Capítulo 5: «Fuertes declaraciones»

2427 Words
═══════ ≪ •Logan• ≫ ═══════ Toda mi concentración se pierde en Mía, deja de importarme el imbécil de Lucas, los murmullos de las personas y el ambiente tenso que se ha creado en la fiesta. Ahora solo me importa Mía. Ella está en el suelo, varios de mis amigos la están tratando de ayudar, pero sigo con la sangre muy caliente y no me está gustando que la miren o toquen, por lo que con un poco de brusquedad, yo alejo a Mía de las manos de mis amigos. —Hey Logan, solo queremos ayudar —me dice uno de ellos, ni siquiera me detengo a ver quién fue. Tomo a Mía entre mis brazos, como es bastante delgada y pequeña no se me hace difícil levantarla y salir con ella de esa casa, la siento removerse entre mis brazos, pero la arrullo como si fuera una bebé. No sé en qué estaba pensando cuando decidí traer a Mía a este lugar, no sé qué rayos intentaba hacer ella metiéndose con un imbécil como Lucas, no tenía que demostrarle nada a nadie, ese imbécil es la mierda más grande que existe en el mundo y me dan náuseas el saber que él estuvo con ella y que lastimosamente fue un desastre que ella no pudo disfrutar como merecía. Si, una parte muy grande de mi se está odiando por no haberla cuidado mejor, sé que no es mi responsabilidad, que solo se deja ver unas cuantas veces a la semana, pero aún así hay algo dentro de mi que ama ver a las personas que quiero sanas. Desde pequeño me he sentido responsable de tener que cuidar, nadie me lo impuso, pero me gustaba la manera en la que yo me aseguraba de que mis amigas estaban bien y nada les haría daño, no sé en qué momento ella ya no estuvo en mi radar, ni siquiera me fijé en que ya había crecido, en que ya era una mujer y en qué no habló con nadie antes de meter la pata.. —Tienes que dejar de hacer cosas impulsivamente —le digo mientras la bajo de mis brazos, sus piernas tardan en poder sostener todo su peso, por lo que me encargo de cuidar que no caiga al suelo. —Tu no tenías porque golpear a Lucas. —Ah bueno, yo solo esperaba un gracias de tu parte, puse en su lugar a ese imbécil. —Yo ya lo había puesto en su lugar, no necesito que siempre estés cuidandome ¡No soy tu hermana! No sé qué carajos tiene con esa frase que la repite a cada momento, la miro con los ojos entrecerrados. —Ya lo sé, Mía. Eso está clarísimo, pero no lo hago por eso, lo hago porque me nace hacerlo y punto. Hay poco luz en el lugar en donde estamos, pero aún así puedo ver qué parte de su pómulo esta hinchado y tomando un color morado. —Mira el golpe que te ha dado ese infeliz —tomo su delicado rostro entre mis manos y observo el golpe. Seguramente quedará la marca por un tiempo y si no le cuenta nada a sus padres, tendrá que usar maquillaje por al menos dos semanas. —¿Duele? —paso mi pulgar por ese lugar y me doy cuenta de que mis nudillos tienen sangre y me da asco. —Un poco. Ella se da cuenta de que estoy mirando el rastro de sangre. —Vamos a mi casa, allí no hay nadie a quien darle explicaciones. Asiento porque claro, sus padres están en casa de mis padres y es muy difícil que la "fiesta" acabe temprano, tal vez mamá aproveche para hacer pijamada con Sofía y papá hable por horas y horas con Trevor. No es la primera vez ni será la última, que harán lo que sea para que se queden en casa. —Bien. Paso mi pulgar nuevamente por su rostro antes de ayudarla a poner el casco, aún tengo muchísima rabia y quiero ir a terminar de golpear a Lucas, pero no lo hago porque no puedo dejar a Mía sola y tengo que asegurarme de que esté bien el resto de la noche. Llegarán más días en los cuales terminar de golpear a Lucas, esto no se acaba hoy, la rabia que me ha dejado es increíble, tengo tantas ganas de vengarme que sé que no me detendré hasta verlo lamer el suelo que piso. Lo haré pagar cada puta lágrima que Mía llegue a soltar por ese imbécil. —¿Te duele mucho? —sé que ya le he preguntado lo mismo hace poco, pero es que verla así me está generando serios conflictos. Mía siempre ha sido una chica con bastante luz en sus ojos, siempre alegre y sin nada que la apague, pero justo ahora parece alguien completamente diferente, sus ojos han perdido ese brillo que deben tener, me hace falta verla sonreír y estar bien. No es ella y eso no me está gustando ni un poquito. —Ya no duele. —Tu cara me dice lo contrario. Ella suspira y me arde el pecho. Mierda. Odio que no sea capaz de admitir dolor, aunque lo esté sintiendo. —Solo quiero ir a casa. Y le hago caso, porque siento que se está escapando de mis manos con esa actitud tan horrible que está teniendo, subo a la moto tras asegurarme de que esté protegida y con rapidez voy a su casa, molesto porque está vez no siento sus manos apretándome con fuerza ni escucho su risa nerviosa, sé que está tras de mí porque puedo sentir su calor en mi espalda. El trayecto a su casa es bastante rápido y era obvio que no habría nadie, dejo la moto a un lado en el que no la puedan ver si llegan a venir antes de que yo me haya ido. Cuando vuelvo, veo que Mía está revisando sus bolsillos desesperadamente. —¿Qué pasa? —Creo que he dejado mis llaves. Miro la casa, es una zona residencial bastante segura y no hay forma en que se pueda entrar a ella con tanta facilidad sin activar la alarma. —¿Tu habitación? —pregunto porque sé que desde el patio trasero puedo treparme y entrar por su balcón. —Es buena idea. Nos montamos la reja del patio trasero, estoy implorando para que la puerta de su balcón haya quedado abierta, necesito curarle el golpe antes de que se le ponga peor. —¡Está muy alto! Levanto mi cabeza y si, es bastante alto, pero aún así sé que puedo llegar al lugar. —No te preocupes, puedo con ello —me mira con sus ojos bastante nerviosos y le acarició el rostro —. Tranquila, no me pasará nada. —Por favor ten mucho cuidado, me muero si te llega a pasar algo. —No exageres, subiré en un dos por tres. La cara se le desfigura un poco, pero me giro antes de que se ponga a llorar porque parece que quiere hacerlo, brinco y levanto mis manos, logro a la primera llegar a la reja de hierro y me sostengo con fuerza. Hago un poco más de esfuerzo para levantarme y paso una de mis piernas por arriba, cuando he pasado celebro levantando las manos y al mirar hacia abajo veo que mía tiene sus ojos tapados. —¡Me voy a caer! ¡AHHHH! —bromeo y la escucho gritar y sollozar. Parece aterrada buscándome por todo el lugar, pero entonces mira para arriba y me ve muerto de la risa, me saca el dedo medio y limpia las lágrimas de su rostro. Ay, no esperaba que realmente fuera a llorar. —Oye, te dije que iba a estar bien, no llores. —¡Eres un imbécil! Mientras ella grita y patalea un montón de insultos hacia mí, decido entrar a la habitación de Mía asegurándome que si está abierta, paso y observo todo a mi alrededor. Es un poco raro que aún conociéndola de toda la vida, han sido pocas las veces que he estado en este lugar, primero porque es muy reservada con su privacidad y segundo, porque desde que le hice una broma con su ropa, me quedó totalmente prohibida la entrada. Enciendo la luz y veo un espejo lleno de fotografías, hay fotos en las que yo aparezco junto a ella, cuando éramos más pequeños. Éramos tan lindos, puede que yo ahora parezca más serio y un poco maleante, pero ella está mucho más hermosa. Como ella no está en este lugar, decido robarme una foto de todas las que hay, no creo que la note, me llevo una foto en la que ambos tenemos gorritos de navidad, ella está sobre Thunder y yo estoy a su lado cuidando de que no se caiga, como dije anteriormente, sus ojos brillan con emoción y tiene una sonrisa gigante en donde se nota la ausencia de uno de sus dientes incisivos. Guardo la foto en mi billetera y bajo corriendo hacia la puerta trasera para abrirla, Mía sigue murmurando quien sabe cuántas cosas más. —Ven, voy a curarte. La tomo de la mano la dirijo al baño de invitados, conozco bien a esta casa y sé que allí está el botiquín de primeros auxilios porque siempre que alguno de los pequeños se lastimaba, este era el lugar para curar. —Sientate. —No, tú no sabes cómo me sentí ¡Casi se me sale el corazón! Creí que habías muerto, ¿Qué habría hecho yo sin ti? —Hey, hey —la tomo de los hombros y la siento sobre la tapa del inodoro —. Solo era una pequeña broma, yo siempre estaré a tu lado. Lágrimas caen por sus mejillas y yo las seco con mis pulgares como puedo. —Realmente no podría vivir sin ti. —Claro que si podrías. —Tu no lo entiendes —retira mis manos de su rostro y se levanta, busca ella misma las cosas del botiquín y toma mi mano derecha, comienza a limpiar y yo no dejo de mirarla. —Mía, ¿Qué quieres decir? —pregunto. —Sabes a lo que me refiero —dice sencillamente y yo niego. —No tengo idea, Mía. Si supiera no te estaría preguntando. —Todos lo saben e incluso tu mejor amigo me dijo que lo sabías. Frunzo el ceño. —Mía dímelo, que te juro que no sé de lo que hablas. —¿Realmente me harás decirlo? —levanto mis hombros y ella bufa. —No sé a qué juegas. —Y yo no sé de qué hablas. —Ya, ¿Realmente no sabes que me gustas? —mis cejas se levantan ante sus palabras. —¿Qué? —No tienes que fingir, hasta mis padres lo saben, he sido muy obvia y todos tus amigos lo saben, tu mejor amigo me dijo que lo sabías, pero no te importaba y por eso seguías paseando delante de mi con una chica diferente cada día. Siento que algo me ha quitado el aire de los pulmones. —Mía yo no... —No sientes lo mismo, lo sé y me ves como una hermana y blah blah —la veo rodar los ojos y suelto mi mano. —¡Mía yo no lo sabía! Me mira con los ojos muy abiertos. —Claro que lo sabías. —¡No tenía ni idea! —veo que comienza a ponerse muy roja y parece hiperventilar. —Yo... Eh... Si tu amigo me lo dijo y... —Mía no, yo no lo sabría y de haberlo sabido no te haría daño aproposito. La veo morder su labio inferior y todo en mi cabeza parece tener sentido. —¿Soy esa cosa imposible de la que me hablabas? —baja la mirada y cierro mis ojos. —Mía, te entregaste a alguien porque yo no vi todo con claridad, ¿Todo es mi culpa? —La única culpa que tienes es existir, no me obligaste a tener sentimientos por ti. Me sabe fatal saber que Mía estuvo con alguien tratando de tal vez quitarme de su cabeza y es que si yo lo hubiera sabido antes, ¿Habría cambiado algo? —Tienes un pésimo gusto —una pequeña carcajada sale de sus labios y aunque el momento es muy incomodo, trato de hacerlo lo más llevadero posible. —¿Desde cuándo? Me mira como si fuera la peor pregunta del mundo, pero yo me encojo de hombros, ahora tengo curiosidad. —Desde siempre, creo. —¿Y nunca pensabas decírmelo? —hace una mueca y mira su reflejo en el espejo, acomoda un poco su cabello y vuelve a mirarme. —No, porqué estaba segura de que ya lo sabías, así que no tenía porque decirte algo que era obvio. —¿Y ahora qué se supone que pasará? —Nada, ahora necesitaré muchos días sin verte para olvidar que me he declarado sin darme cuenta, luego haré como si nada. No sé porque me esperaba otra respuesta, pero también sé que yo no quiero que me dé una respuesta diferente a la de ahora. —Tu eres hermosa y... —Detente, no hay necesidad que me digas lo obvio, ya sé que no te gusto, no tienes que darme una charla sobre todo eso. Lo comprendo fácilmente. —Pero dios... Es que realmente eres una chica hermosa y me siento idiota porque tiene todo y eres perfecta, pero estoy yo que soy un desastre y no merezco ser amado por alguien como tú. —Si yo no te creyera perfecto nunca me habría fijado en ti. Sus palabras me desarman por completo, me ha dejado mudo y con una fuerte opresión en el pecho. No puedo corresponderle, no la veo de esa manera. —Lamento no poder darte lo que esperabas —beso su mejilla con dulzura y la escucho suspirar. Ojalá no fuera simplemente yo y pudiera fijarme en ella, es demasiado hermosa. —Espera —me dice tomándome de la camisa —, podrías solo darme algo que siempre he querido. —Si puedo hacerlo claro, dime qué es. La veo respirar hondo, sus ojos caen en mis labios y estoy rogando porque no me pida lo que creo. —Quiero un beso. —Mía... —Por favor, solo un primer y último beso, es lo único que quiero. Suspiro con fuerza y miro sus labios, dios, dame fuerza de voluntad para hacer esto.
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