Narra Megan.
Mi celular vibró era el numero de la escuela de mi hermana.
—Señorita Olson, soy la maestra Susan—dijo una voz que conocía muy bien.
—Hola, maestra, es un gusto escucharla—conteste.
—El gusto es mío. Le hablo para informarle que la junta directiva directiva, llego al acuerdo de establecer un pequeña mensualidad a todos los padres y encargados para cubrir los gastos de vigilancia de la escuela, ya que el estado no seguirá ayudándonos con este punto—me informó.
—¿ De cuanto es la cuota? —quise saber.
—Cien dólares mensuales—respondió.
Me quede en silencio un momento, era un gasto que no tenia previsto.
—De acuerdo maestra, gracias por llamarme—dije pensativa.
Luego el sonó el interfono y respondí.
—¿Señor Jones?
—Necesito que venga un momento.
—Ahora mismo voy—dije. Llamé a la puerta, pero no entré hasta que no me dio permiso, preparé mi cuaderno de notas, a la espera de sus instrucciones.
—Siéntese, señorita Olson. Tengo que hablarle de un tema personal—dijo. Me tomé unos minutos para observarlo mientras él meditaba lo que iba a decir. Era guapísimo, pero guapo de verdad. Sus ojos verdosos se clavaron en los míos y enderezó los hombros, recuperando de nuevo el control—.Pero ese algo no puedo decírselo aquí—agregó. Me miró a los ojos. Nunca me había percatado de que su color cambiaba según la luz: era una mezcla de gris, verde y azul. En muchas ocasiones, estaban tan ofuscados por la rabia que apenas era capaz de sostenerle la mirada más de un par de segundos. Pareció observarme un momento y luego asintió con la cabeza. Tomó una de sus tarjetas y escribió algo al dorso antes de entregármela—. Me gustaría un lugar mas privado. Necesito que vaya a esta dirección mañana por la tarde.
Miré la tarjeta y comprobé que la dirección no estaba muy lejos del hospital donde estaba mi abuelo.
—Señor Jones, ¿va todo bien?—pregunte sin comprender nada.
Me miró con una expresión rarísima.
—Todo pronto lo comprenderá señorita Olson—contestó, luego miró la hora—. Ahora, si me disculpa, tengo la reunión por conferencia. Gracias por su tiempo.
Salí un poco pensativa. No sabía que quería hablar conmigo y menos porque tenia que ser en un lugar privado.
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Mas tarde recibí otra llamada, esta vez del hospital. La cuota había aumentado. Definitivamente este no era mi día. . Clavé la vista en la mesa con la mente hecha un torbellino de ideas. Mi sueldo no era gran cosa, lo invertía en su totalidad en el cuidado y tratamientos médico de mi abuelo y los gastos escolares de mi hermanita. Ellos eran la única familia que me quedaba, y ellos solo me tenían a mi. Ya vivía en el sitio más barato que había encontrado. Mi mamá trabajo cuando estaba viva en una repostería, hacia unos exquisitos postres ella me enseño muchas de sus recetas. Mi sueño era tener mi propia repostería. No gastaba dinero en nada y aprovechaba cualquier oportunidad para ahorrar. Iba al trabajo a pie para ahorrarme el billete de autobús. Luego de mis pensamientos regrese a la realidad. Parpadeé para controlar las lágrimas que tenía en los ojos. ¿Cómo iba a conseguir quinientos dólares más al mes? Ya estiraba la nómina al máximo. Sabía que no podía pedir un aumento de sueldo. Tendría que buscarme otro trabajo, lo que implicaba que pasaría menos tiempo con mi abuelo, él cual pasaba visitando en el hospital junto a mi hermanita por las tardes.
—Ahora que voy hacer —me dije a mi misma. Necesita un milagro quizás ganarme la lotería. Como pude continúe trabajando.