—Esa descripción me suena horrible— protestó Laura. —Ésa es una palabra que jamás podría aplicarse a usted— contestó Andrew—, ¿tiene idea siquiera de lo hermosa que está esta noche? La voz acariciadora del hombre la atemorizaba, haciéndole desear la huida. Pero, tal vez debido a la quietud que los rodeaba, y al cielo cuajado de estrellas, se había quedado mirándole con expresión inquisitiva. —Ya le he dicho que es sólo el plumaje del pavo real— murmuró sonriendo. —A mí me parecía más hermosa aún con aquel sencillo vestido gris que llevaba cuando la traje aquí— contestó Andrew—, fue usted, si lo recuerda, quien se quejó de él, no yo. —Ahora se está burlando de mí— murmuró Laura con timidez. Andrew extendió una mano para cubrir la de ella. Al contacto de sus dedos, Laura esperaba senti