Capítulo IV

867 Words
Narra Mateo —Mateo—saludó—.Por favor siéntate y trátame de tu y yo hare lo mismo—me pidió para tomando confianza—. Conozco a vida laboral de cada unos de mis empleados. Eres un hombre ambicioso con buenas ideas y tu labor ha sido extraordinaria. Pero me gustaría conocer un poco mas de tu vida personal, como por ejemplo tu vida amorosa háblame de eso—pidió. —Debo confesar, que no era un hombre que buscara una relacion formal cuando salía con alguna mujer — dije. Me incliné hacia delante, con la esperanza de parecer serio— .Pero la gente cambia y eso mismo me ha pasado—conteste—.He conocido a una mujer extraordinaria. Por tanto, la persona que fui ya no existe—conteste. —Enamorarse produce ese efecto en las personas—mencionó él —.¿Puedo saber el nombre de esa mujer que te ha cambiado la vida? —preguntó. —Su nombre es Megan Olson, mi asistente dije —. Se que la política muy estricta en lo concerniente a las relaciones sentimentales entre sus empleados—resoplé—. Pero no pudimos evitar enamorarnos. Mi jefe se quedó en silencio por un momento. —¿Sabes ? mi esposa era mi asistente, y me paso lo mismo que a ti. Me enamore de ella inevitablemente, así que no pude esperar a casarme con la mujer de mi vida. Ahora háblame de ella, quiero conocerla de tu perspectiva personal, quien mejor que tu para conocerla—pidió. ¡Mierda! En lo concerniente a mi trabajo, era capaz de hablar durante horas. Estrategias, ángulos, conceptos, visualizaciones... podía hablar durante horas y horas. Rara vez hablaba de mi vida personal, de manera que no sabía qué podía decir sobre una mujer a la que apenas conocía y que no me gustaba. No tenía ni idea. Tragué saliva de nuevo y miré de reojo hacia la mesa al tiempo que pasaba los dedos por la superficie lisa. —Es la más torpe que he conocido en la vida —solté... al menos eso era cierto. Mi jefe frunció el ceño al captar mi tono de voz y me apresuré a enmendar el error—.Me cabrea cuando se hace daño —añadí con una voz más suave—.Es perfecta—agregue. Mi jefe soltó una carcajada. —Eso pensamos todos de la mujer que amamos—dijo. Me devané los sesos para crear una lista de todas las cosas que sabía de ella. —Megan, es dulce y recatada. Tiene unos ojos como el océano, tan azules que parecen insondables. En la oficina la adora todo el mundo. Hace unos incurables postres que luego comparte con los compañeros. Son un éxito— titubeé mientras trataba de encontrar algo más—. Detesta que la despierten más temprano de lo necesario. Su voz adquiere un tono irritable que me hace mucha gracia—mencione, mi jefe sonrió para animarme a continuar—.Me ayuda a no perderme. Como asistente es asombrosa y estaría perdido sin ella—dije, suspiré, sin saber qué más añadir—. Indudablemente es buena para mí —admití, consciente en mi fuero interno de que era cierto. Estaba seguro de que yo era el malo de la película, sobre todo si tenía en cuenta lo que estaba haciendo en ese momento. —Gracias por compartirlo conmigo. Quiero que el Director General comparta los éxitos y los fracasos de La compañía, que se relacione bien con cada empleado, socio y futuros inversionistas. Valoro mucho a mis empleados y quiero que ellos sean un ejemplo para las vidas de los demás. —Es evidente. Eres un hombre muy respetado y tu idea es esplendida—le dije. Nos miramos a los ojos. Mantuve una expresión abierta, que esperaba que también fuera sincera. Él se acomodó en el sillón. —Háblame más de tu ideas para campañas publicitarias en general —pidió después. Yo también me relajé. Eso era fácil. Mucho más fácil que hablar de Megan Olson. Una hora más tarde, él se puso en pie—.Estaré fuera hasta el viernes. Me gustaría invitarte este sábado a una cena en el Hotel Clarión que he preparado para todos los candidatos al puesto, de Director General. Me gustaría que todos conozcan a mi familia de una manera mas personal y nosotros conocer a las personas importante de sus vidas—dijo, sabía a lo que se refería. —Será un placer, señor. Gracias. —Megan también esta invitada, por supuesto—me aclaro él. Mantuve una expresión inmutable mientras aceptaba la mano que me tendía. —Le encantará asistir—le dije, luego salí de su oficina. De vuelta al trabajo, encontré a la señorita Olson sentada a su escritorio cuando llegué. Aunque estaba hablando por teléfono, sentí que me seguía con la mirada cuando pasé frente a ella. Los ruidos de la calle quedaban silenciados por la altura y por el cristal. Estar orgulloso de las campañas que había creado para mi jefe. No esperaba ese giro de los acontecimientos, ahora tenia que hablar con mi asistente y hacerle una propuesta poco convencional.
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