—¡La señorita está encantadora!— exclamó Marie, apartándose un poco para admirar el trabajo que las doncellas a sus órdenes habían hecho en la persona de Laura. Ésta escuchaba distraída, pues todos sus pensamientos se concentraban en lo que la esperaba y en los peligros y dificultades a que se enfrentaría antes que terminara la noche. Sonrió, sin embargo, cuando Marie agregó: —Le dije a mi señora que ese vestido parecía hecho para usted. Si se me permite decirlo, es demasiado delicado, demasiado pálido para la belleza de la señora Duquesa, pero para la señorita es... ¡sensacional! Dijo las últimas palabras con todo el entusiasmo de un artista frente a su obra maestra. Laura se obligó a dar las gracias y, al contemplar su imagen en el espejo, comprendió que Marie no estaba exagerando.