CAPÍTULO IVLord Ravenscar fue el primero que habló. —Entonces, Coronel— dijo—, ya tiene usted su respuesta. El Coronel Dovercourt no lo miró. En cambio, con la vista fija en Amanda, dijo con suavidad: —Espero me disculpe, señorita, si le ruego que no se precipite en este asunto. Por una parte debo respetar las instrucciones de Su Señoría respecto a la invasión de su propiedad, y por el otro, mi deber me indica llevar adelante este asunto. —¿Qué diablos quieres usted decir con eso?— exclamó Lord Ravenscar. —Quiero decir, milord— contestó el Coronel—, que tenemos razones para sospechar que el hombre que buscamos no es un contrabandista, sino alguien mucho más importante… a quien debo localizar, si me considero leal y fiel servidor de Su Majestad. —Aún no entiendo lo que quiere usted de