Narra Mateo.
Me levante temprano a correr al parque como todas las mañanas.
—Bueno días señor Jones —me saludó el portero.
—Buenos días —respondí.
Seguí corriendo a un ritmo casi frenético. fui al parque donde había poca gente. En ese momento un perro labrador se me acercó era muy cariñoso. Lo acaricie y movió mas la cola.
—!Spake! — escuche la voz de un mujer, levante mi vista, era muy hermosa y su traje deportivo resaltaba sus curvas—.Disculpa, en ocasiones se me escapa—dijo tomando la correa del canino.
—No te preocupes, suele pasar—respondí.
En ese momento un pensamiento loco se me cruzó por la cabeza, ¿si le pido esta desconocida que finja ser mi novia frente a mi jefe? me sacudí mentalmente, ella pensaría que estaba loco, así que deje que se marchara, continúe con mi rutina. mientras lo hacia repasaba todas mis opciones y planes durante la noche y sobre mi entrevista personal con mi jefe, podría intentar pasar la entrevista dándole al señor Montevideo detalles muy vagos acerca de la mujer que supuestamente había cambiado mi punto de vista y, por tanto, me había reformado. Si jugaba bien mis cartas, podría mantener la farsa hasta demostrarle mi valioso talento como Director General y luego decir que había pasado lo impensable: que esa mujer perfecta me dejaba. Podría fingir que estaba destrozado y volcarme en el trabajo.
Sin embargo, a juzgar por lo que mi hermano me había explicado, la idea seguramente no funcionaría. Tendría que presentarle una mujer de verdad, una que convenciera a mi jefe de que era mejor persona de lo que él creía que era. Alguien, en palabras de mi hermano: sensata, agradable y afectuosa.
No conocía a muchas mujeres que encajasen en todas esas categorías. Ninguna de las mujeres con las que me relacionaba pasaría su inspección. Descarte la idea de contratar a alguien, tal vez a una actriz, pero parecía demasiado arriesgado. Mi hermano creía que debía usar a mi asistente para que fingiera ser mi novia. Si me distanciaba de la cuestión e intentaba ser objetivo, debía admitir que tenía razón. Era la tapadera perfecta. A pesar que la relaciones amorosas entre los empleados estaba prohibida, esa seria mi excusa del porque no había hecho pública mi relacion. No se parecía en nada a cualquier otra mujer con la que hubiera estado. Mi hermano creía que era agradable, inteligente y encantadora. Parecía caerles bien a los demás. Todo eran ventajas. Salvo que estaba hablando de la señorita Olson. Me detuve y agarre una botella con agua y me la bebí de un tirón, luego regrese a mi departamento.
Una vez que llegue encendí mi computadora, inicié sesión en el sitio web de la empresa, recibí un correo electrónico de mi jefe, en este me decía que mi entrevista personal individual seria mañana. Maldecí mentalmente, todo resulto muy rápido. Luego repasé los archivos de personal y me detuve al llegar a la ficha de la señorita Olson. Estudié su fotografía mientras intentaba ser objetivo. No tenía nada reseñable, salvo los brillantes ojos azules, muy grandes y rodeados de largas pestañas. Suponía que tenía el cabello largo y oscuro, pero siempre lo llevaba recogido en un moño severo. Tenía la piel muy blanca. Me pregunté qué aspecto tendría tras pasar por las manos de un maquillador profesional y vestida con ropa decente. Miré la pantalla con los ojos entrecerrados, concentrado en su imagen. Dormir unas cuantas horas no le iría mal para librarse de las ojeras que tenía y tal vez le sentaría bien comer otra cosa que no fuera sándwiches y postres. Me gustaba que mis mujeres tuvieran más curvas. Gemí, frustrado, mientras me frotaba la nuca. Suponía que, en esas circunstancias, mis preferencias daban igual. Era lo que necesitaba. En esas circunstancias, tal vez debería admitir que necesitaba a la señorita Olson.