastre en aquellos días y sobre todo en aquellos lugares—Haces demasiado ruido.
Todo estaba hecho un desastre; libros valiosos destrozados, jarrones de lujo quebrados y un sinfín de objetos valiosos fueron destruidas por la furia de aquella persona que se paseaba inquieta de un lugar a otro murmurando cosas inentendibles y sin sentido, mientras tiraba de su cabello de manera brusca. Parecía estar esclavizada en su propia locura, pues no parecía estar prestando mucha atención a su propio alrededor.
—No, no puede ser, no puede ser, no puede ser…— se repetía entre murmullos con la mirada ida y sin vida, era una vista verdaderamente aterradora; además tenía una expresión espeluznante dominaba su semblante— Mi mascota no pudo traicionarme, no pudo, no pudo; nadie puede tocar lo que ya es mío, nadie puede, nadie puede...
La persona que miraba la esquizofrenia de la otra desde su posición en la entrada de la biblioteca de su mansión bufó de manera sonora y rodó sus ojos al ver tal derroche de locura. Ya no soportaba aquellos ataques de locura que vivía en aquel lugar, era tan común ver aquello que ya hasta le resultaba aburrido y sin sentido.
—Esta es una casa de locos—fue lo último que dijo siendo ignorado nuevamente por la persona que se encontraba en crisis repitiéndose lo mismo una y otra vez—Maldito manicomio—Mascullo sin más antes de irse.
—Él es mío, él es mío, él me pertenece a mí y solo a mí ¿Verdad? — se convencía a sí misma, mientras su mente alucinaba y le daba ideas cada vez más siniestras; no era claro lo que pensaba ya que su mente estaba lo suficientemente dañada como para pensar con claridad— Si no eres mío, entonces te convertiré en ganado…—hablaba en soledad con sus propios pensamientos dispersos y sin sentido, mientras una sonrisa tomaba posesión de sus labios y hacia gestos exagerados con sus delgados brazos— O eres mi mascota o serás carne para otras personas. Lo juro, lo juro… ¡Maldito!
Y sin más se dedicó a liberar la ira que se encontraba dentro de sí, mientras seguía destrozando aquel lugar con su fuerza bruta y quiénes vivían en aquel lugar evitaron toda la tarde y gran parte de la noche acercarse a aquella biblioteca por lo menos hasta que la bestia que ahí se encontraba se calmase un poco. Esa bestia solo sentían que le quitaban su juguete, un juguete al que a ella le gustaba llamar.
“Lan”
Darkness Pov:
Esto de aquí…No es bueno.
Hago una mueca y continúo leyendo los papeles que se encuentran encima de mi escritorio. La mayoría son quejas, peticiones, reuniones y más quejas. Ser la reina de un imperio de esta magnitud es ridículamente difícil.
Maldición, esto es agotador.
—Mi reina…—alzo mi mirada para enfrentarme a la persona que me reverencia con notorio respeto. Siempre siendo tan sigilosa como un fantasma, no noté cuando entró aquí—He llegado, como usted me lo ha pedido.
Lilith.
Dejo los papeles de lado y me concentro totalmente en ella. Ella, junto con Charlotte, forman mi más fuerte y letal equipo de ataque, todos les temen, así como me temen a mí; son mi as bajo la manda y son las personas más cercanas a mí en las que depósito toda mi confianza. A ellas no les temen tanto por su fuerza, pues a lo de verdad le temen es a su locura y es esa locura en dónde reside su peligrosidad.
A diferencia de Charlotte, Lilith me sigue solo desde que ingresé a la mafia italiana como asesina, pero su historia junto con la de Charlotte y la mía comparte una misma línea siniestra y malévola. No siempre las malas personas nacemos así, algunas solo tenemos muy mala suerte en la vida o caemos en el abismo que supone la maldad.
Pero siempre seremos los culpables de los desastres.
Desde hace mucho, quizás desde antes de mi nacimiento o desde el inicio de la mafia misma. Han existido mundos perversos ocultos en la oscuridad, dónde ocurren tantas abominaciones que una persona normal no podría soportar, en dónde los débiles mueren y los ilusos enloquecen sin remedio alguno. Un mundo gobernado por la maldad donde cada chispa de ingenuidad de pierde sin piedad.
De ese mundo provenimos nosotras.
En ese mundo yo era débil y me resquebrajaron una y mil veces hasta romperme por completo, pero fue eso lo que me impulsó a ser fuerte y cada una de nosotras (las que hemos renacido de las sombras de nuestra propia destrucción) podemos decir que hemos vencido el infierno, pues ahora estamos en la cima, cuando una vez estuvimos en el suelo. Cada quien vive su propio infierno custodiado por su propio demonio, si desean ser libres tienen que sobreponerse a sus miedos y aprender a dominar su infierno.
Solo los fuertes dominan este infierno que muchos conocen como “mundo”
—Que bueno que ya estás aquí, Lilith —digo mirándola fijamente, su expresión neutra y carente de sentimientos es la que inquieta a muchas personas, pero la verdad a mí no me importa; me parece fascinante la belleza que emana de su rostro muerto en vida, parece un cadáver debido a la palidez de su piel— ¿Tuviste algún contratiempo importante?
Su cabellera color café oscuro se encuentra atada por una cola de caballo alta, mientas sus ojos negros carentes de brillo, adornados por pronunciadas ojeras y lentes de lectura que minimizan su miopía me miran fijamente sin demostrar ninguna de sus emociones. Ahora mismo me encuentro en mi estudio privado en mi mansión a las afueras de Seattle, tuve que conducir desde el hotel en el cual me quedé anoche hasta aquí, pero ni toda esa distancia pudo quitarme la sensación de las manos de mi corderito sobre mi cuerpo. Esas manos llenas de inexperiencia y de un calor bastante ardiente.
Debo controlarme, por mucho que desee perseguir a esa presa escurridiza no puedo hacerlo ahora ya que me encuentro ocupada y tengo mucho que debo hacer, además ante mí se encuentran Charlotte y Lilith, no puedo mostrar las ansias que tengo de volver a ver a ese corderito delicioso, pues sería un problema para mí. Quiero tenerlo, quiero traerlo de vuelta a mi cama y atarlo a ella hasta que sacie en su cuerpo mis ansias de poseerlo, ya que una noche no parece haber sido lo suficiente para mí cuerpo, pues siento que quiero tener más de él. Quiero que me pertenezca por completo y no solo por una noche
Nada más de recordarlo...
—Nada en especial, mi reina— dice ella finalmente sacándome de mis pensamientos que estaban tomando rumbos peligrosos y bastante excitantes —Tuve más inconvenientes en salir de nuestra base en Calabria que en el viaje mismo, pero no ha sido nada grave.
Entrecierro mis ojos y ladeó mi cabeza mirándola con confusión. No entiendo que es lo que ha dicho; me sorprende saber que tuvo inconvenientes al salir de Calabria.
¿Qué inconvenientes pudo tener?
—Déjame adivinar…—salta Charlotte en medio de un bufido rodando sus ojos—Bruno quiso venir en tu lugar ¿No es así?
Bruno Rinaldi.
Me echo para atrás en mi asiento acolchado queriendo descansar mi espalda. No puedo creer que Bruno sea tan imprudente como para querer desobedecer una de mis órdenes, claramente pedí que Lilith viniese hasta aquí porque la necesitaba a ella, pero parece que Bruno no puedo entender eso.
Eso me molesta y mucho. Odio que contradigan mis órdenes y él lo sabe muy bien, entonces ¿Cómo se atreve a intentar contradecir lo que yo digo?
—Así es, bestia— dice en tono sombrío Lilith, refiriéndose a Charlotte mediante el apodo por el cual se le conoce—Tuve que amenazarlo con encerrarlo en mi laboratorio y experimentar nuevas sustancias con él para que me dejaste salir al encuentro con nuestra reina, solo así me dejó ir.
La científica loca de la mafia Blood…
Así se le conoce a Lilith y debo decir que ese nombre es igual de temido que el de Charlotte. A Lilith le encanta experimentar cosas nuevas y probar todo aquello que no sería probado por personas normales, siempre está inventando nuevas sustancias y drogas que son probadas por sus desafortunados conejillos de indias que se encuentran encerrados en su laboratorio. La gran mayoría de sus pruebas han llevado a la muerte de miles de personas de maneras horribles y magníficas a mi gusto, pero para muchas personas son cosas aberrantes y monstruosas. Recuerdo una vez que probó un nueva sustancia en uno de las escorias que se resistieron a mí; esa sustancia era una simple prueba, pero terminó siendo la pesadilla de muchos, pues al suministrársela al sujeto de prueba, éste experimentó un dolor intenso y rogó su muerte de inmediato, pero Lilith me pidió que no lo mataste, pues quería ver cómo evolucionaba en los próximos días así que deje a ese idiota en sus manos y que hiciese con él lo que quisiera.
Pasaron los días y el hombre encerrado lloraba y gritaba hasta que no le quedaron fuerzas; en el transcurso de los días su piel parecía quemarse lentamente y podrirse hasta desprenderse de su propio cuerpo pareciendo literalmente “un muerto viviente.” Así transcurrieron los días hasta que se cumplió una semana dónde finalmente el cuerpo del hombre no lo soporto y murió siendo devorado por larvas fueron atraídas por el nauseabundo olor que desprendía.
Fue una gloriosa tortura.
Así como ese caso hay muchos otros y peores, dónde Lilith experimenta con sus víctimas que no mueren al instante, sino que sufren y sufren hasta que ya no les queda fuerza ni para respirar. Aunque no lo parezca, Lilith también es buena en el combate, solo que prefiere estar encerrada en su laboratorio creando porquerías que luchar cuerpo a cuerpo.
Esa es una de las razones por las cuales Charlotte siempre le gana.
Charlotte es fuerza bruta y Lilith es ingenio, ambas bajo mis órdenes son temidas por todos al igual que yo. A las tres nos encanta la tortura y solo nos sentimos bien al matar y sobre todas las cosas le temen a nuestra locura.
Esa es nuestra esencia.
— ¿Quien no temblaría al entrar a tu laboratorio? —Charlotte tiembla, mientras se abraza a ella misma en un intento de protegerse— Ver esos monstruos que tienes encerrados da verdadera terror—con “monstruos” Charlotte se refiere a los sujetos de prueba que están en “observación” muchos de ellos son desfigurados por las pruebas y dejan de tener apariencia humana, algunos incluso son sometidos a operaciones donde son arracadas partes de su cuerpo y cocidas en otro lado para ver su evolución— ¡Solo a Darkness le gusta ir ahí!
—Y es para mí un honor que La Gran Reina quiera visitar mi lugar de trabajo para presenciar mis avances en nombre de la ciencia—Lilith responde con gesto severo a Charlotte, quien la mira desafiante.
La verdad, suelo ir mucho a los calabozos subterráneos que tenemos en la mansión de Calabria, ahí abajo se encuentra también el laboratorio de Lilith así que muchas veces voy a echarle un vistazo a su trabajo que me resulta magnífico. No me interesan muchos los temas de la ciencia, pero ver todo lo que logra es verdaderamente hermoso. Todos lloran, todos sufren, todos pagan por haberse cruzado en mi camino y eso me satisface muchísimo. Esos lamentos y esos llantos desgarradores logran calmarme la mayoría de las veces por eso es que disfruto ir a aquel sitio.
—Suficiente— digo con serenidad, me están dando jaquecas sus constantes peleas. Ambas mujeres dejan de pelearse para adoptar posiciones sumisas debido a mi clara orden— Dime, Lilith ¿Por qué Bruno no quiso dejarte salir?
Eso es lo que quiero saber, pues sigo sin entender porque se atrevería a contradecirme a mí, sabiendo que mis órdenes no se contradicen.
Es un imbécil y yo detesto a los imbéciles.