Narra Blanca Salimos del restaurante y había un Maserati de fresno reluciente esperándonos en la entrada con dosel. Cuando uno de sus hombres salió del auto y se acercó para entregarle las llaves, inmediatamente me puse en guardia. Habíamos llegado en la parte trasera de una camioneta tintada. Me volteé hacia él. —¿Qué está sucediendo?—pregunté en voz baja. —Esta noche, seremos solo nosotros dos, bebé—explicó. Una risa baja acompañó sus palabras. El sashimi de geoduck y la langosta al horno que me había obligado a comer amenazaban con aparecer. ¿Esto fue? Los juegos previos habían terminado. No tuve nada que decir al respecto. Quería poner una excusa. Retrasar el momento, pero ¿cuál era el punto? Hoy o mañana nada cambiaría. Siempre sería jodidamente horrible conmigo. Más que su cu